LA CIUDAD DE LA APARIENCIA.

EL PACO EN ARGENTINA Y DE CÓMO HA TENIDO QUE RECORDAR LO QUE VIVIÓ PARA PODER CONTARLO.


El domingo posterior a la fiesta del cumpleaños de Meme me levanté tarde, ella ya estaba despierta y había arreglado la casa. Salí de mi cuarto con mi cara de “perdón por no haber ayudado”, platicamos un rato y ella se fue con Bianca a comer con su papá.

Me quedé un rato en casa y como pintaba buen día, salí de paseo.

Estuve caminando un rato y recordé que Meme me dijo que podía usar su bici, así que decidí regresar a la casa por ella para visitar Buenos Aires a bordo de un par de llantas y un manubrio. Llegué a casa y ellas ya estaban de regreso, se la pedí prestada y me dijo que sí, que podía tomarla pero que volviera antes de las 7 pm porque el papá de Bianca se la lleva de paseo y ella aprovecha para salir un rato en bici. Me advirtió que tuviera cuidado con la gente porque si tienes un accidente con alguien puedes tener problemas. Por otra parte, el sistema de frenado de su bici es una cosa totalmente nueva para mí. Resulta que en lugar de tener la palanquita esa que aprietas en el manubrio con la mano y punto, la bici se frena, a ésta hay que hacerle hacia atrás los pedales, así, para avanzar pedaleas hacia adelante y para frenar pedaleas hacia atrás.

Salí de casa intentando comprender el proceso de frenado, subí a la bici y empecé a manejar por la vereda. Algunas personas que pasaban se me quedaban viendo. ¿Qué, nunca habían visto tan buen mozo en una bicicleta de frenado en los pedales? Bueno, en realidad parece que es porque ando en la vereda con la bicicleta, aunque no sé si eso esté prohibido, pero si sienten que estoy invadiendo su espacio, dale, que me bajo.

Tomé la calle y bajé por Blanco Encalada, pasé Av. Libertador y llegué a Ramsay, después Figueroa Alcorta y encontreme con el estadio del River Plate. De inmediato recordé a mi primo Neto y así sonriente, seguí pedaleando. Llegué a la autopista y, viendo que no podía entrar ahí, regresé sobre Figueroa Alcorta y tomé rumbo de los bosques de Palermo.

Durante el trayecto fui encontrando bastante gente que corría o jugaba fut bol. Acá cualquier espacio verde es bueno para echarse un partidito y las personas que juegan son bastante atractivas, la mayoría anda sin playera y juegan de lo lindo a eso de patear una pelota. En México las personas que juegan también tienden a quitarse la playera, sólo que si es un cascarita en la cuadra con los vecinos, no sabes si lo que ves es una cascarita de fut o la vitrina de una fiambrería. Como sea, acá juegan mucho y están buenos los jugadores. No todos, claro, siempre hay alguno que le da por romper la regla.

Seguí pedaleando y más señores, chicas, chicos, familias, viejitos, etc., cruzaban a mi lado mientras hacían ejercicio. Con razón hay tanta gente de buen cuerpo por acá. En general parece que hay bastante cultura deportiva en este país. Ya quisiera ver un parque así en México con tanta gente haciendo deporte y no sólo sacando a pasear a los niños mientras se compran un chicharrón con harta salsa valentina y su coca cola.

Y pasa un chico al lado con buena pierna. Al rato pasa otro bastante guapetón. Esa chica le gustaría a mi primo Neto, y esa otra también. Y a ese par nos lo repartimos, él la chica y yo el chico. Y mientras voy pensando esas pavadas, vienen corriendo hacia mí un par de minas chetas, decididas a que sea yo el que les dé paso y no ellas las que se hagan a un lado. A ver… un momento… acá hay un letrero que dice “bicisenda” lo que significa que las bicis tienen prioridad, por otro lado, son dos carriles y no les pasa nada con que ellas ocupen sólo uno y yo tome el otro, pero el par de tipas debe estar acostumbrado a que uno les dé el paso porque de plano no dan muestra de hacerse a un lado. Cada vez están más cerca y no se quitan. El primer acto reflejo es querer frenar y lo primero que se me ocurre es apretar el manubrio, pero noto que no hay palanquita y recuerdo que esta madre frena haciendo el pedal hacia atrás, pero ¿cómo era esto del pedal hacia atrás? Y mientras intento decirle a mis piernas que no pedaleen más sino que frenen, las tipas casi han sido atropelladas por mí y mi falta de práctica en el frenado. Total que terminaron haciéndose ellas a un lado y yo seguí triunfante. Y sí, dijeron no sé qué cosa que ni me interesa, ahora lo que me preocupa es practicar esto del frenado. Hago un par de simulacros y me parece que sí, que ya está. Creo que ya tengo la técnica del freno con pedal.

Sigo por la bicisenda y paso por un parque donde otros tipos juegan, los miro un poco y continúo con mi recorrido. Pasando la Pampa llego a un parque con muchos árboles y un lago en medio. Voy un momento a ver. Hay varias personas acostadas tomando el sol, varias ya anaranjadas de tanto broncearse, principalmente mujeres, pero acá siguen. Los patos pasan a su lado caminando. Varias personas hacen ejercicio en las barras, otras corren, otras más toman mate o caminan alrededor del lago. Sonrío y recuerdo que debo llevar la bici de regreso.

Pero quiero más, quiero andar otro rato más en la bici, aunque ya está anocheciendo, va siendo hora de volver y bueno, siempre hay más oportunidades. Pero no, al infinito y más allá, tomo la bicicleta y sigo sobre la bicisenda que corre paralela a Figueroa Alcorta. En el cruce con Dorrego hay un señor tocando “A mi manera” en la trompeta mientras pide dinero. Mucha gente corre o anda en bici, otros caminan. Y cuántos hombres guapos andan por acá haciendo ejercicio. Pasan a tu lado y si te ven ejercitándote ponen un gesto amable, como si fueras parte de un gremio de deportistas, contrario a la cara que tiene la gente en las calles del centro.

Llego a la plaza Holanda y al Rosedal de Palermo, veo sólo un poco pero quiero ver más, regresaré pronto. Y voy de regreso a toda prisa, son 15 para las 7 y no sé si llegaré. Si marcho a toda prisa, seguro que posiblemente a lo mejor sí llego, pero eso sería correr el riesgo de tener un accidente con alguien si me apendejo y se me olvida esto del frenado con los pedales, además ya está anocheciendo. Bueno, que pase lo que tenga que pasar. Agarro y me mando a todo lo que puedo. Voy por la bicisenda haciendo el mismo recorrido pero al contrario, los árboles me alientan a seguir, me aplauden con las ramas y las levantan en señal de apoyo, ¡Ánimo, compañero! Me gritan. Y allá voy, esquivando a la gente que corre, que pasea, que va en otras bicis. Llego a Libertador, tomo después Olazábal, paso entre los carros que esperan les dé paso el tren. Aprovecho que el tren aún viene lejos y cruzo la vía. Sigo sobre Olazábal y por fin llego. 7:05. Entro a casa con la bici y Meme me saluda. ¿Qué tal el paseo? Y bien, me gustó. ¿A dónde fuiste? A los bosques de Palermo. ¿Viste qué lindos? Sí, me encantaron los dos lagos.

Platicamos un poco más. Me habla de la gente, de la actitud que tiene, de cómo piensan que existen sólo ellos y no te dan paso o te andan retando todo el tiempo. Y yo sigo acelerado. Siento energía en el cuerpo, me hizo bien salir a dar el paseo y ver a tanta gente haciendo deporte. O es eso o es todo el humo de marihuana que tuve que respirar mientras andaba en los bosques de Palermo. Porque eso sí, por acá hay harto deportista pero también harta gente que fuma que da un gusto… Guardo la bici y decido salir a correr un poco. Voy a la plaza Alberti, la misma donde fuimos el día que llegué a tomar la cerveza.

Llego y hay un par de tipos corriendo, otros miran a sus hijos jugar en el arenero y otros fuman churro bajo los árboles que tapan la luz de los faroles que ilumina la plaza Alberti. ¿Quién fue Monseñor Albrti? Le pregunto a Meme. Qué sé yo, un cura que hacía misa. Me dijo ella. Y bueno, a ver cuánto aguanto a correr. Empiezo a dar vueltas a la plaza. Miro a la gente que pasea sus perros, que cuida a los hijos, que toma mate, que camina alrededor de la plaza o corre. Y así llego a 10 vueltas. Ya, es demasiado. Me siento cansado. Estiro un poco y regreso a casa. Mañana quiero salir a correr otra vez.

Es diferente hacer ejercicio acá que en México.

Uno: En México no hay la motivación que hay acá. Sales a correr y de loco verás los cuerpos que vi hoy, los tipos tan guapos ejercitándose en esos shorts que dejan ver sus piernas, su rostro sudado, su cuerpo transpirado. De loco encuentras esta motivación allá. ¡Viva Argentina y su cultura deportiva!

Dos: La ciudad me favorece. Que sea tan húmeda y esté a nivel del mar me viene bien. La sinusitis no ha salido a colación todavía, puedo correr sin que a las dos vueltas me empiece a arder la nariz, la garganta, tosa, etc. Las rodillas no están de quejumbrosas, tampoco los tobillos ni el dedo gordo del pie izquierdo. Mi cuerpo no se ha quejado. Bueno… salvo después del primer día de hacer esto que terminé adolorido mal. Pero me he ido acostumbrando.

He seguido yendo a correr, a veces tomo la bici y voy a los bosques de Palermo y a la Plaza Holanda a dar vueltas en la bicisenda que rodea el lago frente al planetario, pero en general voy a la Plaza Alberti a dar vueltas. Hay varias personas que siempre van y ya nos reconocemos. Empecé dando 10 vueltas, después subí a 12, luego a 15 y después bajé a 12 pero con mayor intensidad, me mantuve en 12 y esta semana he llegado a 20.

Estaba corriendo y en la vuelta 12 le pregunté a mi cuerpo cómo se sentía. Como todo marchaba bien, seguí a 15, al llegar a 15 me sentía bien y seguí a ver hasta cuánto llegaba y llegué a 20. Me sentí Forrest Gump cruzando el estado de Alabama.

Y bueno, parece que ha surtido efecto pues he bajado de peso. Los primeros que me lo hicieron notar fueron Nico y Gaby al verme, pero ahora lo voy notando en la ropa, mi pantalón de mezclilla ajustado me queda flojo, el pecho me ha reducido, ya no soy la envidia de las niñas de secundaria. En general me siento bastante bien. He estado yendo a correr diario, salvo ahora que ya empezó el frío, la nariz y la garganta ya están quejándose y he tenido que suspender un poco cuando el frío es más intenso. Las rodillas todo bien, no han dado muestras de malestar, salvo la primera semana que intentaron fastidiar, pero ahora ya no. Mi salud en general está colaborando.

Por una parte, esto del deporte me ayudó a sobrellevar el desmadre que se armó en México y a mantenerme ocupado para no deprimirme más, igual me ha mantenido estable emocionalmente y me pone de buen humor. Me ha dado por pensar que cuando voy a correr, estoy entrenando con el buen Raúl Audifred, mi antiguo entrenador de volley en la preparatoria. Cuando siento que estoy cansado o que le estoy bajando al ritmo, pienso que el Audifred a lo lejos me grita: “Pinche Francisco, ponle huevos, cabrón”, o “te faltan tres vueltas”. Ante el recuerdo de esa voz, es inevitable reír y seguir. A ver cuanto me dura la pila.

Y así las cosas. El otro día que estaba corriendo, un viejillo caminaba alrededor de la plaza para ejercitarse y me veía cada que nos cruzábamos, cuando iba ya por la vuelta 18 me pregunta: ¿cuántas le diste sha? 18, respondo amablemente. ¡Regalame 2! Dice el buen hombre y sonriente saluda y sigue caminando apresurando el paso.

Esta es una de las cosas que me gusta de Argentina, al menos de Buenos Aires que es lo que conozco, puedes ver a la gente conviviendo un rato en los parques, paseando a los perros, tomando mate, fumando churro y principalmente: haciendo ejercicio. Esto permite que uno después se encuentre en la calle con los cuerpos que uno se encuentra y entonces un gay como yo lo único que puede decir es: gracias.