OAXACA DE MIS RECUERDOS

Las callecitas de Oaxaca tienen ése qué sé yo... viste?
Tráfico, se llama.
Imposible caminar por el Centro con tranquilidad. Y hace días que hay amenazas de lluvia.
Pero esta lluvia ni cacha ni picha ni deja batear.
Se pone el cielo gris. Aire. Fresco. Las nubes empiezan a moverse... La gente empieza a moverse con temor a que "la agarre la agua".
Y nada.
Apenas tres gotas que sólo sirven para "recordársela" al cielo por tanto alboroto.
Mucho ruido y pocas nueces.
¡Mierda! El aire se ha contagiado por la política.
O por el calentamiento global.
Esto de la globalización.
Y no llueve. Nubes con flacidez.
Tanta contaminación.
Y el Centro: Imposible.
Calles cerradas, reparaciones, plantones, sobrepoblación vehicular en una ciudad que alguna vez disfrutó la tranquilidad del andar de los burros. Y ahora los burros andan en carro.
¿Quién enseña a manejar en Oaxaca?
Demándenlo y que devuelva el dinero.
Independencia cerrada por los de la Facultad de derecho. Desviaron el tráfico para que subiera sobre García Vigil. Y García Vigil baja. Los carros se encontraban y era un despelote. Y no sólo ahí, en todas las cuadras alrededor.
Una camioneta por querer meterse, le dio un besito a otra. El conductor de la camioneta golpeada se bajó a revisar su "unidad móvil" y el que golpeó dio muestras claras que querer darse a la fuga. El golpeado, gracias a la tecnología maravillosa, sacó su cámara digital y le empezó a tomar fotos al conductor golpeador. El golpeador dejó de lado las muestras de querer darse a la fuga y las confirmó metiendo reversa para huir llevándose a un ciclista que pasaba. El golpeado, ni tardo ni perezoso y haciendo caso a sus impulsos más primarios, colgose de la puerta de la camioneta del golpeador. El golpeador, no importándole el cristiano que colgaba de la ventana de su puerta, arrancó para escapar sobre Porfirio Díaz. El golpeado no aguantó y se dejó caer para subir rápidamente a su camioneta y perseguir a aquél infeliz que no le quiso dar raid en la ventana de su carro.
Y allá van. A ver qué tanto pueden escapar y perseguir. Pobres. Con el tráfico que hay...
En el Centro, bailaban los danzoneros al ritmo de la banda de la policía. Harto viejito jubilado tirando polilla deleitando su propio gusto y la pupila de turistas y chismosos que, como yo, no llevábamos con quien bailar y aunque lleváramos, se nos frunce el asterisco y mejor vemos la guerra desde la trinchera. Al fin y al cabo, es también un deleite el mirujear.
Y viene un danzón. Y viene otro. Y viene el aire. Y viene otro danzón. Y viene otro. Y viene la lluvia.
Se suspende la tarde porque el agua parece que esta vez sí va a caer.
Los danzoneros recogen su entusiasmo y lo guardan para la próxima semana. Oportunidad siempre habrá para lucirlo.
Voy a la Casa de la Ciudad. Se dará una obra de teatro de Coltés. La soledad de los campos de algodón. Son franceses los que la presentan. No es un recinto para teatro pero está lleno el lugar. Como el chiste del perico: El mismo lugar, las mismas putas, los mismos clientes.
Las caras de siempre mas unas cuantas nuevas. Empieza la obra.
Ni por donde ayudarla. Malita, malita, malita. Ni a mala llegaba.
Hagámosle un favor y no hablemos de ella o sólo voy a tirar pura mierda.
Qué manera de arruinar un texto. La gente se salió.
Al final, sólo aplaudirle a los actores por haber sudado, felicitar a la gente que se quedó por el aguante y sorprenderse de un pinche loco que hasta gritó: !Bravo! Y dicen las malas lenguas que no era palero. Sabe. Hay uno en cada familia, dos en la mía.
Y ya en la noche, la Ciudad descansa.
Descansa del tráfico. Del calor agobiante. De la lluvia que sólo promete. De los locos que la transitan. De los que cierran las calles. De los secuestros y asesinatos. De los burros que en ella manejan.
Descansa, Oaxaca.
Descansa.
Descansa porque mañana se viene otro día igual o peor.
Y los que faltan.