PERFUME DE GARDENIAS



A Paola Soto



 
Te casaste.
Testigo fui.
Vestida de blanco.
Con tu velo mosquitero como toda novia.
Tu sonrisa.
Tu mirada.
El nerviosismo indiscreto.
Tus caderas radiantes.
Él, te miraba, te besaba, te abrazaba, acariciaba.
Tú lo veías, enamorada.
Con tus ojitos de borrego dormilón.
Yo sonreía a lo lejos.
El cura habló y habló. A media homilía recordó que era misa de boda.
Encontró una forma de unir la navidad con tu celebración.
Y siguió hablando.
Cura implacable.
A la salida, el rencuentro con los amigos.
Abrazos.
Besos.
La fiesta, una fiesta.
Para mí.
Felicidad de verte feliz.
Y así pasando la tarde.
Perfume de gardenias.
Ganas de cantártela.
Dedicártela.
Pero baila, mejor baila.
Baila en tu cajita musical.
Yo te miro.
Y te seguiré viendo.
Y también bailaré. Algún día.
Quizás.
Ahora me conformo con verte feliz.
Ya te casaste.
Por fin saliste.
Habrá que deshacernos de la piñata donde te íbamos a meter.
O sacarte de la rifa.
O quitar el anuncio del periódico de cosas de medio uso.
Se fue la paloma principal.
Mi harem perdió a la esposa primera.
Y no hay lágrimas.
Sólo sonrisas.
Y así será.
Así deseo.
Lo sabes.




Te quiero.