5. SEBASTIÁN

Estuve un tiempo deprimido por lo sucedido con Christian y no quise regresar al Menage para no topármelo, así que viendo las opciones que tenía, caí en un lugar conocido como La Costa. "Para entrar hay que llevar machete o pistola", dice la gente. Bien, me gusta, debo conocerlo.


SEBASTIÁN


Con las crisolas conocí el Menage e ingresé en el mundo de los desnudistas, mundo que hasta ahora me encanta, y como el alumno supera al maestro, visité los demás lugares de streepers de Oaxaca.

Llegué a La Costa con precaución, la gente no dice cosas muy buenas del lugar así que a ver cómo nos va. En la entrada el guardia me revisó... ¿o me fajó? Algo parecido, la cosa es que me agarró el trasero y al pasar sus manos por mi espalda no supe si me cateaba o me abrazaba. Me empezó a gustar el lugar.
Entré y semiobscuro. Mesitas para enanos y los muchachos no muy agraciados como en el Menage. Me decepcioné y decidí salir. Ok, démosle una oportunidad.

Me senté cerca de la pista. Un tipo vestido de charro cantaba. Dos tres, tampoco la gran cosa. Los muchachos caminaban entre las mesas y algunos estaban ya sentados con señoras que parecían maestras de primaria. Algunos gays muy feos bailaban en la pista con otros gays muy feos.

- ¿Qué vas a tomar?

- ¿Qué cervezas tienes?

- Lager y Sol.

- Lager.

Miraba el lugar sorprendido, había de todo, señoras con sus esposos, streepers gordos, gente fea, luces neón, dos tubos y cabina para bañarse, a las 2 am sexo en vivo, un aire de decadencia... Me empezó a encantar.

Llegó la cerveza. Tomé y me quité la chamarra. Un streeper se acercó.

- ¿Por qué tan solo?

- Porque quiero estar solo.

- ¿No te gusta la compañía?

- Depende de quién sea.
- ¿Te gusto yo?

- No.

- ¿Por qué?

- Porque no me gustas.

- ¿Me invitas una chela?

- No.

- ¿Estás enojado?

- No.

- ¿Entonces por qué no me la invitas?

- Porque no quiero.

- Estás enojado.

- Si estuviera, de todos modos no te la invito.

- ¿Me puedo sentar?

- ¿Tienes nalgas?
- Sí.

- Entonces debes poder.

- Me caes bien.

- Chido.

Empezamos a platicar.

- ¿Me invitas una chela?

- Invítamela tú.

- El que trabaja acá soy yo.

- Bien por ti.

- Eres muy interesante, ¿a qué te dedicas?

- Escritor.

- Wow, qué bien, yo quiero escribir una novela.

- “Wow, qué bien”.

- ¿Cuántos años tienes?
- 21.

- Te ves más chico.

- Gracias.

- Eres raro.

- ¿Por qué?

- Por que no me quieres invitar una chela.

- ¿Eso me hace raro?

- Un poco, todas quieren invitarte algo para que estés con ellas.

- Todas, pero yo no soy de esas todas.

- ¿Ves?, eres raro.

Seguimos platicando, me fue cayendo bien, le invité la chela.

- ¿Vamos a un privado?

- ¿Qué tal eres?

- Vamos y verás.

Entramos, los privados no eran como los del Menage (una caja incómoda pintada de negro, estos eran cuartitos con teles y sillones, viejos y vencidos, pero sillones).

El streeper, a estas alturas me enteré, se hacía llamar Franco. Encendió la tele y una peli porno hetero nos iluminó el cuarto. Se disculpó por la peli hetero. Bueno, tan malo no es, me gusta el porno hetero pero en este momento es lo que menos importa.

Me senté en el sillón y se acercó. Él, un tipo como de 1.70 mts, 27 años, claro, pelón y buen miembro, pero eso no lo sabía aún. Me sentó y empezó a bailarme, se subió al sillón y me restregó el cuerpo en la cara. Su tanga no ocultaba la excitación y !cataplum! Aquello quedó libre. Tomé al fugitivo.

- No, sólo puedes tocarme.

- Te estoy tocando.

- Pero el cuerpo, éste no.

- Bueno, te lo pierdes.

- ¿Yo?

Me sonrió y siguió bailando.
Aproveché un momento de descuido y acorralé al fugitivo. La rola reglamentaria terminó.

- Me encantas.

- ¿Yo?

- Tienes una boca maravillosa.

- Gracias.

- Yo no hago esto en los privados, a mí sólo me tocan pero tú eres especial.

- ¿Gracias?

Salimos. Tomamos una chela más y me fui del lugar.

La siguiente semana regresé a La Costa a saludar a Franco pero no lo encontré. Se fue al DF, su papá está enfermo. Me dijo el mesero que nos atendió la vez anterior.

- ¿Quieres una Lager?

- Sí, gracias.

Mientras esperaba la cerveza vi a un chico sentado entre las sombras jugando con su celular. Moreno claro, cabello poquito largo, delgado y marcadito, muy lindo trasero, como de 27 – 28 años, 1.78 mts. Se levantó y empezó a caminar. Me gustó.

- Llegó el mesero con la cerveza.

- Oye, ¿quién es ese chico?

- Es nuevo, no sé cómo se llama.

- ¿Qué tal es?

- No sé, quieres, te lo investigo.

- Ok.

El mesero habló con él. El chico me miró, le dio la vuelta al lugar y llegó a mi mesa.

- Hola, me llamo Sebastián...

¡Bingo! Primer streeper que llega y se presenta en lugar de hacer preguntas estúpidas.

- Soy Paco.

No preguntó, sólo se sentó y empezamos a platicar, el tipo me cayó bien. Poco a poco fuimos quedando más cerca. Es de Chiapas y acababa de llegar a Oaxaca. Dijo ser buga, me hizo gracia pero bueno.

Platicamos, platicamos y platicamos, de pronto su mano estaba sobre mi pierna. Me di cuenta pero no dije nada. Seguimos hablando. Su mano acariciaba mi pierna y bajó a la pantorrilla, metió la mano bajo el pantalón y me acarició.

- Me gusta tu piel.

Me hice el chistoso y le pellizqué un pezón. Me miró como sorprendido y molesto, me reí de su cara y le hizo gracia, empezó a reírse.

- Sóbame para que no me duela.

Mejor le di un beso en el pezón y se estremeció. Me miró extrañado.

- Hazlo de nuevo.

Lo hice y me miró a los ojos. Me acarició la pierna y se levantó al baño. Regresando nos cambiamos de lugar, fuimos a los reservados, espacios obscuros desde donde tú ves lo que pasa afuera pero de afuera no se ve mucho lo que pasa adentro. Nos sentamos y siguió acariciándome la pierna. Con la otra mano me acarició la oreja y me aparté por las cosquillas. Me vio a los ojos.

- Bésame el pezón.

Soy un niño obediente así que lo hice. Me tomó de la cabeza y no me dejó separarme, me apretaba contra su pecho. No me negué y fui prolijo con mis dotes, en el pezón, en la aureola… retornamos a la edad de la inocencia...

- ¿Te cae?

Bueno, el punto es que el tipo se estremecía, la piel de los brazos y las piernas se le puso de gallina. Me reí. Me apartó y me dio un golpe leve en el hombro.

- No te rías, se siente raro.

- ¿Que me ría o lo que te hago?

- Lo que haces.

- Ok, no lo haré más.

- No, sigue.

Seguí.
De repente, estábamos abrazados. Le besé la oreja y me sonrió.

- Wow, ¿dónde aprendiste a hacer eso?

- No sé.

- Qué rico.

- ¿No que eras buga?

- No me distraigas, me la estoy pasando muy bien.

Ok. Seguimos un rato más.

- Me toca bailar, quiero que me veas.

- Ya me voy.

- No, espérate y veme bailar.

Ok. Me senté y lo vi bailar.

Salió vestido con un frac (streeperezco) y bailó “Antes” de Obbie Bermúdez. Wow, wow, wow. Presencia escénica, coreografía, usaba los tubos, usaba la luz… me encantó.

Esperé que se cambiara y salió. ¿Cómo lo hice? Me gustó. En serio, dime. En serio, me gustó, sólo podrías mejorar en… Bueno, yo no sé bailar pero sé de teatro y de escenario, así que le dije lo que consideré. Me dio las gracias con un abrazo. Me despedí y salí de La Costa.

Regresé a los dos días por petición suya. Él estaba parado en la puerta y sonrió al verme, me abrazó y me condujo a una mesa. Pedimos un par de cervezas. Platicamos un poco, me agarraba la pierna y... él me besó. Me agarró de sorpresa, él me besó. Lo miré a los ojos extrañado y me respondió con otro beso.

- No me cuestiones, sólo quise hacerlo.

- ¿Que no te cuestione?

(Wow, parece que me conoce... no creo, es imposible. ¿Tan transparente soy?).
Seguimos platicando.

Una señora lo pidió para que le bailara en la mesa. Me vio como pidiendo permiso.

- Es tu trabajo, ve.

Sonrió y le bailó a la señora. Mientras le bailaba no dejaba de verme y sonreía, la ñora pensó que le sonreía a ella y harto satisfecha pidió un segundo baile. Después le invitó una chela y ya se lo estaba sentando en la mesa así que él se tomó la chela lo más rápido que pudo sin ser descortés y volvió conmigo.

Fuimos al reservado y me agarró la mano, me besó, me desabrochó el pantalón. La verdad, me dio pena.

- No mames.

- En serio, me dio pena.

- Wey, ve dónde andas y te da pena.

- Pues me dio pena.

- No te creo.

- No me importa, me dio pena.

- Cállate y sigue.

Para evitarla intercambié papeles y me apliqué buscando una buena posición en la silla. Otros dos streepers estaban en el reservado, uno con una chica y el otro con una ñora. Uno de ellos nos veía y al ver dónde tenía yo la boca dijo:

- Yo estoy ocupado, Ken está ocupado y Sebastián es el más ocupado de todos y al que tratan mejor.

Todos rieron, incluso las viejas que sin entender que les dijeron que eran malas en lo que hacían, rieron. Estuvimos ahí un ratote hasta que agoté mi crédito y decidí irme. Nos despedimos con un beso y me llevó tomado de la mano hasta la puerta.

Al llegar a casa me puse a escribir mi obra nueva para el proyecto con los tipos de Londres. Dos personajes, una abuela y un nieto... nombre del nieto.... Sebastián.

A los dos días fui otra vez. Cada vez platicábamos más y me propuso vernos fuera del lugar. Yo debía irme al DF y me dijo que estaba perfecto, que él estaría una semana más en Oaxaca, después iba a Veracruz y de ahí iba al DF. Que se iba a quedar un buen rato en el chilango. Nos abrazamos y volví a probar el sabor de su saliva. Así estuvimos la noche, tomados de la mano, intercambiando efluvios, chupando chela y sí, chupando.

- Eres extraño, a veces no te entiendo.

- ¿Perdón?

- Cuando platicamos hay veces que no te entiendo.

- ¿A qué te refieres?

- Es que, se ve que eres bien inteligente y que has estudiado y hay veces que no entiendo lo que me dices…

De pronto me veía con cara de pena.

- Es que me hace sentir mal, porque yo soy más grande que tú y debería saber más cosas, pero tú eres más listo y no me gusta eso.

- ¿Qué quieres decir?

- No, nada, olvídalo.

- En ese caso no hubieras dicho nada, ahora me lo explicas.

- Es que me siento mal por no entender cosas que me dices, pero cuando me acaricias o me besas no me importa, contigo me siento bien, me siento muy tranquilo, hasta se me olvida que estamos acá, quiero conocerte mejor pero no en este sitio, pero me da miedo que si acá adentro no te entiendo, allá afuera sea peor.

- Eso no lo sabes.

- Es que aparte esto es nuevo para mí, nunca he salido con un hombre.

- ¿En realidad qué te molesta?

- No sé.

Seguimos platicando.

- Oye, ya cambié mi coreografía, hice lo que me dijiste, ahorita me ves.

- De acuerdo.

- ¿Me das un beso?

- Claro.

- ¿No te molestó lo que te dije?

- No, para nada.

- Eres un niño muy especial, pero me da miedo conocerte.

Sólo sonreí y lo besé. Me tomó la mano y me acarició los dedos, uno por uno. Siguiendo el cliché de todos los tiempos, se llevó mi mano a la boca y se metió un dedo, después otro, después me abrazó y se quedó recargado en mi hombro.

Eres un niño muy especial, pero me da miedo conocerte.


- Sebastián a cabina.

- Me toca bailar, ahora ves lo que te dije.

Se fue a cambiar. Lo vi bailar de nuevo y me encantó.

- ¿Cómo viste?

- Mejoró mucho, me gustó.

- ¿En serio?

- Sí.

Un beso de agradecimiento. Seguimos tomando y platicando, de repente los meseros empezaron a recoger sillas y mesas y a barrer, éramos los últimos en el lugar. Nos despedimos y salí corriendo.

- Ven mañana.

- No puedo.

- Ven, por favor.

- No puedo, en serio.

Me besó y salí. Camino a casa, el taxi fue sorprendido por el sol de la mañana y yo ansioso deseaba llegar sin que mis padres se dieran cuenta de mi retraso. Todo bien, no pasó nada.

A los dos días regresé a La Costa. Era viernes y el domingo regresaba al DF. No lo vi al entrar así que tomé una mesa. Al rato salió de un reservado y fue a saludarme.

- Estoy ocupado pero ahorita vengo.

Le sonreí y me besó. Seguí viendo el show. Un streeper al que llaman “el burro” demostraba en la pista el porqué de su mote. El streeper que la noche anterior hiciera el comentario estúpido en el reservado, se acercó.

- Hola, ¿cómo estás?

- Bien, gracias.

- ¿Estás esperando a Sebastián?

- Sí.

- Vótalo y vente conmigo.

Lo miré directo a los ojos.

- Yo te trato mejor y te hago cositas más ricas.

- No, gracias, estoy bien.

- En serio, conmigo puedes hacer lo que quieras, se ve que lo haces bien.

Me reí y dejé de mirarlo esperando se fuera. Se puso atrás de mí, me tomó por lo hombros y me habló al oído.

- Te la vas a pasar muy rico, sólo háblame.

Se fue caminando entre las mesas, llegó a donde unas señoras despachaban un par de cubetas y se sentó a extirparles las chelas, ellas se las invitaban gustosas.

Sebastián llegó y me llevó al reservado, estuvimos tomados de la mano y de repente se quedaba recargado en mi hombro pero no hablaba mucho.

- ¿Qué tienes?

- ¿Qué?

- ¿Qué tienes?, estás muy callado.

- Nada.

- ¿Seguro?

- Sí… oye, sobre lo de mañana.

- ¿Qué pasó?

- No, nada, sí nos vemos.

Acordamos salir a caminar por el centro de Oaxaca, tomar café, conocernos más, etc. Llevaba dos semanas en Oax. y aún no conocía nada de la ciudad. Su vida se limitaba a despertar a las 4 pm, ir a comer, regresar e ir al gimnasio, salir del gimnasio a las 7 y regresar a su cuarto para arreglarse, entraba al trabajo a las 9 pm y salía a las 7 am. Así todos los días. En sus días libres no salía de su cuarto pues no conocía a nadie, un día fue al cine y no le gustó ir solo, mejor regresó a ver tv en casa. Era la primera vez que saldría a conocer la ciudad.

- No te creo.

- ¿Qué cosa?

- Que no conociera la ciudad.

- Eso me dijo.

- No te creo.

- Son streepers, así viven, él me lo explicó, me contó mucho de su forma de vida, rutinas, chismes entre ellos, cómo te ven los otros según tu ropa o tu rutina en escena, etc.

- Qué loco.

- Pues sí... ¿me vas a interrumpir a cada rato?

- No, perdón, sigue.

Durante la noche siguió un poco callado y yo debía irme.

- Ahorita vengo, voy a cambiarme.

- ¿Te toca bailar?

- No, es que se me rompió la tanga.

Su tanga era de broches a los lados para más fácil manejo en el escenario y uno de los broches se le rompió.

- Voy a cambiarme, regreso en un ratito.

- Regálamela.

- ¿Qué?

- Regálame tu tanga.

- Está rota.

- Por eso, ya no la vas a ocupar, regálamela.

- Ok.

Fue mi inicio en el fetichismo. Que en realidad no soy fetichista, sólo me gusta conservar algo de las personas que quiero y en esta ocasión fue la tanga. Se la quitó y me la dio, la guardé en la bolsa del pantalón y seguimos sentados. Él, callado.

- Oye, ya me voy, nos vemos mañana.

- ¿Por qué?, es temprano.

- Sí, pero debo llegar temprano a casa, nos vemos mañana.

- Me dio un beso.

- Oye, quiero que terminemos bien esto.

- ¿A qué te refieres?

- Lo que hemos estado haciendo, me gustaría llevarlo a más, estar contigo… bien.

Me tomó del trasero y me apretó contra su cuerpo mientras decía esto. Entendí el tema y por experiencias previas, pregunté lo que me pareció obvio.

- ¿Cuánto cobras?

- No, no cobro, quiero estar contigo.

- Bueno, lo platicamos bien mañana.

- Me besó y salí del lugar.

Quedé en pasar por él a las 3. Al llegar toqué la puerta y nadie abría. Volví a tocar y nada. El sol me daba en todo su esplendor así que crucé la calle para estar en la sombra mientras alguien aparecía.

Al rato llegó un tipo y mientras abría, lo alcancé.

- Buenas tardes, busco a Sebastián.

- Ahorita le hablo.

El tipo entró y cerró. Escuché que lo llamaban y crucé la calle para ir otra vez a la sombra. Nadie salió, eran ya las 3:30. Fui y toqué de nuevo, otra vez, otra vez. Una chica salió.

- Buenas tardes, busco a Sebastián.

- Ya le hablaron, ¿no ha salido?

- No.

- Entonces no está.

Wow, estudié año y medio filosofía y en un parlamento esta chica me ha dado una master class de lógica. La chica entró de nuevo y salió a los 5 minutos.

- No está, ya le toqué en su cuarto y no hay nadie.

Cerró la puerta y yo quedé parado en la banqueta, con el sol quemándome las ideas e intentando entender lo que había pasado.

De todos modos fui al centro un rato. Me senté en los framboyanes afuera de Sto. Domingo a ver caminar a la gente, a recordar a este tipo flaco y marcado, de lindas caderas y ricos labios, a recordar las cosas que me decía: eres un niño muy lindo, me gusta tu piel, me encantan tus ojos, besas riquísimo, contigo me siento tranquilo, quiero conocerte pero me das miedo, a veces no te entiendo, eres increíble…

Y pensar que en la tarde, antes de salir, abrí la sección amarilla buscando hoteles y moteles para sacar presupuestos y esta vez ir prevenido.

Compré un frapuccino y bajé caminando por el andador turístico para ir a casa. ¿Voy a buscarlo a La Costa? No, era su día libre, por eso íbamos a salir… ¡Pero qué pelotudo! Si no quería salir mejor lo hubiera dicho. Pero bueno, ya, las cosas así.

El domingo al mediodía regresé al DF. No fui a Oaxaca como en cuatro meses y en la siguiente visita, fui con las Crisolas al decadente Menage. Después me fui a casa, pero en el camino a casa está La Costa… ¿por qué no?

Entré. El mismo tipo de público, los streepers feos y uno que otro bastante agradable. Me senté y uno se me acercó.

- Hola, me llamo Ken.

- Vale, el gusto es tuyo.

Llegó el burro, luego Larry y luego Ángel. El burro me saludó.

- ¿Qué onda, chavo?, hace un buen que no vienes.

- Vivo en el DF.

- Con razón, ¿tú eres el chavo de Sebastián, no?

La pregunta me sorprendió. El que se hacía llamar Ángel se me acercó.

- ¿A poco tú eras el chavo de Sebastián?, soy Ángel, también soy de Chiapas, conozco a Sebastián. Ahora anda por Veracruz y acaba de ganar el Mr. Streeper en Chiapas, está bailando chido, se va al nacional de streepers.

- Wow, ¿y luchan por la paz mundial?

- ¿Quieres su cel?

Y sí, estuve tentado a aceptarlo. Sólo sonreí. En eso llegó el tipo del comentario estúpido.

- ¡Qué onda, chavo! ¿Ahora sí vas a estar conmigo?

¿Ah? ¿Hay 5 tipos en boxer frente a mí queriendo sentarse conmigo? No entiendo, ¿será que me asentó cumplir 22 años?

- Larry y Ken, a cabina.

Se fueron. Al burro lo llamaron a un privado y al ver mi cara de negativa, el tipo del comentario estúpido fue a seguir caminando entre las mesas. Ángel se quedó y platicamos un poco. Le invité una chela.

- Sebastián está bien, pero se volvió una súper jota, en escenario es muy bueno, pero ya tratándolo es súper gay, se volvió bastante afeminado.

Y ahí estaba este tipo contándome la vida de Sebastián en estos últimos meses. Me dio su teléfono, pero ya iba algo alcoholizado así que no sé qué hice, al llegar a casa lo busqué y no estaba en mi agenda de contactos.

Tiempo después fui otra vez a Oaxaca y entré a La Costa, pregunté a un mesero si Sebastián había trabajado ahí últimamente y no supo decirme.

El lugar con su decadencia y arrabalerismo es bastante atrayente, al menos para mí, así que suelo ir. Eso de “debes ir con pistola o machete” nunca se me ha hecho, no he visto peleas ni nada por el estilo. Algunos streepers me llamaban "el chavo de Sebastián", últimamente ya no, qué bueno.

El otro día abrí mi baúl de recuerdos y saqué de una bolsa de Chedrahui la tanga de Sebastián. Deshice los mil nudos que tenía la bolsa y saqué la tanga. Aún está perfumada. Sí, la olí pero no me eroticé con ella, sólo la olí y lo recordé.
Tiempo después, con Ken pasó algo, nada memorable o que se me antoje contar.

- Cuéntamelo.

- No, no quiero.

- ¿Algo malo?

- No, pero está de hueva, o bueno, me da hueva.

- ¿Estaba rico?

- Mucho.

- Entonces cuéntame.

- No, mejor sigo.

- Cuéntame.

- Nada, el tipo era un estúpido total.

- ¿Te gustaba?

- No.

- Parece que te gustaba.

- Bueno, me excitaba.

- Te gustaba.

- Sólo me excitaba, era muy guapo y tenía muy buen cuerpo.

- Te gustaba.

- Mañana mismo inicio terapia y desapareces.

- Ya, me callo, sigue escribiendo.

A Franco, el tipo por el cual empecé a ir, lo vi una vez en el ADO pero ni nos saludamos.
Larry anduvo tras de mí y me pidió que le ayudara con su coreografía y a poder mover la cadera.
Saqué del closet a otro streeper pero no le di bola y ni recuerdo su nombre.
Vi a Christian pero no le hablé.
Las últimas visitas fueron para visitar a un gran amigo que conocí en el Menage y que trabajó después en La Costa.

- ¿Axel?

- Sí.

- Axel me gusta.

- A mí me cae bien, mucho.

- Se parece a Pável Novotny, el actor porno.

- Es guapo y buena onda.

- Sí.

- Lo vi y le dije: Wey, estás guapo, ¿qué haces trabajando acá?, vete al London.

- No. Estoy acá porque en el país de los ciegos el tuerto es rey.

- Axel me gusta.

- A mí me cae bien, mucho.

Los streespers han seguido desfilando, no sé qué pasa pero de repente conmigo aflojan aunque juran que no, que ellos no. Axel, Richard, Gitano, Alex, Ken, Larry, Franco, Boster, Christian…

Hasta ahora van estos en el haber, a ver cuántos más se agregan. Lo que sí es claro para mí es cómo son las reglas del juego con ellos. De pronto parece que mientras peor los trates, más se te acercan. Definitivo, a estos les gusta la mala vida.

Bueno, a mí también.

¿Se nota?