8. HUMBERTO

Todo gay que se precie de serlo, en algún momento de la vida se ha metido a un Chat. Que si no de morboso, a buscar algo en específico.

Un chico me dijo que los chats son para gente que no sabe qué hacer y no quiere tomar una decisión, más en un Chat gay donde es conocida la reputación que la gente entra en busca de ligue, sexo esporádico y algunos ingenuos a buscar el amor de su vida. Uno de esos ingenuos fui yo, que si bien no entré buscando el amor de mi vida, sí creí haber encontrado el amor y tenía por nombre

HUMBERTO
Estaba yo feliz de la vida vacacionando en Oaxaca, disfrutando del atascadero de comida que se suele dar en diciembre. Mi incursión en el Chat tenía ya larga trayectoria y había conocido a algunas personas muy chidas que empezaba a considerar amigos, conocí a otras con los que salí alguna vez y después nunca más volvimos a hablarnos y también conocí a algunas otras con las que tuve un acercamiento más carnal, a algunos nunca más los volví a ver y otros me pedían seguir viéndonos.

El punto es que estaba yo en Oaxaca feliz de la vida y en una noche, para matar el tiempo, me conecté al Chat. Un chico me contactó y empezamos a platicar. Vivía en el DF y dijo ser un contador público de 25 años y 1.80 mts de alto. No tenía foto así que no le di mucha bola, pero él insistía en platicar y parecía tranquilo, así que continuamos. Después de una hora lo agregué al msn y seguimos platicando por ahí un par de horas más. Nos despedimos y quedamos en encontrarnos de nuevo.

La siguiente noche ahí estábamos otra vez los dos platicando por largo rato. Me empezó a caer bien y me mandó una foto de sus labios. Wow, delgados pero definidos y una boca un poco grande, se veía muy cachondo, más porque la foto lograba tomar un poco de su pecho sin playera y se veía delgado pero marcado.
Al otro día me mandó una foto tamaño infantil de su cara, se me hizo guapo. Seguíamos platicando y aunque era por medio del msn, era muy agradable, El tiempo se iba muy rápido. A la semana yo regresaba al DF y quedamos en vernos. Cambiamos celulares. Nos mandamos un par de mensajillos.

Llegué al DF lunes por la mañana. Al mediodía me marcó.

- Hola, soy Humberto.

- ¿Hola, que tal?

- ¿Ya por acá?

- Sí, llegué en la mañana.

- ¿Nos vemos?

- ¿Cuándo?

- No sé, un día de estos, salgo a las 9 del gimnasio.

- Ok, es un poco tarde, ¿puedes un fin de semana?

- Nos ponemos de acuerdo.

- Ok.

En la noche, al salir de Televisa fui a la Zona Rosa a saludar a Ricardo. Platicamos rápido pues estaba en “barrrra” preparando las cosas para los distinguidos clientes del café donde trabajaba. Me despedí y salí. Iba caminando hacia el metro, eran la 9:05 pm. “El gimnasio al que voy está en Zona Rosa” me dijo Humberto. Recordando eso y viendo la hora, le mandé un mensaje.

- Hola ando en Zona Rosa, ¿tú?

Contestó rápido.

- Saliendo del gimnasio. ¿Nos vemos?

Le marqué y quedamos en vernos en la glorieta de Cuitláhuac, frente al edificio rojo. Fui caminando hacia allá. Estaba nervioso. Humberto era bastante atractivo y él sólo conocía de mí mi voz, decía que le gustaba, pero sólo eso. Llegué a Insurgentes y el celular sonó.

- Hola, ¿dónde estás?

- Hola, llegando a Insurgentes, en la gasolinería de Reforma.

- Voy para allá. No te muevas, ¿cómo vienes vestido?

- Pantalón de mezclilla y chamarra azul con rojo.

- Yo de pants y una mochila, ya llego, ya te vi.

Ahí estaba él, parado del otro lado de la calle esperando pasar. Me sonrió y contesté la sonrisa. Llegó, me saludó de mano y nos sentamos en una banquita. Dijo que era tarde y si lo acompañaba al metro. Yo también iba al metro así que acepté, sólo que en lugar de caminar hacia la estación Insurgentes comenzó a caminar sobre Reforma rumbo al centro.

- Vamos a Hidalgo, así platicamos un rato más.

Acepté y empezamos a caminar hablando de lo básico. En realidad todo eso ya lo habíamos dicho por el Chat, pero ahora nos lo repetíamos en vivo y caminando... una de las cosas que más me gusta hacer: caminar.

En el trayecto pude verlo mejor. Era muy delgado: flaco, ojos rasgados, labios delgados y grandes que al sonreír se veían maravillosos, de mi estatura y con muy buena vibra, muy tranquilo.

Entre risas fuimos llegando a Metro Hidalgo. Me empecé a sentir atraído hacia él, pero decidí reprimirme, no quería que sucediera de nuevo lo que pasó con Edgar, los streepers, Rodrigo, Luis Felipe y Pablo.

Abordamos el metro. Él bajaba en la estación Zócalo y yo seguiría hasta Xola. Seguimos platicando de lo que hacíamos, etc. Casi al llegar a Metro Zócalo se acercó y me dio la mano para despedirse.

- ¿Te vas a conectar ahorita que llegues? Me preguntó.

Yo no tenía computadora en casa en el DF, así que dije que no.

- Lástima, te conviene.

Fue lo que dijo y salió del vagón. Volteó y se despidió moviendo las manos como si tecleara en la computadora.

En Metro viaducto, una estación antes de la mía, hay un ciber que cierra a la 1 am, así que le mandé un mensaje diciendo que sí me conectaría pero sólo un momento. Dijo que lo esperara. Llegué al ciber y me conecté a Internet. Él no estaba conectado. Chequé el correo mientras tanto. En eso se conectó y lo saludé de inmediato.

- Hola, tanto sin verte.

- Sí, perdón, es que estuve hablando con mi papá.

- No hay problema.

- ¿Qué te parecí?

- ¿A qué te refieres?

- A que qué te parecí, ¿soy muy feo?

- No, para nada.

- Tú me gustaste.

- ¿Perdón?

- Sí, me encantó tu sonrisa, tus piernas, tus pompototas… Jaja,

- ¿Qué cosa?

- Ya lo dije, no te lo voy a decir de nuevo.

- Puedo leerlo de nuevo, está en la ventana.

- Bueno, ¿entonces no te parecí feo?

- No, eres bastante guapo, me gustaron tus ojitos de chino dormido.

- Jajaja, es por mi papá, es coreano…

Y así pasaron otras dos horas.
Quedamos en vernos al otro día en el mismo lugar. Salí corriendo de Televisa para llegar. Por cruzar media ciudad, entre los problemas que daba la construcción del segundo piso y del Pejebús, era un caos el tráfico y llegué tarde. Me dio un abrazo y fuimos a sentarnos al parque que está frente a la Glorieta de Cuitláhuac, al lado del edificio rojo.

Como siempre, tocamos el tema de las ex parejas. Él sólo había estado con otro hombre, pues recién iniciaba su proceso de aceptación. Conoció a un chico de Querétaro y fue a verlo hasta allá, pasó la noche con él y el chico luego lo votó. Humberto dijo no querer salir lastimado de nuevo. En eso estábamos y me tomó la mano. Comencé a ponerme nervioso. Me acarició los dedos y seguimos platicando, me tocó hablar de mis relaciones pasadas e hice un resumen de los textos 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7. Muy grosso modo.

En eso pasó una señora con su perro y él me soltó la mano y se sentó como con un amigo. Nos quedamos callados hasta que la señora se fue. Después seguimos platicando y me volvió a tomar la mano. Me sentí extraño.

- Lo siento, no estoy acostumbrado a hacer esto en público, nadie de mi familia lo sabe y no quiero que se enteren, todavía.

- Ok.

- Eres el segundo hombre con el que salgo.

- No hay problema.

- Gracias.

Seguimos platicando con las interrupciones de las personas que pasaban por donde estábamos y el silencio en que nos quedábamos producto de esas presencias extrañas.
Miramos el reloj y decidimos irnos. Una vez más empezamos a caminar sobre Reforma rumbo a Metro Hidalgo.

El cielo estaba estrellado, pocos carros pasaban y los árboles producían sombras que ayudaban al anonimato. De repente me tomó de la mano y me llevó hacia la puerta de un edificio viejo.

- ¿Te puedo dar un beso?

Sonreí, él me miraba a los ojos. No respondí, sólo acerqué los labios y nos besamos. Fue muy rico. Me tomó de la mano aprovechando la sombra de los árboles y seguimos caminando. Me sentía muy raro, no lograba reconocerme, tenía una sensación extraña en el cuerpo. Pero llegamos a donde había luz, me soltó la mano y me reconocí de nueva cuenta.

Antes de llegar al Metro, me volvió a dar un beso, coloqué los brazos alrededor de su cuello, me tomó de la cintura y nos besamos. Un carro pasó. Nos separamos y caminamos hacia el Metro. Dentro, esperábamos a que llegara el gusanito de metal a comernos para llevarnos a nuestro destino. Ya dentro del metro, sonreíamos y nos mirábamos, me mandaba pequeños besos disimulados, yo respondía y sonreíamos.

Al llegar a Metro Zócalo, nos despedimos como amigos con un apretón de manos y chocando los puños. Él bajó y se despidió con la mano y mandó un beso discreto. Yo seguí hacia la casa sonriendo como pendejo y pensándolo. ¿Al salir del Metro qué hará? ¿Cómo se irá? ¿Dónde vivirá?

Antes de llegar al depto. recibí un mensaje: Me gustas. Y con ese me gustas pasé la noche.

Nos vimos al otro día en el mismo lugar.

- ¿Qué somos?

- No sé, a mí nadie me ha pedido nada.

O sea… ¿yo le debía pedir? Bueno, estaba dispuesto a hacerlo, pero no estaba seguro. Seguimos platicando, estábamos sentados y me empezó a acariciar la pantorrilla por debajo del pantalón. Pasó un señor y produjo los mismos efectos: silencio y separación.

- Oye, tengo algo que decirte.

- ¿Qué?

- Voy a salir por el trabajo, me voy mañana.

- Ok.

- Pero regreso el sábado, nos llamamos para ver qué hacemos.

- De acuerdo.

- No te pongas mal.

- No, no hay problema.

Un beso. Alguien viene, no se separa del todo. Toma la mochila y busca, sigue buscando. Saca un papelito enrollado dentro de una rondana. Me lo entrega.

- Te traje esto.

Lo miro y sonrío.

- Gracias, ¿lo leo ahora?

- Sí.

Quiero ser en tu vida
Algo más que un instante
Algo más que una sombra
Algo más que un afán.
Quiero ser en ti mismo
Una huella imborrable
Un recuerdo constante
Y una sola verdad.
Palpitar en tus rezos
Con temor al abandono
Ser en todo y por todo
Complemento de ti.
Una sed infinita
De caricias y besos
Pero no una costumbre
De estar cerca de ti
Quiero ser en tu vida
Una pena de ausencia
Un dolor de distancia
Y una eterna amistad
Ago más que una imagen
Algo más que el ensueño
Que venciendo caminos
Llega, pasa y se va.
Ser el llanto en tus ojos
Y en tus labios la sonrisa
Ser el principio y el fin
Ser igual que en mi vida
Has venido a ser… tú.

PD. Sólo tenme paciencia.


- ¿Qué piensas?

- Gracias.

- ¿Sobre lo que dice?

- Hay cosas que no entiendo… una pena de ausencia…

- Mira… sólo tenme paciencia, sabes qué pasa conmigo, me siento extraño porque creo que me estoy enamorando, pero no sé cómo llevarlo.
Nos besamos. Estuvimos un rato más e iniciamos el recorrido de Reforma, besándonos en las sombras, riendo con la plática. No recuerdo qué le dije pero respondió:

- De castigo no voy a besarte.

Me causó gracia y seguimos platicando. Quise besarlo pero se negó.

- Te dije que de castigo no iba a besarte.

Sonrió y siguió caminando. Lo tomé y quise besarlo a la fuerza mientras reíamos, pero se siguió negando y corrió a entrar al Metro. Nos despedimos como siempre.

Jueves y viernes sin noticia. Sábado regresaba, le marqué y me mandaba al buzón. Domingo lo mismo. Lunes al mediodía me marcó.

- Perdón, dejé el celular en la oficina.

Platicamos un rato. Nos vemos en la noche. Nuevamente en el parque de nuestro idilio. Nos abrazamos y besamos. Curioso, pasó una señora pero no me soltó la mano. Me alegró, creo que lo notó pero…

- Oye, tengo una mala noticia.

- ¿Estás embarazado del espíritu santo?

- No, tonto, no me hagas reír.

- ¿Qué pasó?

- Ya no voy a poder verte en la semana…



- Metí algunas clases en el gimnasio y son de 9 a 10, sólo podremos vernos los martes. Podemos vernos después de las 10, aunque sea un momento. Es que mi cuñado va a pasar por mí, si no sí… No te quedes callado.

- ¿Y qué hago?

- No sé, hazme reír.

- Dejé la escuela de payasos hace un año.

- No te pongas pesado… Pero los martes nos vemos…



- Mira, yo te pedí que me tuvieras paciencia, para mí esto es difícil, quiero estar contigo pero el gimnasio es importante para mí, desde niño he sido muy flaco y la gente siempre me lo ha dicho, ahora entré al gimnasio y quiero hacer algo por mí, lo empecé apenas y no quiero dejarlo, por eso te pido paciencia, dame al menos tres meses y después de eso arreglamos mejor las cosas, pero no quiero dejar el gimnasio ahora, me siento muy bien yendo, entiéndeme.

- Mira, paciencia puedo tener, pero también me gustaría saber qué puedo esperar.

- No sé, a mí nadie me ha pedido nada.

- ¿Yo debo pedirte?

- No sé.

- De acuerdo, sinceramente, me gustas y mucho, tengo ganas de verte pero tú ya organizaste tu vida, no sé. ¿Qué va a pasar? Si voy a tener paciencia esperando, quiero saber qué es lo que voy a estar esperando o qué encontraré al final, y si no saberlo, al menos tener una idea.

- Pues a mí nadie me ha pedido nada.

- Y dale con eso, bueno, ya, está bien, ¿quieres ser mi novio?

Por respuesta me tomó la cara y me dio un beso delicioso.
Iniciamos el camino de Reforma.

- ¿Qué te gusta de mí?

- Que te pareces al Guasón.

- ¿Qué?

- En serio, te pareces al Guasón, el de Batman.

- ¿Por qué?

- Tu complexión, la forma de los labios, los ojos de alcantarilla, me encantas.

- ¿Te encanto aunque me parezca al Guasón?

- Oye, el Guasón es uno de los personajes más sexys del mundo, me encanta ese payaso.

- Ok, no diré nada.

- Aunque lo digas, el Guasón me va a seguir gustando.

Me quiso besar y recordando lo hecho por él, me negué.

- ¿Qué pasa?

- De castigo, por no haberme querido besar la semana pasada, ahora yo no te voy a besar.

- Ah, me estás castigando.

- Sip.

- Pues de castigo no te voy a hablar.

Y así fuimos caminando en silencio, sólo riéndonos de nuestra estupidez.

- ¿O sea que yo no puedo castigarte pero tú sí?

- No sé, no voy a hablarte.

- Pues ya lo hiciste.

- Entonces bésame.

Y sucedió de nuevo, entre las sombras de Reforma.

Martes nos vimos como novios ya por primera vez. Llegamos al parque de siempre y estuvimos platicando, nos recostamos en el pasto y estuvimos besándonos, unas señoras pasaron pero Humberto no se apartó. Lo besé en agradecimiento. Estuvimos platicando, se me recostó encima y sentí la excitación que no ocultaba el pantalón, nos sonreímos. Me encantaba mirarle los ojos, los labios.

La semana pasó sin vernos, sólo con mensajitos por cel y llamadas diarias de él por teléfono. Yo me encerraba a hablar en mi cuarto, aunque no hay pex con mi hermana, me sentía como un adolescente haciendo algo prohibido, sólo sonreía como tonto todo el tiempo.






Ago más que una imagen
Algo más que el ensueño
Llegó el fin de semana esperando poder verlo, no sucedió, tenía compromisos familiares. El martes nos vimos. Estar con él era rico, pero era muy poco tiempo, checando a cada rato el reloj para que no se hiciera muy tarde y sus papás no sospecharan. Así que apenas nos sentábamos, estábamos un rato y ya de nuevo a iniciar la marcha rumbo a Metro Hidalgo.

Una vez más, la semana de mensajitos y hablar por fon. El fin de semana otra vez no nos vimos, dejó el cargador del cel en la oficina y se le descargó, no tenía apuntado mi tel en otro lugar y no pudo conectarse para mandar un recado.

El martes otra vez nos vimos, contando el tiempo para que no se hiciera muy tarde. Cada vez lo notaba más receptivo en cuanto a que la gente pasaba y ya se inquietaba menos, pero el tiempo, el tiempo, el tiempo.

La semana de recaditos y llamadas por tel. Y el fin de semana, otra vez no pudimos vernos, ¿por…? Algo debió pasar esta vez. Creo que tengo un novio los días martes y uno virtual el resto de la semana. Tenme paciencia, me dijo, pero no sé si voy a poder tenerla, se me empieza a tornar un poco tedioso estar checando el reloj los martes y el teléfono el resto de la semana. Pero vale, el martes lo veo.

El martes salí temprano de Televisa y me fui con calma. Llegué al cuarto para las 9 al parquecillo. Me senté a esperarlo. Unos chicos practicaban con sus patinetas a ver quién se caía más fuerte o no sé en qué consistía el juego, brincaban a una barda y siempre se caían mientras los otros gritaban de emoción.

Siguieron probando la resistencia del piso mientras unos huelguistas se encueraban en la glorieta de Cuitláhuac. Puro hombre feo atentando contra la decencia, digna pasarela de jamones protestando por un algo que ahora no recuerdo, sólo las lonjas en calzones feos.

La gente pasaba y empezaba a hacer frío, los chicos se fueron, los hombres se vistieron y retiraron su plantón nudista. 9:15 pm.

9:20.

9:30.

¿Qué onda? A lo lejos vi una silueta parecida a la suya caminando hacia la parada del bus. Se subió y se fue.

No, no puede ser él. ¿Le marco? ¿Y si no era? Aunque se parecía. Esperaré un momento más. O le mando un mensaje diciéndole que tiene 5 minutos para bajarse del pesero y llegar o me voy. ¿Qué onda?

9: 45

9:50
Bueno, supongo que no va a llegar. Tomo mis cosas y me voy. ¿Le marco? No, mejor no, a ver con qué me sale en la semana. Paso a ver a Ricardo al café.

- ¿Qué onda nene, de dónde vienes?

- De un plantón.

(Y no me refería al nudista).

- ¿Cuándo me presentas al novio?

- Creo que ya no te voy a presentar a nadie.

- ¿Y eso?

- No sé, no sé qué pase esta semana.

- Paco, pero te veías muy contento.

- Pues me veía.

Platicamos un poco más y me fui a casa.

Miércoles no mandó mensaje ni llamó.

Jueves tampoco.

Viernes.
Sábado pensé en llamarlo. Esperé.

Domingo fui al Internet. Estuve pensando en la semana, ¿es esto lo que quiero? ¿Sé qué madres quiero? Me estoy empezando a clavar muy feo y honestamente me la pasé muy mal toda esta semana después de no verlo y que no diga ni pío. ¿Qué le digo?

Simplemente empecé a escribir. Acerca de mi malestar en la semana, de no haberlo visto, de cómo sentía al tener novio quince minutos el martes y virtual en la semana. De las frases del poema que ahora me hacían más ruido que antes.

Cuando nos conocimos ninguno quería salir lastimado y en aras de eso, mejor yo iba a tomar una decisión. Él me pidió tres meses para seguir con su trabajo personal así que decidí otorgárselos. No quería presionarlo a que ya saliera gritándole al mundo que es gay. No quería que se sintiera presionado por besar a un hombre o tomarlo de la mano en la calle a plena luz del día y no en las sombras por el hecho de estar conmigo. Si quería esos tres meses, se los daba.

Decidí no verlo, que él viviera su proceso y si es que en sus planes al final de esos tres meses aún me encontraba yo, sabía como contactarme. Por supuesto, haciendo la aclaración de que él sabía cómo contactarme, la cuestión es cómo estaría yo en ese momento, si aún dispuesto o no a retomar lo dejado en pausa.

Le mandé el correo esperando alguna respuesta, fuera de aceptación, reclamo, pidiendo chance, etc. Pero bien dicen que lo peor es la indiferencia: me quedé sin respuesta en esa semana. En esa y las que le siguieron.

Pasaron los tres meses y nunca más contactó.

El día de mi lectura de la Royal Court mandé invitaciones a mis contactos. Entre ellos estaba Humberto. Él sabía de mi participación en el proyecto y me alentó en su momento. Decidí invitarlo. Por supuesto no fue.

Nunca más lo volví a ver o he tenido noticias de él. Cuando paso por el parquecillo de al lado del edificio rojo, no puedo evitar voltear a verlo y siempre le recuerdo. En su momento fue mi Guasón, mi Tony Leung.

En el Chat he hecho muy buenos amigos: Lalo, Pável, Joss, Carlos, Germán, Arturo… He ido conociendo todo tipo de gente, desde los que han pasado dejando alguna especie de huella en mi vida hasta los que simplemente han pasado. Algunos que luego te preguntas: ¿de qué psiquiátrico se salió?

De todo en la viña del señor.

A Humberto me costó olvidarlo, a veces me pregunto qué habrá pasado con él, ¿se habrá casado? ¿Habrá salido del closet? ¿Tendrá pareja? ¿Se dedicará ahora al físico constructivismo? ¿Qué será de él?

Aún guardo el papelito con el poema en mi baúl de recuerdos, junto con las cosas que he ido recolectando de la gente que pasó dejando algo, es lo que me quedó de él.

Al final no fue el Guasón para este Batman, pero algo aportó a la vida. Sea donde sea que se encuentre, espero haya hecho algo mejor que seguir caminando en la oscura calle de Reforma.