LAS CALLECITAS DE BUENOS AIRES TIENEN ESE QUÉ SE YO...

Marzo/10/2007

La cama es muy blanda y me cuesta levantarme. De por sí gracias a mis malas costumbres no pude dormir temprano a pesar del cansancio del viaje. Al final concilié el sueño como a las 4 am. Y la cama es blanda. Me amaneció como a las 12. Me levanté y salí del cuarto. Meme cumplió años el miércoles. 26. 26 años, no es que el miércoles 26. Ayer le di un rebozo que le traje de Oaxaca como regalo de cumpleaños y agradecimiento por recibirme. Le encantó. A Emiliano le traje una bufanda teñida con grana cochinilla. Le va bien el color aunque el Patoso me consulta cómo usarla. Gran tipo el Emi.

Meme irá a no sé donde por un disfraz para la fiesta que tiene en la noche. Salimos juntos de la casa. Vamos hasta calle Cabildo y ahí nos separamos, quedamos en vernos a la noche. Me dice que visite una plazita donde hay artesanos. Antes de esto entro a un ciber, no, perdón, a un “locutorio” para checar el correo. Le mando un mail a mi maestrazo Jorge Núñez, otro a Armando y ya está, ¡a pasear que no vine a Argentina para vivir en un locutorio mandando correos!

Paso por la plazuela que me dijo Meme pero la están arreglando y los artesanos apenas empiezan a poner sus puestos. Al lado hay una iglesia. Mi parte buena aflora de nuevo. Ok, hay que hacer las cosas bien. Entro a la iglesia aprovechando que habrá una boda. Las bodas siempre son el pretexto perfecto para criticar los vestidos de las mujeres y ver hombres guapos en traje, así que aprovechemos.

La iglesia es redonda y vale, está linda. Me siento un rato. Sólo acierto a decir GRACIAS y ya, no sé qué más. Respiro y permanezco un momentito. Me levanto para salir y justo en eso comienza a sonar el órgano de la iglesia. Ok, si quieres que me quede otro rato, me quedo.

El órgano sigue sonando. Respiro tranquilo y sólo estoy.

Pasado un rato, ciao, loco, vámonos de paseo. Salgo de la iglesia. Unos pandrosos hermosos venden chácharas. Me acerco para verlos mejor, a los pandrosos, claro, no a las chácharas. ¿Gustas que te muestre algo?, dicen ellos. Y con el gusto que me daría que me mostraran algo, pero no, acabo de salir de la iglesia y aún no se me pasa mi momento moralino, así que sonrío y me voy.

Sigo caminando y llego hasta Av. Sta Fe. ¿A la derecha o a la izquierda? Me pongo saliva en el dedo para que el aire me indique y lo levanto. Naaa, sigamos sobre Sta. Fe hasta el centro.

Camino en la Av. llena de tiendas. Liquidación. Ofertas. Cierre de temporada. Estoy a punto de volverme loco. El paraíso para un comprador compulsivo. Intento hacer la conversión de pesos argentinos a dólares y de ahí a pesos mexicanos. ¡La locura! No sé qué es peor, si saber que no debo gastar, andar haciendo conversiones o ver tantas tiendas. Sigo caminando. El día está precioso, precioso en verdad. Hace un sol…

Los carros transitan por las calles llenas de argentinos. Eso de que en Argentina todos los hombres son guapos es mentira, no TODOS los hombres son guapos, pero sí hay MUCHOS hombres guapos. Quisiera tener un contador como el que usamos aquella vez en un curso de verano que tomé en el trabajo de mi papá. Yo era niño y mi papá me llevó a su trabajo para tomar un curso. Hicimos de todo con miras a formar niños con conciencia ambiental. Una de las actividades fue sacar los langostinos de los cosos esos donde los tenían y contarlos. Para eso utilizaban un aparatito que contaba los langostinos dándole un clic. Y bueno, del curso de conciencia ambiental para niños lo único que me queda es el deseo de tener un aparatito de esos para contar la cantidad de hombres guapos que pasan a mi lado.

Sigo caminando sobre Av. Santa Fe, tiendas y más tiendas. Paso las entradas al Subte. Bien podría tomar el Subte. y llegar hasta el centro. ¿Pero perder este sol y este clima? Ni loco. Sigo caminando y me voy maravillando con la ciudad. O bueno, al menos con este lado de la ciudad, el barrio, etc. Casas antiguas pintadas de blanco, edificios altos, gente linda, árboles… y un clima delicioso.

Ya es tarde y me ha dado un poco de hambre. Paso por un lugar donde venden cosas de electricidad y recuerdo que Sophía está sin pila. Entro a ver si tienen un adaptador. Dos encargados: uno lindo y el otro guapo. Ok, por favor que me atienda el guapo. Un señor con su hijita me ganan al guapo, así que me hago tonto buscando yo mismo la pieza. Qué tomas más raras que tienen acá. ¿O las tomas raras serán las de mi país? Preferible pensar que los raros son los otros y no uno, así que… qué tomas más raras tienen en este país.

Sigo buscando y no encuentro nada. Veo una que como que se parece pero no deja de ser rara. No, no creo que sea esa, o bueno, igual y sí… Estoy en eso cuando a mi espalda escucho un ¿Te puedo ashudar? Volteo y el guapo está detrás de mí. Sonrío. Sí, busco un adaptador de corriente para mi computadora, o bueno, un adaptador para el enchufe. No, mira, que acá no hay de esos, está prohibido venderlos, los encontrarás en la cashe o en una ferretería, pero nosotros no los tenemos, a lo mucho está éste. Y me muestra el coso aquél que estaba yo viendo pero con el que tenía duda. ¿Cuánto cuesta? 54 pesos. Ok, el peso está a 3 por dólar y el dólar a 11 pesos mexicanos… es… Vale, gracias, le digo al dependiente con mi mejor sonrisa y me despido. De nada, dice él y sigue trabajando.

Salgo y sigo caminando, me detengo a ver casas, a ver algunas calles que me gustan. Mierda, y sin cámara fotográfica. Bueno, ya tendré una, estaré acá por dos años y vendré a tomar esas fotos.

Del otro lado de la calle, sobre la otra vereda, una ferretería me saluda. Seguro ahí sí encuentro el adaptador. Cruzo y entro. Antes compro una gaseosa de cítricos. Un peso con setenta y cinco. Pregunto por un adaptador para toma europea. El señor me muestra varios pero no, ninguno se parece. Al final termino comprando dos, uno que se ajusta al contacto de Sophía y otro que entra a la toma uniéndolos ambos, ya está. Sólo espero que funcione. No se me ocurrió traer el cable de la chofis y bueno, confiaré en el señor de la ferretería.

Salgo del lugar y otra vez el sol. Sigo el camino hacia el centro.

Llego a una parte donde la calle no tiene paso o no sé qué pasa, la cosa es que hay que ir por otro lado. En lo que busco el paso encuentro un taller teatral. Empiezo a leer el cartel y el maestro que da el taller sale y me entrega un volante. ¿Te gusta el teatro? Me dice. Sí, respondo. Me invita a pasar y platicamos un poco. ¿Qué haces? Dramaturgo. Y seguimos platicando. Me pide el mail para tener contacto y me dice por dónde pasar para seguir caminando por la calle. Me despido y vuelvo al paseo.

Logro sortear el obstaculillo y encuentro un restaurante. Ok, hora de comer. Hay mesas afuera y dentro, pero acá afuera no hay nadie, así que entro y tomo una mesa. Una chica con uniforme de mesera se para en la entrada. Me levanto y me le acerco. ¿Es lo mismo adentro que afuera? Sí. Ok, entonces estaré afuera. ¿Vas a desashunar? Sí. Te traigo la carta. Gracias.

Tomo una mesa y sigo disfrutando del rico clima. La chica llega con la carta. ¿Algo de tomar? No por ahora, con la comida. Bien. La chica se va y miro la carta. Bien, se ve rico. Pido una suprema de ternera a la suiza con panceta y papas fritas. Mucha grasa, pero he caminado bocha. ¿Sí era bocha como se decía mucho? Como sea, la cosa es que voy a seguir caminando y espero quemar estas calorías en el paseo.

La gente pasea, sola, con el perro, con la familia. El colectivo pasa enfrente, acento extraño corre por el aire con las palabras, y para ellos el de acento extraño soy yo.

La chica trae la suprema. Es enorme, ¿Me voy a comer todo esto? Empiezo por las papas. A la mitad del plato ya me siento lleno, no quiero más. Un momento de descanso a ver si puedo terminarme todo esto. Un chico guapo pasa caminando y se sienta en la banqueta, perdón, en la vereda, se quita la playera y se pone a tomar el sol. ¿Qué? ¿Así con tal descaro viene y se sienta enfrente de mí, se quita la playera y empieza a tomar sol como si nada presumiéndome el cuerpo? Lo único que sé es que hasta el hambre me ha vuelto y sin darme cuenta, termino la otra parte de la comida que supuestamente ya no me iba a terminar.

Sigo sentado viendo el paisaje, al chico, al paisaje… el chico se va y yo pido la cuenta. 24 pesos. Pago y no sé qué hacer, salí de casa con muy poca plata, puedo regresar aprovechando que estoy cerca del Subte e ir por más dinero y luego volverme o puedo seguir caminando. Mejor no voy por plata, así me quito la tentación de gastar.

Entro a Palermo. Me encanta el barrio. Camino sobre Sta. Fe y llego al jardín botánico Carlos Trays. Entro sin dudarlo. Me encanta el tipo de plantas. Los pinos son diferentes, el follaje es otro y hay unos árboles parecidos a los pochotes que creo yo que sí, que son pochotes, están floreando y cubren el suelo con flores rosas. Camino entre los árboles, entre los arbustos. Gatos, hay montones de gatos en este lugar. Brincan entre las bancas que están en el camino y la gente los alimenta. Hasta ahora no he visto un solo perro callejero, pero por lo visto hay gatos a montón.

Frente al parque hay un letrero de renta de depto. Saco mi libretita y apunto el teléfono. Sigo caminando. Qué loco, la gente viene a los parques a tomar sol. Se acuesta en el pasto y se quita la playera o viene en traje de baño y se acuesta. Entonces el chico que llegó al restaurante no fue a hacerme show, estaba siguiendo una costumbre social. Costumbre social que me encanta. ¡Viva Argentina! En México haces eso y ya te veo en un separo cambiando cigarritos, o igual y te creen loco y te meten a conducir un programa de Tv.

Hay gente leyendo, escuchando música, tomando cerveza, escribiendo en la lap, caminando entre los jardines. Turistas tomando fotos. Y este turista que no trae cámara. Sigo caminando en el jardín, hay más letreros de deptos. en renta. Apunto otros teléfonos. Me encanta este jardín botánico. Recorro sus pasillos de tierra habitados por gatos y llenos de mosquitos. Me están picando. A los locos les encanta la sangre mexicana, ¿viste? ¡Me siguen! Pero son re estúpidos, se me paran en la piel y empiezan a buscar el ángulo más cómodo para picarme, en eso ya los maté y ni cuenta se dieron. En México los mosquitos son furtivos, llegan y te pican rápidamente, para cuando lo notaste ellos ya se fueron habiéndote robado la sangre, pareciera que los entrenan en Tepito. Pero acá los mosquitos son estúpidos.

Sigo caminando. Paso por el Colegio de jardinería, por las demás secciones del jardín. Me encanta. Entro rápido al baño y por fin salgo del jardín. Una vez más: me encantó.

Al lado del jardín hay un pequeño parquecito donde varias personas, parece que en su mayoría viejitos, están congregadas. Llego y sí, es casi puro viejito que juega ajedrez, cartas y dominó. Apuestan con pequeñas piedras mientras platican las cosas que han pasado. Hablan de amigos que vieron, de los que faltaron a la cita, de lo que le pasó al hijo de uno, de lo que hizo este otro. Entre risas siguen jugando y siguen en el chisme.

Un chico pasa al lado llevando una jauría de diferentes perros. Algunos perros de los viejitos les ladran, otros ni les dan bola. Y el paseador sigue recorriendo la calle con sus patrones los perros.

Veo un rato más a los viejitos que juegan mientras cuentan chismes y otro par canta tangos. Me voy feliz total del lugar y sigo caminando. Dejo un rato Av. Sta. Fe y entro por las calles a conocer el barrio. Me gusta. Veo otros deptos. en renta y apunto los teléfonos. Al final no sé si voy a llamar para preguntar precios, pero apunto. Me encanta este barrio, aunque sea muy cheto. Pero yo soy medio cheto, así que puedo soportar eso sin problemas.

Salgo a otra avenida. Se llama Las Heras. Bueno, caminaré por ella a ver a dónde salgo. Total, si de repente llego caminando a un lugar donde hablan portugués y los hombres son mega cachondos, de un paro cardíaco por felicidad no pasaré. Y sigo caminando por Las Heras. Llego al parque Las Heras. Otra vez gente acostada en el pasto tomando el sol. Esto no hay que perdérselo.

Entro al Parque y camino cerca de la gente, me encanta esta costumbre de tomar el sol en el parque. Con razón hay tanta gente bronceada. Mucha gente pasea a sus perros, otros a sus hijos y más arriba unos juegan fut bol en unas canchitas. Subo un momento a ver los partidos. Wow. Qué lindos ese par de chicos que están ahí jugando. Bien, creo que le iré a ese equipo. Veo un momento el partido y allá a lo lejos lo veo, sin camisa, alto, flaco, cabello castaño claro un poco largo y ensortijado, gritándole a sus compañeros de equipo y defendiendo la portería. Abandono el partido anterior y camino hacia esa cancha y ahí está él. Es guapo en verdad y tan varonil…

Me acabo de enamorar.

Dios, por favor, si existes, déjame saber cómo se llama. ¡Gonza! ¡Gonza! Le gritan sus compañeros para pedirle la pelota. ¡Bien! Seguimos llevándonos bien el patrón y yo. Sigo viendo el partido, su cuerpo marcado, el partido, sus piernas largas, el partido, su nariz un poco larga, el partido, su abdomen plano, el partido, la forma en que le delinea el trasero su pequeño short… ¡Quiero que metan un gol y de puro gusto se baje el short! Pero bueno, creo que eso es ya pedir demasiado. Pero uno nunca sabe, pedí saber el nombre y me lo dijeron. ¿Y si pido en verdad que haga eso…? Naaa. Sigo viendo otro rato el partido hasta que ya, hora de ir a lo que sigue. El sol está delicioso, la tarde está hermosa, el Gonza está divino pero hay que conocer Buenos Aires.

Camino sobre Coronel Díaz. Paso un tipo centro comercial que está en dos cuadras diferentes unidas por un puente. Me dan ganas de entrar, pero no vine para andar en el Perisur de Argentina, eso será ya que esté bien acomodado, habituado, acostumbrado, etc. Así que sigo caminando.

Llego de nuevo a Av. Sta. Fe. Parece que el destino quiere que siga caminando en esta calle. Bien, sigamos el camino amarillo. En la esquina de Sta. Fe y Coronel Díaz está un chico repartiendo volantes. Y es hermoso. Los ojos más hermosos que he visto. Y de nuevo, me enamoro. ¿Gonza? ¿Quién? ¡Ah, sí! No, pero eso ya fue, prefirió el fut bol así que lo dejé, jejeje. Y el chico de los volantes me entrega uno mientras me mira directo a los ojos. Y siento que muero. Y me abandona, el chabón me abandona para repartir volantes a otros, se va con otros… ¡pero hay un dios! Y es el mismo que me invita a seguir disfrutando del sol y de la tarde mientras paseo.

Voy hacia el centro, más tiendas, más liquidaciones, más chicos hermosos, más deptos. en renta, más sol… Me encanta, me encanta, me encanta. Sigo caminando, voy casi llegando al centro entre edificios de departamentos, tiendas, gente. Me sigo enamorando, de la ciudad, de los chicos, de todo.

Termina Av. Sta. Fe y llego a la 9 de julio. Una Av. grande que según es la más amplia del mundo. Y bueno, juntaron 4 calles para eso. Está llena de estos árboles que parecen pochotes y todos están floreando. Mi madre se enamoraría de esta calle.

Recuerdo que Lucy, la chica que me vendió el boleto de avión, me dio los datos de unos amigos en Buenos Aires, la agencia de ellos estaba sobre la calle Cerrito. Y mirá, dijeran los maras, estoy justo sobre Cerrito. Pero no sé si traigo la dirección. Saco mi libretita apunta todo y sí, acá está la dirección y el nombre de los amigos. Camino sobre cerrito (que es la lateral de la 9 de julio) hacia el número de cuadra.

Buenos Aires es una ciudad cuadriculada. Cada cuadra abarca 100 números aunque no estén los 100. Cada cuadra va de 100 en 100, y todas respetan la numeración y ésta corre paralela en las calles, así que es fácil encontrar un número. Si estás parado en la cuadra 300 y vas a la 700 sabes que te faltan 4 cuadras y en eso no hay vuelta de hoja, ¿viste? Nada como en la Condesa donde una calle sale a no sé que parte y la numeración en unas cuadras es de una forma y en otras es de otra. Me choca, siempre me perdía y nunca encontraba estacionamiento.

Llego afuera del edificio donde está la agencia de los amigos de Lucy pero está cerrado. Bueno, es sábado y ya son las 6 pm. Sigo caminando… ¿hacia dónde estará el obelisco? Bueno, como buen perro que soy en el horóscopo chino, seguiré a los carros. Y sí, llego al famoso obelisco.

El obelisco es un monumento alto, alto con forma de Menhir pulido en punta que pusieron en medio de la calle y es el lugar donde supuestamente se alzó la bandera Argentina por primera vez. Y digo yo, si los argentinos se sienten italianos… ¿por qué carajo pusieron un obelisco y no una especie de torre inclinada en medio de la calle para conmemorar el lugar? Pero bueno, estos argentinos están majaretas.

Me siento un rato en la plazuela para descansar y ver caminar a la gente. No se compara con mis tardes sentado afuera de Sto. Domingo bajo los framboyanes, pero tiene lo suyo. Sigo viendo a la gente caminar, turistas que se sacan fotos, pandrosos no tan agraciados que venden chácharas. El sol ya se está yendo, me acompañó toda la tarde en el recorrido. Gracias, mi buen Apolo, por la tarde soleada y los apolíneos que anduvieron en mi camino.

Meme tiene hoy fiesta de disfraces en casa por su cumpleaños, así que lo mejor será regresar para ver en qué le ayudo. No en vano mi madre y mi abuela me lo dijeron hasta el cansancio: “acomídete”. Me levanto y tomo camino hacia el Subte. Mientras llego, sigo baboseando. Línea B, estación Tribunales. Bien, ésta es la que debo tomar. ¿Será como el Metro del DF? Entro al Subte y compro mi boleto. El sistema es diferente y me hago un poco de bolas pero al fin logro entrar. Acá el Subte transita al revés que en el DF. Los vagones, en lugar de llegar por la izquierda, llegan por la derecha. Y bueno, esto parece un trenesito-sauna donde, a pesar de tener ventiladores, hace un calor del demonio, es más lento que el Metro pero la gente es más guapa. Los vendedores ambulantes no se suben gritando para promocionar sus productos sino que te los dejan en las piernas y si les dices que no, no te lo ponen. No hay vendedores de música pirata con sus aparatos a todo volumen… Tiene sus cosas este sistema, pero para transbordar de una línea a otra, debes ir hasta el centro y es una vuelta enorme, en ese caso, lo mejor es tomar el colectivo.

Ahora que lo veo bien, Belgrano no está tan cerca del centro, pero bueno, si viví en el DF, debo estar acostumbrado a los recorridos largos.

Una estación antes de la que me debo bajar, el Subte. se detiene por un buen rato. A los 5 minutos, una voz avisa que va a estar parado y salgo del vagón junto con bastante gente que pone cara de culo por la noticia. Y bueno, si ya caminé todo esto de ida, que no camine una estación de regreso…

Paso por la plazuela de la mañana en la que apenas ponían sus puestos y ahora sí ya está puesto todo. El chico guapo al que le ayudamos Emiliano y yo con el carro pasa a lo lejos. Empiezo a recorrer los puestos uno en uno viendo qué hay. Materas o como se llamen, flautas, ropa, plaquitas pintadas con letreritos jocosos, títeres, joyerías, cosas en madera, diferentes artesanías… es como el Coyoacán de Buenos Aires. Sigo caminando entre los puestos. Termino de recorrer la plazuela y salgo para ir hacia casa. En el camino, paso entre un grupo de gente y un tipo pasa a mi lado, ambos volteamos a vernos y siento como un algo recorriéndome el cuerpo, sonrío y el tipo sonríe, sigo caminando pero no puedo evitar voltear, volteo y el tipo también ha volteado, nos vemos y sonreímos pero cada uno sigue su camino. Boludeces, pero nunca había sentido eso al toparme con alguien. ¿Sería mi alma gemela y la dejé ir?

Y por fin llego a casa. Pregunto a Meme si necesita que la ayude en algo y dice que no. Pregunta por cómo me fue y le cuento un poco. Dice que caminé mucho pero a mí no me pareció. ¿Pasaste por la plazita? Sí, ahora al regreso, antes estaban poniendo apenas los puestos. Y sí, hay cosas lindas, aunque hay algunos que venden cada cosa que dan ganas de decirle: mirá loco, vamos a sentarnos a hablar un momento, ¿en verdad crees que lo que hacés es arte?, estás ocupando el lugar que otro artesano mejor que vos puedo ocupar. Me río de lo que dice y platicamos un momento más. Bianca hace ruido y Meme va a verla. Aprovecho y entro al cuarto para darme un baño antes de la fiesta y me recuesto, total que hay tiempo.

Y me quedo dormido.

10:30. Me despierto y me arreglo para la fiesta. Me pongo el disfraz de cura que fue un hit en las pasadas fiestas del día de muertos. Dice Meme que le impresiona mucho mi disfraz. Que me ve y siente algo raro, fuerte. Le confieso mi etapa oscura del seminario y ya, con razón, dice ella. Son las 11 y nadie ha llegado. Van a llegar tarde, me dice, hoy tocaba gratis Cerati y algunos vienen de allá.

Emiliano no quiso venir a la fiesta, no es muy sociable y dijo que prefería que conociera gente nueva. Es lo más ese Emi, tiene 21 años, es escritor, toma pastillas, es antisocial en algunos aspectos y tiene un CI muy alto que le ocasiona problemas. ¡Perfecto para ser mi amigo! Y luego mi hermana me pregunta: ¿de dónde sacas tus amigos? Ahora podré contestar al mejor estilo argentino: “y qué sé yo”.

El primero en llegar es Mariano, el chico que conocí la ocasión anterior. Se ha disfrazado de portero, el loco… algo, un portero famoso en Argentina que ya está viejo y sigue portereando. Después llega Julián… es hermoso este chico, me encanta, me encanta, me encanta. Tiene unos ojos… Demián con su novia nueva, una mina que me ha caído bárbaro, ellos no vienen disfrazados. Después van llegando los demás amigos. Meme me presenta y todos me dicen sí, padre… no, padre.

Y bueno, he dejado de tener nombre y ahora todos me dicen “mexicano”. La fiesta súper tranquila pero linda, me ha gustado, medio bohemia. Meme esperaba más gente pero llegaron sólo algunos, pero bueno, si algo he aprendido es que están los que deben estar. Yo intento pasármelo bien.


Y así sigue transitando la noche. La fiesta, por suerte, no termina muy tarde y es hora de dormir. Los chicos se van y bueno, Meme se ha quedado re dormida. Mañana levantaremos un poco el tiradero, el cansancio me ha salido por fin y bueno, mañana, mañana será otro día.