EL INICIO. LEVANTA LAS ALAS ¡VALIENTE!

Mis padres llegaron de Oaxaca como a las 10 pm. En ese momento terminaba de escribir algunas cosas que le dejaría a mi hermana, cuentas de banco, correos, etc. Entré a bañarme rápido para estar listo. Pasé la tarde haciendo maletas. Llevo tres, no son muy grandes, pero es algo considerable. En sí he dejado la mayoría de mis libros, sólo llevo los de teatro que son los que más pesan, el Quijote ha tenido que quedarse por voluminoso.

Hubieras comprado uno con menos palabras, dijo mi cuñado.

En una maleta van mis chamarras, suéteres, playeras y bufandas, en la otra pantalones, camisas y ropa interior; en la tercera zapatos, mochilas y tres kilos de chocolate. Los libros y demás documentos van llenando espacios, lo mismo algunos muñecos y recuerdillos. Mis dos payasos han tenido que quedarse, corren riesgo de romperse y no quiero que pase de nuevo, sólo traigo el payasito de palma que me dio Maribel.

Hoy llegó a la casa mi primo Inti, se quedará a vivir y ocupará el cuarto de Ernesto, Ernesto se pasa al mío y mis cosas restantes se van para Oaxaca. En sí son dos cajas de ropa, pero duele un poco separarse de tres años de historia.

Salimos al aeropuerto por ahí del cuarto para las doce, en lo que mi papá salía del baño, mi hermana acomodaba su carro, etc. Llegamos y documenté equipaje. Ahora resulta que el peso permitido son 32 kilos y yo llevo 54. Me han cobrado sólo 10 de exceso pero ha sido un buen dinero, eso me hubiera servido para vivir medio mes en Argentina, pero hubiera sido decidir dejar una maleta y para colmo es dejar los zapatos y andar descalzo, dejar la de pantalones y camisas o dejar la de suéteres, chamarras y playeras. Mejor dejo de andar cavilando lo que no debo y sonrío a la chica. Me entrega mi pase de abordar. Debo estar a las 2 am en la puerta 25 y son apenas las 12:30.

Marzo/9/2007

Fui con mis papás, mi hermana y mi cuñado a sentarnos. Un poco de coca cola para pasar el rato y mis padres que ya se están durmiendo. Salieron del trabajo y vinieron desde Oaxaca a despedirme. Quiero que se vayan a descansar ya pero ellos quieren estar hasta que ya no me vean. Los amo.

10 minutos antes de las 2. Vamos hacia la sala de abordaje. Hora de las despedidas. Mi hermana y mi mamá se han quebrado, las lágrimas se les salen aunque intentan reprimirlas. Mi padre y mi cuñado se notan más tranquilos. Yo... yo no sé. Estoy entre que la emoción por que ya me voy, la nostalgia de separarme de mi familia, la curiosidad de si habrá algún contratiempo, qué sé yo. Me dan la bendición y entro. Me revisan la mochila. Todo bien. Un último saludo de mano y ahora sí dejo de ver a mi familia.

Camino a la sala de abordaje paso al baño. El censor de los lavamanos no quiere captarme. Baño racista, si no va a quitarme lo moreno, sólo el jabón. Por fin saca agua y listo. Me encuentro a Angie. Una actriz que conocí en el taller de la Royal Court, no nos llevamos mucho pero me cae bien. Nos saludamos y platicamos un rato. Vamos a la sala. De la 25 nos mandan a la 22. Al parecer han juntado varios vuelos en uno solo y hay gente que va a Argentina y otros que van a Cancún. Pasan primero a los de Cancún. Después los de Buenos Aires.

Y por fin, subimos al avión.

Comienza a moverse, después de un rato se alinea para el despegue y tómala. Comienza. ¿Me veré teto si mientras va despegando, levanto las manos cual ascenso en montaña rusa? Bueno, lo más seguro es que la azafata esa que hizo la demostración de las puertas de salida y el chaleco salvavidas y demás cosas con soberana hueva digna de ser premiada, venga y me diga que baje las manos. Me quedo viendo las luces del DF que se van haciendo más pequeñas cada vez. Se notan las calles, los fraccionamientos, colonias y demás. Pensar que en algunas de ellas anduve caminando. Eso que se ve debe ser el Edo. De México. Con lo que me gusta Peña Nieto. Algunas nubes van pasando, me doy cuenta de ellas por la sombra que generan en los manchones de luz. Fuera de ello, no se ve más nada.

A mi lado, un tipo rapado de origen argentino va de vacaciones a su país. Cruzamos un par de palabras, no más. Intento dormir un poco.

Las sobrecargos llegan con sus carritos ofreciendo sandwichitos. Dan dos, uno de pan integral con atún y otro de pan blanco con pepino o algo así. El tamaño es insultante. A ver, ya, pasen el menú de adulto porque el infantil no estuvo bueno, pensé que eso se hacía en los salones para las bodas o quinceaños. Total que despacho lentamente mis muestrarios de comida junto con un vaso de jugo de naranja. Mierda, olvidé que tengo un fuego en el labio y que la dentista me cortó dos veces debajo de la lengua al sacarme las radiografías. Bueno, el ardor producido por el jugo de naranja artificial pasa pronto. Entrego la basura y nuevamente intento dormir.

Llegamos pronto a Cancún. La gente baja y me dan mi pase de abordar de nuevo. “Pueden dejar sus bolsas de mano en el avión”, dice una voz antisexy por el sistema de sonido. Salgo a la sala de espera y voy al baño. Al salir me encuentro a Angie que busca a su novio. Platicamos un poco y en eso el novio aparece. Busco una tarjeta de teléfono para llamar a mis papás pero no encuentro en ningún changarrito. Sólo en la farmacia venden, pero está cerrada. Ya casi la abren, dice la gente que atiende las demás tienditas donde he preguntado.

¡Oh, por Dios! Hay gente bastante, bastante atractiva en mi vuelo. Sin lugar a dudas han de ser argentinos. Bien, ya quiero llegar a ese país.

Abren una tienda donde venden revistas de farándula y voy con Angie y su chico a ver qué hay. Abren la farmacia y salgo corriendo a comprar una tarjeta de teléfono. Por fin marco a la casa y ahora nadie contesta. Otra vez y no contestan. Otra vez. Mi papá descuelga y no sé si recordará lo que platicamos, está dormido todavía y sólo acierta a decir monosílabos y un “que te vaya bien, m´ijo”. Hace rato que amaneció.

Perdí de vista a Angie. Me siento un rato a esperar que nos llamen para abordar de nuevo. Tomo mi directorio telefónico para ver nombres de mis amigos y ahí la encuentro, la hoja seca de marihuana que Nico me regalara la noche anterior que estuve tomando chela con él, Gaby y la Peque. ¿Qué hago? ¿La tiro? No me van a tachar de traficante por una simple hoja de mota seca que traigo en una libretita, ¿o sí? ¡Pero si es un recuerdo! Bueno, como sea. La guardo de nuevo en la libreta y meto ésta en la mochila. A ver qué pasa. Llaman a abordar.

Intento poner cara de algo que parezca todo menos un traficante. Sonrío amablemente y la chica a la que entrego el pase de abordar me responde la sonrisa. Con razón la gente luego le andaba diciendo a mi hermana “ay, qué bonito carácter tiene su hermanito”.

Ocupo de nuevo mi asiento junto al señor rapado que va de vacaciones a argentina. Conversamos un poco de nuevo pero no más. Sé que vive en Aguascalientes y que tenía un restaurante de comida argentina, pero ni siquiera se me ocurrió preguntarle el nombre. Su nombre, el nombre del señor, no del restaurante.

Cambio de tripulación. Se va la chica que hacía las cosas con hueva pero que tenía el culo grande y nos ponen a otra más guapa y agradable junto con otro tipo que he alcanzado a escuchar que se llama Walter, es un señor pero no me gusta tanto. Y despegamos.

El sol da de mi lado con todo su esplendor, así que apenas me da tiempo de ver algunas nubes. Son hermosas, me encantan. Cierro la ventanilla y espero dormir un poco. El avión se llena de un olor a comida. Despierto. Han pasado ya algunas horas. El señor rapado de al lado está despierto. Abro la ventanilla y allá hasta abajo se mira la enorme serpiente de agua recorriendo la tierra. La llaman Río Amazonas y es absolutamente impresionante. Quiero abrir la ventanilla y lanzarme hacia ella, tocar sus aguas y brincar sobre los árboles que la bordean. Las nubes pasan al lado de la ventanilla.

¿Lasaña de carne o pollo? Pregunta la azafata sacándome del embelesamiento.
Lasaña.
¿De tomar?
Vino.
¿Sos mayor de edad?
Jajaja, claro.

Me dan la comida pero sigo viendo el Amazonas por otro rato. Por fin empiezo a comer. ¡Ey! Tan mala no es la comida de los aviones. Y al menos esta viene en una porción más generosa. Una ensalada peor de las que yo preparo y un poco de panqué de chocolate acompañan a mi gloriosa lasaña. La termino y sigo viendo por un rato las nubes en la ventanilla. Antes de eso me conformaba con ver las nubes desde la tierra, levantando la cabeza para mirarlas, pero ahora estoy a su altura y a veces más arriba. Definitivamente, cuando se ha estado a la altura de las nubes, la vida no puede seguir siendo la misma.

Sigo embobado viendo montañas, ríos, nubes y más nubes. El Amazonas quedó a lo lejos aunque me gustaría seguirlo viendo, pero ya no, hasta el río más caudaloso del mundo tiene un inicio y un fin. Pido permiso a mi compañero de asiento y salgo para sacar a Sophía. En la tele dan Mr. and Mrs. Smith. Aunque me encanta Angelina Jolie, prefiero ponerme a trabajar un poco. Enciendo a Sophía y abro mi obra “Anónima”. Comienzo a leerla y me entra la añoranza de saber que será mi primer texto montado formalmente y no estaré para verlo. Recuerdo a Mahalat, Miguel, Rodrigo y Ximena y sigo leyendo mientras Angelina y Brad pelean en la tele.

Hago algunos pequeños cambios y me siento abrumado. Cierro la obra y empiezo a escribir un poco. Me pongo melancólico y decido mejor abrir El Decálogo No Amoroso. Me pongo peor. Apago a Sophía y decido ver la peli donde Angelina y Brad ya son maridos felices y luchan por protegerse. Busco los audífonos que estaban en el asiento y no los encuentro. Quito la chamarra, levanto la cobijita, palpo debajo del asiento y no, nanais, por ningún lado aparecen. Bueno, tendré que conformarme con sólo ver la tele, nada de oirla.

Se enciende repentinamente la luz que indica tener los cinturones de seguridad puestos. Se oye el clic de cinturones abrochándose. Mi compañero de asiento, el señor rapado, no se lo ha puesto. Deben ser bolsas de aire, me dice con aire de valiente mientras se acomoda en el asiento. De pronto el avión empieza a juguetear en el aire provocando que algunas señoras den un pequeño gritillo y varios niños lloren. Mi valiente compañero de asiento, el señor rapado, corre a abrocharse el cinturón y se agarra del asiento. Yo sonrío burlonamente mientras reprimo mi deseo de levantar los brazos. El avión sigue sorteando las turbulencias otro ratito y después para. La luz de cinturones no se apaga. Un rato más y por fin el “tin” que indica la calma después de la tempestad. Se oyen los clics de varios pasajeros desabrochándose los cinturones.

Al rato viene una aeromoza con aire de oriental repartiendo las hojas de migración. Sin leer respondo y recuerdo que no, que hay que leer antes de responder. Responda con mayúsculas, dice al inicio de hoja y yo he hecho esto: Francisco Javier Reyes Ortíz. Joder!!! Que hemos empeza´o mal, tío. Bueno, lo demás hagámoslo bien. Sigo respondiendo hasta que encuentro el espacio que dice: Dirección del hotel o domicilio. Abro la mochila para sacar la dirección de a donde debo llegar y oh, sorpresa… por más que busco no la encuentro. Olvidé la dirección del lugar a donde deberé llegar a vivir. Tanto problema no hay, al llegar a Buenos Aires puedo pasar antes por un ciber para sacarla de mi correo y saber a dónde debo ir, pero acá no puedo. ¿Entonces qué pongo? Ni modo que responda “casa de Meme”. Recuerdo por dónde estaba, el barrio es Belgrano y el nombre de la calle más o menos lo recuerdo, aunque no del todo. Saco un mapa de la ciudad, busco la altura del barrio y ahí está: Olazábal. Cierto, esa es la calle. ¿Pero el número? Lo de menos, lo invento y pongo uno que está cerca del Subte. Mientras no sea una oficina de gobierno o un algo conocido, ya está, no hay problema.

La película ha terminado y el piloto dice que estamos pasando por una ciudad cuyo nombre no recuerdo. Todos miran hacia las ventanillas queriendo verla, pero jojojo, no pueden. Me siento con poder, yo tengo el control no de una, sino de dos ventanillas y son para mí solo. Ni cuando jugaba turista mundial llegaba a sentirme tan poderoso. Pero bueno, también tengo un cura de clóset y mi lado bueno aflora compartiéndole una ventanilla a mi compañero de asiento el valiente señor rapado. La verdad es que dicha ciudad nos queda nada a la vista, apenas y se ve un poco, lo que más se ve es un río algo contaminado y las cuadrículas de sembradíos.

Nos sentamos. Pasan pidiendo los auriculares. Joder, pero yo no encuentro los míos. Bueno, por suerte están acá los del viaje México – Cancún. No encuentro mis auriculares, le digo a mi vecino, sólo están estos del viaje anterior. Entrega esos y ya, sin problemas, me dice el valiente señor rapado. Pasa la aeromoza y le entrego los auriculares, aprovecho para preguntarle si hay problema por haber respondido con minúsculas lo que dice que se debe responder con mayúsculas. Dice que no y me sonríe. Gracias, digo yo. Ya falta poco, me dice el valiente señor rapado sonriendo, vamos a llegar antes de lo dicho, como por media hora, dice. Qué bueno, respondo yo. Y eso que salió demorado, dice él. No importa el color, dijo el Gral Charis.

El capitán, cuyo nombre no recuerdo pero que estaba bastante divertido, avisa que iniciamos el descenso, que todos a sus asientos a ponerse el cinturón, que perdón por haber salido tarde pero que llegamos antes.
Y ahí está: Buenos Aires.

Se va viendo poco a poco y la ciudad me va gustando desde el aire. Muchos ríos, muchos árboles, mucho campo. Creo que tendremos onda ella y yo. Y por fin, aterrizamos. La gente aplaude. Chale, entre levantar los brazos en la turbulencia o aplaudir en el aterrizaje, no sé qué es peor. Todos se desabrochan el cinturón y se levantan corriendo. ¿Para qué? De todos modos aún no vamos a bajar y ni van a salir pronto, pero bueno. Mi compañero, el valiente señor rapado del cual no supe el nombre, se despide y marcha. Yo espero a que baje la gente y entonces me levanto para sacar a Sophía. Saco a la negra del porta equipajes, reviso que vaya todo, el pasaporte, los tickets de las maletas, mi chamarra… Bien, está todo.

Salgo del avión con mi sonrisota y me encuentro a un tipo caracúlico que indica que hemos llegado. Sigo caminando y antes paso al baño. Hay un chico que hace la limpieza de los baños que ¡oh, por Dios!, es bellísimo. ¿Será que en este baño están filmando una peli porno y él espera para hacer su escena? Como sea, creo que eso de que en Argentina todos son guapos va siendo cierto. Bueno, o al menos vale darle el beneficio de la duda a la afirmación.

Llego para que me den la visa. Falta que me revisen la maleta y vean mi hoja de mota regalo de Turche en la mochila. Pero no pasa. Un tipo bastante atractivo me pide el pasaporte y me lo sella. Por mí, que selle lo que quiera. 90 días de permiso para estar en el país. Bajo y busco las maletas, espero que no sea un quilombo, ¿viste? Que lleguen completas y nada de que se perdieron y una fue a dar a Australia y la otra está en Tombuctú. Chau, se las mandamos en una semana a casa. Pero ahí vienen las tres, una delante y otras dos juntas un poco atrás. Casi agarradas de la mano las locas y cantando la marcha de las vocales.

Las tomo e intento llevar las tres. Con razón me cobraron exceso de equipaje. Después de llevar estas tres yo solo, me voy a hacer audición al Circo del Sol como malabarista.

Salgo a la sala de recepción buscando a Emiliano, mi amigo español que vive en Buenos Aires y que dijo irá por mí, pero el Patoso no está a la a vista. Aprovecho para ir a cambiar dinero. Entro con mis tres maletas y las dejo acomodaditas en lo que cambio. Se portan bien y no hagan desmadre. La mina de la taquilla me dice que pase. Saludo y sonrío pero a ella sólo le importa saber cuánto voy a cambiar. Le entrego 220 dólares y me da lo equivalente en pesos. El cambio de pesos argentinos a dólares está a razón de como 3 pesos por dólar. Saquen la cuenta si son morbosos y quieren saber cuánto me dieron. Me pide el pasaporte para darme el dinero y guarda unos datos. Mierda, que me ha visto cara de traficante, pienso yo. Pero no, después veo que no puedes cambiar más de una determinada cantidad de dólares al mes, supongo que mi pasaporte es para meterte al sistema y saber cuánto has cambiado. No en vano mi CI es superior a la media. Al menos eso dijo una psicóloga gorda que usaba perfume barato y que me hizo exámenes psicológicos.

Salgo del coso este donde cambian el dinero y a lo lejos veo al Patoso de Emiliano. Llego y nos saludamos efusivamente. Me ayuda con una maleta. Quise comprarte una guía T, me dice, pero no encontré en ningún lugar, me dijeron que acá en el aeropuerto pero en este puesto no tienen, que hasta la otra terminal, ¿vamos o me esperas? ¿Está lejos? Como 100 mtrs. Dale, anda vos que yo traigo tres maletas y es un desmadre andar con ellas. Al rato regresa y dice que no, que no hubo. Tomamos el taxi de su tío que cobra por kilometraje y no por tiempo y se llama remís. Saldrá en 35 pesos.

En el camino vamos platicando y le digo que paren en un ciber porque no sé a dónde debo llegar. De distraído no me baja y me regaña. El tío hace el plan para pasar por una calle donde pueda parar y haya un ciber. Me dicen cómo está la onda de Buenos Aires capital y lo que es Provincia, los barrios, etc.

Pasamos por un ciber donde una mujer caracúlica atiende y puedo sacar la dirección. Ahora sí, al infinito y más allá, tercera estrella a la derecha y hasta casa de Meme. Llegamos y tocamos. Meme sale corriendo llevando en brazos a una nena de dos años en pelotas, se llama Bianca y está media asustada. Saludo a Meme y voy con Emiliano por las maletas. Entramos y vamos al cuarto donde viviré al menos este mes. Meme quiso ambientarlo lo más mexicano que pudo. Me cae re bien Meme (Mercedes), es divina. Platicamos un poco y Emiliano propone salir un momento. Vamos con Meme por una cerveza a un Maxikiosko (tiendita de la esquina) y de ahí a un parque para tomarla.

En el camino pasamos por un locutorio (ciber) y entro para llamar a mis padres y decirles que su retoño más pequeño ha llegado con bien. Le pregunto al encargado cómo se marca a México y el loco no sabe. Decido mejor rentar una máquina. Me conecto al msn y me encuentro a Vane. Le pido que marque a la casa para avisar que ya llegué y la nena hermosa me hace el favor. Bueno, un asunto menos, ahora sí vamos por la cerveza.

En el camino al parque donde la tomaremos, un chico bastante guapo tiene problemas con el carro, me aflora mi espíritu scout y me ofrezco para ayudarlo. No, corrección: me aflora el espíritu scout gay y me ofrezco a ayudarlo. Emiliano y yo empujamos el carro intentando arrancarlo pero fracasamos. Dejamos al chico solo con el auto y vamos a ayudar a Meme a tomar la cerveza. Nos sentamos en una banca mientras Meme nos habla del barrio, de cómo están las cosas en cuanto a seguridad, etc. y de lo lindo que le parece el parque.

Mientras esperábamos para que entrara a la sala de abordar, le enseñé a mi mamá unos folletos de Buenos Aires para que se entretuviera, vio una foto de la ciudad tomada desde el río. ¿Hay río allá? Dijo ella. Sí, uno muy grande, dije yo. Debe haber mucho mosco, dijo ella. Y sí, estoy ahora acá sentado tomando una cerveza recordando a mi madre mientras un mar de moscos me pican. Y ya empezó el Dengue, dice Meme… ¿lo dijo para tranquilizarme, alentarme, prevenirme…? Un chico precioso pasa corriendo. Nosotros seguimos tomando la chela y platicamos. Meme me está cayendo muy bien. Otro chico hermoso pasa corriendo y ya, definitivo: me encanta este parque, le digo a Meme después de ver al segundo chico haciendo ejercicio. Y sí, dice ella, ¿viste qué lindos los árboles? Definitivo, Meme me está cayendo muy bien.

La cerveza se ha terminado. Emiliano y yo decidimos ir al cine. Meme regresa a casa para ver a Bianquita. Vamos a ver una película gay que Emiliano quería ver conmigo y que esperó para verla. Es de un francés apellidado Ozon y la peli la tradujeron como Tiempo de vivir. En la entrada exhiben notas de periódicos dando críticas de las películas, me gusta eso. La película… que me ha gustado, de pronto unos momentos raros pero en general me gustó. Emiliano me acompaña a casa. Meme baña a Bianca y un amigo, Mariano, detiene al lobo mientras me ladra.

El lobo es un perro negro y viejo que arma mucho alboroto y que le han puesto bozal mientras se acostumbra a verme. Pobre perro, pero bueno, prefiero que sufra un poco con el bozal a que me arranque media pierna de una mordida, ¿viste?

Empiezo a acomodar mis cosas, espero a que desocupen el baño y entro a darme una ducha. Salgo y quiero trabajar con Sophía un rato pero… las conexiones son diferentes y no puedo conectarla!!! Tendré que esperar a comprar un adaptador para poder conectar. Bueno, lo mejor será dormir un poco y descansar del viaje. Ya mañana Dios dirá.

Espero.