HEPATOSO. Inician o continúan los males.

¿Paco, te estás drogando?

Me preguntó Emiliano la otra noche en el tenedor libre cuando fuimos a cenar. La razón: el amarillo de mis ojos. Dos días antes ya lo había notado cuando fui a lavarme las manos después de cenar. La luz de la lámpara de neón me daba directo en la cara y, mientras me mojaba un poco el cabello para peinarme, me vi los ojos en el espejo y noté el color amarillento. Huevos, me dije, ¿será que estoy mutando?

Salí del restaurante pensando que era por cansancio y me fui a dormir a casa. No volví a verme los ojos hasta esa noche en que Emiliano me hizo esa pregunta. Paco, ¿te estás drogando? Me preocupé. ¿Qué podrá ser? En la tele pasan un comercial que dice “dale color a tu vida”, pero no creo que se refieran a esto. Creo que debo ir al doctor.

No lo hice. Como siempre, ante las cosas urgentes, sale algo que parece más urgente y que en ocasiones lo es. En este caso, mi tiempo de VISA de turista en Argentina se terminaba y debía salir del país para renovarla. También me estaba cambiando de casa.

Bueno, esas cosas que se anteponen a la salud.

Me cambié de casa y me fui el fin de semana a Uruguay. A Colonia del Sacramento. Hermoso lugar. Carísimo, pero hermoso.

En realidad no fui el fin de semana, fui el domingo y el lunes.

Durante estos días el amarillo de mis ojos se redujo. Igual y era estrés, pensé. Suficientes cosas me han pasado estos últimos tres meses como para estar estresado. Yo me siento tranquilo y he dejado de darle importancia a esas cosas, pero eso no quita que en mi organismo se den reacciones químicas que seguramente me han afectado. Bueno, igual y necesito descansar.

Cuando mi abuela estaba en sus últimos días producto del cáncer, recuerdo que mi hermano me habló un poco de la bilirrubina y de cómo produce un color amarillento en la piel. Quizá esto tiene que ver con el amarillo de mis ojos. El problema de ser moreno es que no se puede ver claramente un cambio de pigmentación, pero a contra luz algo se nota.

Creo que debo ver a un médico.

Por otra parte, no hay nada que motive más a un gay que problemas sobre su propia imagen. El color amarillo ya es suficiente, pero la gota que derramó el vaso fue que, al bañarme, noté que el cabello se me está cayendo como si fuera otoño. Salí del baño y fui directo a tomar el celular y le marqué a Adri para preguntarle.

¿Estás orinando oscuro? Sí, he estado orinando oscuro. Pensé que esto fue por los problemas estomacales que tuve y que era falta de líquido, así que me puse a tomar mucha agua y Gatorade notando cierto resultado positivo. Debemos descartar una hepatitis, me dijo Adri.

Quedé con Roy que me acompañaría a la guardia del Hospital Fernández para que me vieran, pero donde ahora vivo, tengo un vecino que es doctor, así que mejor quedé con Roy en ir a verlo para hacerle consulta. Fuimos al otro día en la tarde a visitarlo, estaba un poco adormilado y quedó en pasar al otro día después que yo volviera de clases. Al otro día eran las 4 pm y el doctor no pasaba.

Me conecté al Internet y me encontré en línea a mi hermana, le platiqué un poco de lo que sucedía, ella habló con mi hermano y él dijo que era hepatitis, que me fuera a hacer análisis y me cuidara mucho. Mi hermana se preocupó y me mandó en ese mismo momento al hospital, así que me arreglé y fui. Roy me acompañó.

Llegamos y me dieron turno para pasar a consulta. Eran las 5 pm.

6 pm.
Roy tiene hambre y se va a comprar algo, compra algo para mí pero no tengo hambre. Hay personas esperando pasar que llegaron desde las 2 pm y siguen sin que les den consulta. Ya están reclamando. Yo quisiera reclamar pero, si ellas están desde las 2 y siguen sin darles bola, menos bola me van a dar a mí que estoy apenas desde las 5.
Emiliano quiso venir a estar conmigo, pero le he pedido que no, que se vaya a su casa. No me gustan los hospitales, éste está lleno de gente enferma y lo que menos necesito es que haya acá más gente sana que la enferma y encima que esté acompañándome mientras me hace sentir más enfermo de lo que posiblemente estoy. Supuestamente Emiliano se sintió ofendido por no haberlo dejado venir, pero en este momento es lo que menos me interesa. Cuando tengo cierta inseguridad respecto a mí, me pongo más intolerante de lo que ya soy.

7 pm.
Ya empiezo a estar harto.
Hay personas que, cansadas de esperar, ya se fueron. Los doctores salen y los llaman pero ya no están, se fueron, tan tan. Y los doctores pasan lista para llamarlas.
Lugano Luis…
No vino, está enfermo. Respondo yo y me río.
Y acá sigo esperando.

8 pm.
Por reclamos de una señora, le leyeron la lista de nombres y me enteré que sólo quedaba una persona antes de mí. ¡Bien! Pensé, ya me toca. Pero pasaron otros tres antes. Iba a reclamar. Bueno, por fin pasé.

¿Qué tienes? Me dice el doctor.

El que debería saber qué tengo es él, no yo, aparte de mi enorme carisma y mi sets apil, no sé qué otra cosa tengo. Bueno, sí, el talento y esas cosas, pero ahora estoy enfermo y tengo bajo el narcisismo. Se me pusieron los ojos amarillos y estoy orinando oscuro, le respondo. Me manda a sacar sangre para hacer análisis. Seguramente es hepatitis, me dice. Me sacan la sangre. Más o menos en una hora están tus resultados, me dice la enfermera.

Salgo. El ánimo me ha cambiado con la sangre que me sacaron. Estoy despierto, contento. Me dio hambre. Como un paquete entero de panquecitos que compró Roy. Nos sentamos a esperar. Roy da muestras de estarse hartando. Le digo que llame a Emiliano para que venga. Así al menos tendrá con quién entretenerse y cambiará la cara.

Más o menos pasó la hora, entregaron resultados a dos tipos que pasaron antes de mí, a una señora y a un negro. ¡Un negro! Le digo a Roy y le pellizco el brazo (Tic adquirido de mi amigo Roberto a quien le doy el crédito necesario en tanto que se lo merece porque es original de él el tic y yo no tengo falta de probidad). Roy se queja y yo me río. Y ahí están la señora y el negro recibiendo sus resultados.

Es increíble la capacidad de cambio que produce en la gente el tener mayor certeza respecto a su situación. La señora a la que le entregaron los resultados, antes de saber que no tenía nada, estaba sentada casi desfallecida, con una cara de cuasi moribunda y agarrada del brazo de su marido. Cuando el doctor salió con los resultados y le dijo que no tenía nada, pero que le recomendaba reposo, la señora cambió la cara y se fue sonriente y casi brincando al lado de su esposo.

Pasa un poco más de tiempo.

Francisco Reyes…

Ese soy yo. Reacciono y de un brinco me levanto. Miro sonriente a la enfermera y extiendo la mano esperando el papel con los resultados para llevarlos al médico. Ella me entrega la cosa esa donde pusieron mi sangre y me dice: No tenemos sistema y no hemos llevado tu muestra a laboratorio, llevala vos para que hagan los estudios, laboratorio está en la planta baja. Me dice esto y cierra la puerta.
Yo me quedo como idiota viendo el coso este donde está mi sangre dentro de una bolsa perfectamente cerrada. He estado acá sentado por una hora esperando a que me den los resultados de mis análisis sólo para que una enfermera bigotona salga y me diga que porque “no tienen sistema” no han llevado mi sangre al laboratorio… ¡No tienen sistema pero en la cabeza! Qué les cuesta decirme, perdón, se nos olvidó que existes y no llevamos tu sangre al laboratorio… pero me salen con que no tienen sistema para justificar la hora que he perdido esperando algo que no está sucediendo. ¡La concha de su madre!

Subo con Roy a la planta baja para dejar en el laboratorio los análisis. Una señora, amablemente, nos dice dónde se encuentra y por fin llegamos. Entro a dejar las pruebas. Los resultados estarán en dos horas, me dice el tipo del laboratorio. ¿Perdón? Que estarán en dos horas, me dice nuevamente con mala pronunciación y cara de orto al preguntarle de nuevo creyendo haber entendido mal.

Total que, estuve una hora esperando los resultados de los análisis que no estaban haciendo y ahora debo esperar otras dos para que me den los resultados… ¡A la fregada y que se vayan allá donde la tía Concha!

Mejor me voy a casa y regreso al rato. Bajo para avisar en la guardia lo que me dijeron y aviso que volveré en dos horas ya que vivo cerca del hospital, a unas 9 cuadras más o menos. A la salida me encuentro al doctor que me atendió y le digo lo que pasó. Sí, me comentaron, me dice. Me da algunas recomendaciones acerca de limpieza para evitar contagiar a mis compañeritos de depto. Lávate muy bien las manos y usen lavandina (cloro) en la taza de baño, me dice.

Son las 9: 15 pm.
De regreso a casa, Roy me hace preguntas como si yo supiera algo de lo que tengo. ¿Por qué te dijo que te laves las manos? ¿Qué tienes? ¿Es contagioso? Me empieza a cansar. Contrarresto haciendo bromas de que lo voy a contagiar al tocarlo. Por suerte encontramos a Emiliano y le platicamos cómo ha estado todo.

Llegamos a casa y me acuesto. Encuentro a mi hermana en línea y le cuento lo que ha pasado, regresaré a las 11 por los resultados y a ver qué me dicen. Me da más recomendaciones que le ha dicho mi hermano. Platicamos un poco y ya está. Le digo que la mantendré al tanto.

Hablo boludeces con Emiliano y Roy, aunque en sí ellos se ocupan más de sí mismos.

A las doce vamos de nuevo al Hospital. Llego y pregunto por los resultados. Nadie sabe decirme. Me dicen que cuando esté mi doctor, me llaman. Que no saben, etc. Y seguimos esperando. Roy se impacienta. Lo mandamos a que pregunte.

Como buen gay de 19 años, se arma de valor, se ajusta las medias y entra al lugar ese donde me deben dar los resultados. No sé qué dijo pero me llama. Entro con Emiliano y la enfermera (una chica amable y guapetona con aspecto del club) nos dice que sí, que ya están ahí los resultados pero que debemos esperar al doctor para que me los entregue él, que ya lo llamaron.

Salimos y seguimos esperando.

Salgo a caminar un poco y hace viento y un frío del orto. Y seguimos esperando. Pregunto si está el doctor o puedo cambiar de médico y que sea otro el que me los entregue. La enfermera amable y guapetona con aire del club me dice que sí, que me lo van a cambiar.

Espero. Me llama una doctora. Voy. Roy quiere entrar conmigo y lo mando a la mierda. Entro al consultorio y ahí está la doctora, mira los análisis, anota algunas cosas en un papel y me dice que debo sacar cita en la mañana para que me vea un especialista. Me dice dónde sacar la cita y se despide sonriente. ¿Como a qué hora está bien que venga en la mañana? Hay gente que se queda a dormir afuera del hospital para que le den un turno, me dice mientras llama al siguiente paciente. Doy las gracias y salgo. Nuevamente Emiliano y Roy me abordan con preguntas: ¿cómo se contagia? ¿Qué tienes? ¿De cuál tienes?

Les digo que sigo sin saber un carajo de lo que tengo y salimos del hospital. La enfermera guapetona con aspecto del club se encuentra afuera fumando. La saludamos al paso y Roy quiere regresar para preguntarle qué tengo y cómo se contagia. Yo sigo caminando. Emiliano y él me alcanzan y llegamos a casa. Son las 3: 00 am. Ellos entran al cuarto y cierran la puerta. Yo arreglo “mi cucho” y pongo el despertador para ir al hospital a las 5 am a sacar turno.

¿Acompañamos a Paco mañana? Escucho que pregunta Roy.
No, me parece que ya cumplimos. Responde Emiliano.

Yo me acuesto y espero poder dormir estas dos horas que faltan. Por una parte el nervio de no saber qué tengo, por otra, el nervio de si lograré despertar. ¿Duermo o me quedo despierto y me voy en vivo?

La respuesta es simple y, antes de darla, me quedé dormido.