LA PANTERA

Todavía recuerdo el día que mi tío Mimo nos la regaló. Una perra Grandanés negra en todo el cuerpo, ojos verdes y orejas un poco puntiagudas y siempre paradas, cola anillada y de pies a cabeza como unos 85 cm de alto. Fuimos a visitar a mi tío a su casa y nos dijo que si queríamos a la perra; como teníamos mucho terreno en la casa, aceptamos. Nos la llevamos en nuestro coche que era un Sedán o los llamados “vochos”, al nuestro le decíamos vochito. Llegamos a casa y abrimos la cajuela, como la perra no conocía la casa, salió corriendo por toda ella. Cuando mi tío nos la dio, estaba chica y como no nos conocía, desconfiaba de nosotros. Después de una semana, cuando por la tarde mis hermanos y yo salíamos para ir al CIMO, nos acompañaba a la parada del camión. Después de ver que subíamos y nos íbamos, se regresaba derecho a la casa. Era una perra muy fiel y noble, además de obediente. Estábamos regresando de la escuela y ella andaba en la calle, sólo al gritar “pantera”, venía corriendo. Lo que más me sorprende de ella es que tuvo dos camadas de hijos con el mismo número: 9 perritos por camada. La primera camada fue al parecer de un perro callejero, los perritos nacieron pero lamentablemente ninguno logró sobrevivir, aunque la verdad eran un poco feos. Acerca de que ninguno haya logrado sobrevivir es mentira, pues uno sí vivió: el Tin-tán. Era un perro negro con amarillo y de muy buen oído con mi papá, pues como él tenía una moto, desde que venía como a dos kilómetros de distancia lo oía y ladraba de una forma especial. Con este perro sucedió algo chistoso, una anécdota de mi hermano, el cual, en la noche, tenía hambre y como la cena no estaba lista y tenía mucha hambre, que dice: “o me dan de comer o me como al Tin-tán”. De este perrito ya no volvimos a saber nada, pues una vez se salió y ya no regresó. Con toda esta camada, jugábamos poniendo obstáculos y poníamos a todos de un lado, luego nosotros nos pasábamos al otro y llamábamos a todos los perritos y se echaban a correr tirando obstáculos o se acostaban o se iban por otro lado y unos cuantos, como 3 o 4, llegaban. Pero poco a poco se fueron muriendo. En mi casa, el terreno estaba bordeado con carrizo y los perros de la vecina se metían. Antes de que la pantera fuera madre, nos divertíamos mucho con ella al sacar a los perros; un perro que lo sacaba mi perra, ya no entraba de nuevo. Nosotros nos subíamos a la azotea cuando le íbamos a dar su hueso para que hiciera ejercicio. Amarrábamos el hueso a un hilo y lo agarrábamos mientras la llamábamos. Llegaba y de un salto lo tomaba. La segunda camada fue más bonita, pues esta vez la fuimos a cruzar con un perro boxer que tenía el señor que vendía salchichas rojas el cual era muy amigo de mi papá. De esta camada el perrito más bonito fue el cofee, el cual siempre saltaba todos los obstáculos sin raspar uno solo y siempre iba a la delantera. Esta vez los perritos salieron chatos y todos con cola anillada y de color negro o amarillo. El cofee fue el único que quedó. Regalamos 5 y con el que nos quedamos más los 3 muertos. El nuestro, el cofee, también se murió, pues la mamá murió y él se quedó solo. La mamá se murió y tuvimos que darle a él con mamila la leche, aunque casi siempre la dejaba. Nuestra perra murito debido a problemas de parto y debido a la mordida de u tlacuache que llegó a comer fruta. Nosotros no sabíamos sobre el tlacuache, pero la perra se la pasaba ladrando hacia arriba del guayabo (texto N.7) y de ahí corría al mangal. Este animal lo descubrió mi mamá en el mangal y a la noche siguiente que llegó. Murió porque todos lo matamos por comerse la fruta. Ya era noche y cada quien se iba a dormir cuando la pantera empezó a ladrar y cada quién se armó con lo que pudo (palos, escobas) y fuimos a matarlo; se encontraba en el mangal. Mi hermano, al verlo, le mandó un golpe con el palo que tenía pero saltó y mi mamá le dio un escobazo en la cabeza. La pantera lo agarró de la piel y lo sacudió, fue entonces que el animalejo la mordió, pero terminó muerto al igual que mi perra. Mi perra para mí es la más lista del mundo, pues la prueba es que una vez la fuimos a dejar por aquí por la Noria como a las 4 pm y a las 7 pm ya estaba en la casa hasta Indeco Xoxo. Cuando llegó, llegó acompañada de un perro que la fue a dejar hasta la casa. La pantera llegó y empezó a raspar la puerta, mi mamá fue a ver qué era y la perra entró sin decir guau corriendo por la casa. Cuando al perra entró, el perro que estaba del otro lado de la calle se fue. Esto es parte de lo que me acuerdo de mi perra porque, si sus recuerdos los tuviera todos, haría un libro.
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Texto N. 14
Francisco Javier Reyes Ortíz
N/L 37
2º C .