Últimamente me he puesto algo nostálgico, no sé si por las fechas que se están viviendo, por estar en mi casa con mis papás, por ver más cerca cada vez el momento de partir a Argentina... no lo sé.La cosa es que estaba haciendo una recopilación de las cosas que he escrito. Entre ellas llegué a mis orígenes como escritor. Se remontan a 1995 cuando estaba en segundo de secundaria y la maestra Gabriela María Pérez Ramírez, ticherina de Lectura y Redacción, nos impuso la tarea de escribir los llamados TEXTOS LIBRES.
Textos llamados así por ser cosas de temática libre, de una cuartilla obligatoria, escritos a mano y que entregábamos cada viernes. Resulta que a mi maestra le gustaban mis trabajos, y de paso, al enterarse de ellos mi padre, empezó a presumirlos con sus amigos. Esto me causó aversión hacia la escritura y desde entonces me juré no ser escritor. "Escribe, lo haces bien" me decía mi papá, pero nomás por llevar la contra y para evitarme las penas de que la gente me dijera "ay, qué bien que lo haces" dejé el papel y las plumas en el fondo del buró.
Así fueron las cosas hasta que de pronto la bomba explotó, la opinión de la gente dejó de importarme, el papel salió del fondo del buró y las plumas del fondo del closet (entiéndalo quien pueda) y además, la gente me dice "ay, qué bien que lo haces" y no sólo refiriéndose a la escritura. Juar!
La cosa es que ando recopilando las hojas que fui dejando tiradas en el camino cual árbol otoñal y por acá pretendo subirlas. Soy de la creencia que uno siempre debe regresar a sus orígenes para renutrirse, ver lo recorrido, replantearse y seguir caminando. Así que entre que sean peras o sean manzanas, por acá subiré algunas de esas hojas caídas que conformaron mi compendio final de textos libres de secundaria y por los que al terminar mi tiempo de estudios, la maestra Gabriela díjome al despedirme de ella: "espero tu primer libro". Palabras que en ese momento no entendí, pero que ahora hasta a mí me hacen ilusión.
Con ustedes: Mis primeros escritos...
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1995
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