EL COMIENZO

Se contactaron por chat. Dudando de las fotos que tenían, se pidieron más e intercambiaron. Fue acuerdo mutuo verse y entonces decidir. A veces la gente cambia en persona. O truquea fotos. La imagen miente. Cambiaron teléfonos y quedaron en que Jamié iría al departamento de EL para satisfacerse. Mutuamente. EL quedó en pagar el taxi a Jamié para que llegara más rápido. Acordaron. ¿Qué podría pasar?
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Jamié tomó tres preservativos del buró mientras esperaba a que el taxi llegara. El lubricante se había terminado pero nada que la saliva no arregle. Un poco de perfume. Retoques en el cabello. Ya está. Un claxon sonando afuera. Vamos que EL está esperando y promete ser bastante bueno. Habrá que ver. La ventaja de los maduros es la experiencia que han ido adquiriendo, aparte que su cuerpo está más firme y son directos en lo que quieren. No todos, claro, pero éste promete.
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Abordó el taxi y salió rumbo a casa de EL. Qué fría es la ciudad a las tres de la mañana. Pocos autos. Alguna gente corriendo a casa. Prostitutas paradas en las esquinas. Suerte, muchachas. Jamié siguió mirando por la ventana el recorrido. Esos edificios que en el día se ven distintos. Es raro, parece que los edificios durmieran. ¿Los edificios duermen?
El taxi dobló en una esquina. Dos cuadras más adelante, se detuvo.
  • Es aquí. Le dijo el taxista. Baja y toca el 3B, no te va a responder, la puerta se abre en automático. Entra y sube al tercer piso, saliendo del elevador, doblas a la derecha y es la segunda puerta. No toques, sólo entra y cierra.
Jamié se sorprendió por los conocimientos del taxista. ¿Por qué sabía tanto? ¿Conocía al hombre que Jamié iba a ver? ¿Serían cómplices de algún plan extraño? Quizás secuestran chavos, los contactan por el chat, los drogan y después los venden en Francia.
  • Es seguro, no hay problema.
Jamié miró al sonriente taxista. Quizás un día, el taxista trajo al hombre a casa, ligaron y entraron al departamento del hombre, cogieron y por eso sabe. Cara de secuestrador no tiene el taxista. Total, si los venden en Francia, Jamié no conoce Francia, algún día habría que viajar.
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Bajó del taxi y siguió a la letra las indicaciones. Tocar la puerta, entrar, tomar el elevador, bajar en el tercer piso, segunda puerta a la derecha, entrar sin tocar y cierras.
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Jamié entró al departamento. Las luces apagadas. A tientas se fue conduciendo. En el piso, el reflejo de la luz de un cuarto con la puerta entreabierta.
  • Ven.
Jamié siguió la voz. Algo en ella era un poco hipnótico. Una voz gruesa pero cálida. Se podría decir que incluso juvenil. Jamié entró al cuarto. Un hombre acostado en la cama. El cuerpo desnudo. Hombre maduro, canoso, cuerpo firme, piel clara. Atractivo. Mejor que en las fotos. Acostado en la cama mirando a Jamié directamente mientras se toca.
  • Desvístete.
Jamié sonrió. No pudo quitar los ojos del cuerpo del hombre. EL acariciándose un pezón con una mano y con la otra la entrepierna, viendo a Jamié, esperando que la ropa se desprendiera como hojas en otoño. Que caigan. Que el aire se las lleve dejando desnuda la corteza. A sus 23 años, Jamié ya no se consideraba un niño para hacerse el difícil, tampoco era tan directo como pensaba que debe ser un adulto. Lo mejor, ir con calma. De alguna manera, el acuerdo era verse para ver si había onda, pero EL ya estaba desnudo y tocándose, llevaba ventaja y Jamié tenía un espíritu competitivo. Además que el hombre le encantó.
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Se quitó la ropa lentamente. Sonriendo mientras lo hacía. Prolongando el momento para estar piel a piel con EL, sentir sus brazos aferrándolo, sus piernas enredándose en las suyas y la lengua en las orejas. Porque debía meterle la lengua en las orejas, no había duda. Jamié continuó quitándose la ropa hasta quedar desnudo. EL lo veía mientras se acariciaba. Parecía empezar a sudar. Respiración agitada. Cuerpo tenso. Carne dura. Jamié caminó hacia la cama. EL lo tomó por las caderas y puso la boca en la piel. Escalofríos, cosquillas, placer. Jaló hacia sí el cuerpo de Jamié y él sólo sintió el calor de la piel. Respiración húmeda. Sudor vaporizando.
Las manos recorriéndole el cuerpo.
Hurgando cada recoveco.
Erizando la piel.
Estremeciendo.
La lengua en las orejas.
Cool.
Carne rozando la entrepierna.
Lengua en el cuello. Mano en la cadera.
Mano en la espalda.
Respiración en el pecho.
Labio en los pezones.
Lengua en las orejas.
Imágenes confusas.
Un espejo.
Jamié viendo su propia imagen en el espejo.
Su cuerpo desnudo frente a sí mismo.
Inmóvil, sin poder quitar la vista de sí.
El delgado cuerpo cubierto por la piel clara, el cabello alborotado, los brazos flanqueando las caderas, los ojos puestos en sí mismos.
  • Recuerda este momento.
Fue lo último que dijo la voz.
Sin darse cuenta, Jamié tenía la ropa puesta. Estaba parado bajando en el ascensor. La puerta se abrió. Caminó por el pasillo y salió del edificio. El taxista esperaba. Jamié entró al auto e inició el regreso a casa. El taxista sonreía.
¿Qué pasa? Un instante atrás, Jamié gozaba en los brazos de EL, en la cama de EL. Ahora viaja sentado en un taxi. ¿Qué ha cambiado? Jamié miró por el retrovisor la sonrisa del taxista. ¿De qué se ríe el taxista? ¿De qué se ríe un taxista? Jamié escapó la mirada hacia la ciudad amaneciente intentando entender en qué momento se había perdido. El reflejo de los edificios en los vidiros del taxi. El reflejo de la ciudad despertando. Árboles abriendo las hojas. Edificios estirándose. Semáforos parpadeando. Reflejos de luz en los vidrios del taxi. Jamié buscó su propio reflejo. Quiso arreglarse el cabello. Jamié buscó su propio reflejo. Encontró nada. Jamié buscó su propio reflejo. Buscó en el espejo del taxi. Nada. La sonrisa del taxista. Jamié buscó su propio reflejo. Nada. El taxista sonreía.
  • Recuerda este momento.
Y Jamié cerró los ojos.