OJOS CON LIMÓN

Mi madre está en el DF gracias a los puentes de México. Claro, los puentes que importan: los de suspensión laboral. ¿Hay otros que unan tanto?
La conocemos. 24 años no pasan como si nada.
¿Qué hacemos hoy?
¡Vamos al mercado de plantas y flores de Xochimilco!
Llegó mi tía Nola a la casa. Aunque la tía Nola es hermana de mi papá, se lleva mejor con mi mamá y se dicen hermanas. Lo que me hace preguntarme: si mi papá es hermano de mi tía, y mi tía es hermana de mi mamá... ¿yo soy producto del incesto?
Mierda.
Bueno. Vamos al mercado.
Huicho manda mensaje: ¿Qué harás esta noche, Cerebro?
No lo sé, Pincky. Por lo pronto salgo con mi hermana, mi mamá y mi tía.
Nos fuimos al mercado. Dos horas desde Xola hasta Cuemanco cortesía del tráfico. Pero valió la pena el viaje.
Llegamos y mi madre con los ojos abiertos, caminando de puesto en puesto y preguntando precios de plantas. Ahora le gusta una, ahora le gusta otra, ahora corre a ver otra, ahora levanta otra... y sigue así de puesto en puesto, de planta en planta.
Sólo puedo verla con los ojos abiertos. La cara radiante, la sonrisa enorme y sus brazos gordos cargando bolsas con plantas dentro.
Llevamos ya tres horas caminando por el mercado y el ánimo no se agota. Al contrario, las "hermanas" entre chismes y demás siguen viendo plantas. Se detienen sólo en los puestos donde hay flores. Plantas verdes sin flor no son dignas de atención. Es ese extraño complejo de abeja que nos ha heredado a mi hermana y a mí.
Tengo hambre. Ellas siguen viendo plantas. Una señora vende fruta y me detengo a comprar un vaso de jícama con naranja.

-          ¿Cómo la quiere, joven?
-          Con todo.
-          ¿Limón y chile?
-          Con todo.

La señora prepara la fruta. Deja caer el polvo de chile.
Está buenísimo, joven, no es del que raspa, pica sabroso. Y mientras dice esto coloca medio limón en el exprimidor. Sonriente aprieta y el jugo sale directo hacia el vaso con fruta y directo hacia mis dos ojos. El jugo entra directo en los dos, sin miramientos, sin discriminar, agarra parejo.
Un grito.

-          ¿Le entró limón en el ojo, joven?
-          No, me entró limón en los dos.

Y dos lágrimas bajan por mis mejillas. Curioso, hace tiempo que no lloro. Bueno, no esperaba llorar gracias al limón que iba en mi vaso de fruta.
Me prometí no volver a llorar.
Y todo por un vaso de fruta con limón.
La señora me entrega con pena el vaso y yo sólo siento que arde.
Un momento después puedo ver de nuevo. El ardor es leve pero puedo ver. Y la fruta está deliciosa. Le convido a mi hermana, a mi tía y a mi madre. Comemos mientras seguimos caminando entre las plantas.
Tres horas ya.
Vamos de regreso al carro.
Cuatro horas en el mercado. La cajuela del carro casi llena y la sonrisa en plenitud de mi mamá y mi tía.
Son las 6 de la tarde y no hemos comido. Salvo unas tostaditas dulces de quién sabe qué y la fruta con limón y chile.
Pero valió la pena.
Ahora regresamos a casa para que mi mamá cocine la guajolota destazada que trajo en su maleta cargando desde Oaxaca.
Sólo mi madre pudo hacer eso.
Nos quiere.