I

El río Peneo descansa tranquilo en el bosque. El sonido del agua es tenue, es un río viejo. Llega Apolo con su carcaj en la espalda. El dios es joven, hermoso, de piel bronceada. Apolo se agacha a beber del agua de Peneo pero se entretiene contemplando su imagen en el agua. Apolo deja ropa y carcaj en el suelo y entra en el río Peneo. Peneo despierta.

PENEO: ¿Quién eres?

APOLO: El vencedor de Pitón.

PENEO: Estas agua son sagradas, no puedes usarlas.

APOLO: Si son sagradas, son propiedad de los dioses. Soy Apolo, hijo de Zeus.

PENEO: El padre de los dioses me concedió la facultad de cambiar de forma a aquél que tome de mi agua, ¿estás dispuesto a correr el riesgo?

APOLO: Soy un dios, no puedes afectarme.

PENEO: Puedo hacerlo.

Apolo se levanta.

APOLO: No he bebido tu agua, sólo busco refrescarme. Estoy cansado. Tras largas faenas he vencido al azote de los hombres: la serpiente Pitón. La batalla fue dura pero mis flechas superiores. No hay en el universo nadie que utilice el arco como yo, soy el mejor. Los pueblos del mundo me rindieron sacrificios en agradecimiento, utilizaron la sangre de la serpiente para alabarme, a mí, su libertador. La serpiente fue un buen rival pero mi gloria es mayor.

PENEO: Eres valiente, joven olímpico. Tienes el valor y la belleza de los hijos de Zeus.

APOLO: Soy el arquero, el conductor del carro del sol.

PENEO: Tu valor en la batalla merece ser recompensado. Toma de mi agua, que no te afectará en nada.

APOLO: Sólo quiero refrescarme.

PENEO: Déjame hacerlo. Acuéstate y te daré el descanso necesario.

APOLO: ¿Cómo puedes hacerlo?

PENEO: Sólo recuéstate.

Apolo se acuesta. Peneo da masaje con sus aguas a Apolo.

APOLO: Mi cuerpo es sol al atardecer. Mis músculos, fuertes en otro momento, ahora son una suave masa. Tensos en un tiempo, ahora descansan. Tu agua me recorre lentamente, cada gota se desliza lenta por mi piel, la acaricia, la refresca. Es lo que necesitaba, lo que mi ser pedía. El delicioso placer que tu agua proporciona. Creo en verdad que tu agua tiene magia, viejo río, pues no había sentido esta sensación que me estás dando.

Llega el viento.

PENEO: Es la sabiduría que otorga los años. Soy agua, uno de los principales elementos. Soy vida, movimiento. Tengo la facultad de purificar, de revitalizar. Te ayudaré a recobrar la fuerza perdida.

APOLO: Nadie me ha vencido, ni el cansancio ni nadie. Aún ahora puedo librar mil batallas y salir triunfante.

PENEO: No seas soberbio, joven dios. Soy un viejo y sé lo que te digo. La experiencia me ha dado sabiduría para conocer que lo que te digo no es falso.

APOLO: Soy el dios de los oráculos, el sabio. Por más que vivas y experiencia que adquieras, nunca tendrás la sabiduría que yo tengo.

PENEO: Quizá sea cierto, pero no confíes tanto en eso.

Apolo se levanta.

APOLO: ¿Dudas de lo que digo?

PENEO: No, joven dios, no dudo. Pero sería prudente que atendieras a lo que te estoy diciendo. Considéralo y verás que es cierto. La soberbia es un mal que puede perder a los hombres.

APOLO: Soy un dios.

PENEO: Mortales e inmortales pueden caer. Han sido muchos los que han visto ante sí caer sus planes y proyectos. Los ven derrumbarse como torres de arena.

APOLO: Yo no creo torres de arena.

PENEO: Zeus venció a su propio padre utilizando sus debilidades. Ten cuidado de no explotar las tuyas.

Apolo sale de Peneo y se viste, se coloca el carcaj.

PENEO: No quise molestarte, joven dios, sólo te digo lo que veo y considero puede servirte, así como he dado descanso a tu cuerpo, también buscaba dar descanso a tu alma.

APOLO: Te juzgas muy benignamente. Sería mejor que vieras lo que tú haces antes de dar consejos a otros. Sabes tranquilizar un cuerpo cansado, pero nadie te pidió consejos. Guárdalos para los débiles, para los que están por debajo de ti, no para los superiores. Yo recorro todos los días el cielo en mi carro, recorro el universo entero. Tú te arrastras por la tierra, reptas como serpiente, eres servil, ¿cómo pretendes decirle cosas a un espíritu libre? Mi imagen se refleja en tu agua cada que recorro los cielos, estando yo por arriba no eres nadie pare decirme lo que debo hacer.

PENEO: Siento haberte ofendido. No era mi objetivo. Te ofrezco mis disculpas.

APOLO: De ti no deseo nada. Recuerda este día como aquél en que fuiste bendecido, el día en que el sol bajó hasta ti. Recuérdalo porque nunca más sucederá. Nunca más aceptaré algo de ti ni de nadie de tu casta. La ofensa que me has hecho es imperdonable.

PENEO: Creo que estás haciendo demasiado grande un simple consejo.

APOLO: No hay más que decir. El dios Apolo abandona la casta de Peneo.

Apolo se va. El sonido del agua se torna un poco violento. El viento recorre por atrás a Peneo y sale siguiendo a Apolo.