II

Cupido, sentado en una piedra, toca el arpa. Llega Apolo. Lo observa, sonríe altaneramente.

APOLO: ¿Qué haces?

CUPIDO: ¿No ves? Toco.

APOLO: ¿Tocas? ¿Llamas tocar a esos rasgueos?

CUPIDO: ¿Tú puedes hacerlo mejor?

APOLO: La pregunta es obvia. Por supuesto que toco mejor, mil veces mejor. Tocando el arpa atraje doncellas, ninfas, oceánides, nereidas. No ha habido mujer capaz de resistir los encantos de mi arpa.

CUPIDO: ¿Y tú has resistido a tantas mujeres?

APOLO: Hasta ahora no he sucumbido a la carne femenina. No ha nacido aquella que me abra los poros, que me despierte el deseo.

CUPIDO: Por muy bueno que seas tocando el arpa, no serías capaz de hacer nada sin la fuerza del amor.

APOLO: ¿Hablas de tus flechas? La pasión que provocan es apenas comparable con una paja ardiendo. Un aire sencillo es necesario para acabarla.

CUPIDO: Puedes ser un dios fuerte y poderoso, pero no serías capaz de resistir la locura que tendrías si te flechara.

APOLO: Para el amor no son necesarias tus flechas, afeminado joven.

Cupido prepara arco y flecha y apunta a Apolo. Él lo mira sonriente.

APOLO: No estés jugando con esas cosas, niño, te puedes lastimar.

CUPIDO: ¿Quieres probar el calor que puedo dejar en ti? ¿Quieres sentirte arder por dentro y no encontrar agua alguna que sea capaz de apagar lo que te quema?

APOLO: Yo soy el sol, nada es capaz de quemar más que yo.

CUPIDO: Una flecha, una sola de mis flechas bastaría para tenerte loco.

APOLO: Lo primero que deberías hacer es aprender a apuntar, después debes aprender a medir tu lengua. Sueltas demasiadas palabras. Son como golondrinas en verano.

CUPIDO: Un solo disparo sería necesario para quitarte la sonrisa.

APOLO: Ni tu madre ha sido capaz de quitarme la sonrisa.

Silencio. Apolo y Cupido se miran. Apolo ríe viendo a Cupido, él tiene el arco tensado a punto de disparar.

APOLO: Deberías dejar esas armas para alguien que sepa manejarlas.

CUPIDO: ¿Tú?

APOLO: Con un solo disparo vencí a la serpiente Pitón. ¿Crees que con una de tus flechas hubieras podido derrotarla?

CUPIDO: Lo hubiera hecho.

APOLO: Los hombres clamaron ayuda, del Olimpo sólo bajé yo para cumplir la faena. Ni siquiera Zeus quiso lanzar sus centellas. ¿Crees que con tus ridículas flechas hubieras salvado a los hombres? Si tú hubieras realizado la misión los hombres sólo tendrían más problemas con una serpiente enamorada. Deja en paz esas armas y dedícate a contemplar mi grandeza. Los gritos que escuchas no dicen Cupido, dicen ¡Apolo! ¡Apolo! Claman al conductor del carro del sol, al de las grandes proezas. Deja de lucirte, dios menor, no pretendas ser como yo, el arco y la flecha fueron creados para mis manos.

CUPIDO: Quizá lograste vencer a la gran serpiente, conductor del carro del sol, pero yo soy capaz de vencerte. Cuando sientas el cuerpo arder en loca pasión, recordarás este momento, y ni porque tomaras la sangre misma de la serpiente vencida lograrías aplacar las llamas que te consumen. No hay poder que venza al amor.

APOLO: Inténtalo.

Cupido dispara. Apolo agarra la flecha en el aire, la observa y después la rompe. Sonríe.

APOLO: Mejor sigue jugando, pequeño. Sueña con las cosas que nunca harás.

Apolo da la vuelta y sigue su camino. Cupido lo mira. Recoge su flecha. Llega el viento.

VIENTO: ¿Molesto, joven de rizados cabellos?

CUPIDO: Molesto.

VIENTO: Escuché lo que te dijo. Altanero el dios.

CUPIDO: Se comerá sus palabras. Una por una. No hay poder más fuerte que el del amor.

VIENTO: ¿Qué piensas hacer?

CUPIDO: Flecharlo.

VIENTO: Deberás hacerlo con mucho cuidado. El dios es rápido, tomó tu flecha del aire. Ni siquiera yo soy más rápido que tus saetas.

CUPIDO: Sé cómo hacerlo.

VIENTO: Buenas deben ser tus magias si pretendes vencer al dios. Es el de los oráculos, el sabio.

CUPIDO: El sabio perderá la cabeza. El amor es más fuerte que la sabiduría.

Cupido toma tierra, empieza a labrar dos flechas.

VIENTO: ¿Qué haces, hermoso joven?

CUPIDO: Dos flechas, las flechas necesarias para derrotar al dios.

VIENTO: ¿De tierra?

CUPIDO: Sí, de tierra, de lo fértil. Basta que la semilla toque el suelo para que germine. Así será el corazón de Apolo, tierra donde la semilla caiga. Entonces crecerá como los árboles, grande, frondosa, desmedida. Así será el amor que a Apolo infunda.

VIENTO: ¿Clavarás en el dios dos flechas?

CUPIDO: Sólo una.

VIENTO: ¿La otra?

CUPIDO: Debo encontrar a alguien a quién flechar. No quiero que Apolo se ame a sí mismo más de lo que ya lo hace, quiero que se enamore de alguien, de alguien que no le corresponda.

VIENTO: ¿Por qué son de colores?

CUPIDO: La de oro es para Apolo, es el amor desmedido, incontrolable. La plomiza es para el otro ser que fleche, es la carencia de amor. Quien quede flechado con esta flecha perderá el amor por los otros y se querrá consagrar a la virginidad eterna.

VIENTO: Si quieres vengarte en verdad, deberías flechar a una vaca.

CUPIDO: Las vacas no son seres capaces de resistir el amor de los dioses. Necesito un ser especial, uno que en verdad sea capaz de oponerse a Apolo. Pero también alguien de quien Apolo se enamore perdidamente.

VIENTO: Creo conocer al ser indicado.

CUPIDO: ¿Quién?

VIENTO: Dafne, la hija del río Peneo. Es una hermosa ninfa. Sus cabellos son como el fuego, su tez es clara como la nieve, su cuerpo es una oda y sus labios invitan a morderlos. No hay ser que la vea que no desee poseerla, acariciar sus caderas. Tomarle el talle y recorrer con las manos todo su cuerpo. Sus suspiros son invitaciones al placer.

CUPIDO: Parece la indicada.

VIENTO: Además, es conveniente a tus planes. No creo que Peneo esté de acuerdo. Entre todos los dioses del Olimpo, el último al que le entregaría a su hija es a Apolo.

CUPIDO: ¿Por qué?

VIENTO: Apolo lo ofendió. Esta mañana, al regresar de cacería, Peneo lo hospedó en sus aguas y Apolo contestó el gesto ofendiéndolo. No creo que Peneo desee que el dios de los oráculos posea a su hija.

CUPIDO: El destino está a mi favor.

VIENTO: Las flechas son hermosas.

CUPIDO: No las toques. No querrás vivir la pasión que a Apolo le espera.

VIENTO: La dorada me atrapa, me hipnotiza, su hermosura es sorprendente. La de plomo es triste, pero es una tristeza seductora.

CUPIDO: Dos amores.

VIENTO: ¿Hay alguna cura para lo que provoquen?

CUPIDO: El amor no tiene cura.