III

El río Peneo observa orgulloso a su hija, Dafne, la hermosa ninfa de cabellos de fuego y tez blanca. Ella se lava el cabello en su padre.

PENEO: ¿Qué habrán pensado los dioses cuando te hicieron, hija?

DAFNE: (Ríe). ¿Por qué?

PENEO: Tu belleza bien puede causar envidia entre las diosas del Olimpo.

DAFNE: Mi belleza no es comparable a la de las diosas. Ellas son como el oro, como el fuego. Tesoros que sólo pueden aspirarse en sueños. El nombre de aquellos que son favorecidos por ellas, será eterno en la memoria.

PENEO: Tú has sido favorecida. Tus cabellos son como el fuego mismo. Tus ojos verdes… parecen frutos desconocidos. Tu piel blanca es más fina que la nieve. ¿No son bendiciones divinas?

DAFNE: En todo caso tú fuiste el favorecido, los dioses te bendijeron con esta hermosa hija (Sonríe).

PENEO: No seas soberbia. Da gracias por la belleza y ocúpala para las virtudes.

DAFNE: ¿Y para qué virtudes debo consagrarla?

PENEO: Para las mejores, hija. Con esa belleza has de ser favorecida con alguien digno de poseerte.

DAFNE: Hombres, faunos, centauros. La única diferencia es que unos son caballos, otros chivos y los otros son los más indefensos. No hay en la tierra alguien que despierte en mí la menor provocación.

PENEO: Ya llegará alguien. No desesperes. Tus cabellos son una antorcha que llama en la noche. Guiarán al ser indicado.

DAFNE: Por la noche, las antorchas lo único que atraen son insectos.

PENEO: No seas pesimista. Espero ver pronto a los descendientes de la casta de Peneo jugar en mis aguas. Serán muchos, como las estrellas del cielo.

DAFNE: Primero que haya alguien digno de perpetrar la casta de Peneo y después sueña que las estrellas del cielo jueguen en tus aguas, padre.

PENEO: Llegará.

DAFNE: En la tierra no hay nadie; quizá en el cielo...

PENEO: Ten cuidado con los seres celestes, más con los que habitan el Olimpo. Los dioses son hermosos y pueden obtener lo que deseen. Se enamoran con la misma facilidad con la que el sol marchita las flores.

DAFNE: Yo sólo quiero alguien dispuesto a estar conmigo. No deseo las glorias del Olimpo, ni siquiera el reconocimiento a la mujer de un héroe.

PENEO: Quiero que contraigas nupcias pronto, hija. Mis aguas están cansadas.

DAFNE: Padre, tus aguas son ya muy viejas. Has dado vida a plantas, flores, árboles frutales. Alientas a los seres que de ti toman. Eso lo seguirás haciendo por mucho tiempo. Tus aguas quizá estén cansadas, pero el cause aún es amplio. Pasarán muchas centurias sin que se sequen. En nada cambiará el que me case ahora o más tarde.

PENEO: No seas ingrata. Dale ese gusto a este anciano.

DAFNE: Primero esperemos que llegue alguien con quién compartir. No soy como las cigarras para engendrar en tierra.

PENEO: Pero no seas tan cerrada. Son muchos los que te han cortejado. Tu belleza engendra historias. De todos los rincones el aire trae palabras que hablan de la belleza de Dafne, hija de Peneo. Son muchos los que atraídos por las historias llegan hasta acá a comprobar la belleza de la ninfa de los cabellos de fuego y piel de nieve. La de melosas caderas. ¿Cómo no saber si entre ellos está aquél que atrape tu corazón?

DAFNE: He sido cuidadosa en observar a los que vienen siguiendo historias. Hasta ahora ninguno de ellos ha sido capaz de despertar en mí una pasión que incendie mi cuerpo, que cambie mi piel de nieve en ardiente deseo.

PENEO: ¿No hay nadie que te guste?

DAFNE: El sol, me gustan las caricias del sol en mi piel. Pero es tan lejano.

PENEO: No hija, el sol no. El sol no calienta, quema. Nunca te acerques a él. Cuídate del conductor de su carro, sus palabras son peores que sus flechas.

DAFNE: ¿Por qué dices eso?

PENEO: Soy un río viejo, he visto muchas cosas.

DAFNE: No sé. He de decir que si quisiera quedar prendada de alguien, quizá el sol sea el indicado. Me gusta su calor.

PENEO: No busques el mal cuando no es lo que está escrito para ti. Sé más indulgente y busca entre los que a ti llegan a aquél que te dé lo que deseas.

DAFNE: Está bien, padre.

PENEO: Anda, camina por el bosque. La sombra te ayudará a buscar buenos pensamientos.

DAFNE: Gracias.

Dafne besa a Peneo y va hacia el bosque.