CONSIDERACIONES SOBRE EL TEATRO OAXAQUEÑO

Pongamos las cartas sobre la mesa
Se acerca un cambio representativo en la realidad oaxaqueña, pero el objetivo no es hablar de política. Hablemos de la realidad del teatro. Está de más aclarar que éste es mi punto de vista, el lector puede estar de acuerdo, enojarse conmigo o simplemente dejar de lado lo que opino. La idea de estas líneas, y varias siguientes, es ofrecer una mirada a la situación que atraviesa el teatro local en la actualidad desde sus diversas vertientes. Empiezo ofreciendo un panorama general para después sacar conclusiones. No estoy revelando verdades. Pongo sobre la mesa algunas cartas que he visto y reconocido en este tiempo de andar en las tablas como hacedor, espectador y crítico chismoso. Quien quiera tomarlas y atreverse a jugar, es bienvenido. Quien no, sólo pase la página.

De la formación
Es evidente que la formación teatral en el estado no existe. A las instituciones poco les importa formar artistas y muchos creadores sólo están esperando que las instituciones les ofrezcan oportunidades de formación. Y entonces el perro anda queriendo morderse la cola aunque la tiene corta.

La poca capacitación ha sido gestada en su mayoría por algunos hacedores. Como ejemplo, los diplomados y talleres de Crisol, los cursos y talleres de Cuauhpanco y algunos talleres esporádicos que van apareciendo evidenciando la falta de oportunidades de formación y, peor aún, la falta de continuidad. Cada grupo de teatro, en la medida de lo posible, se rasca con sus uñas y hace lo que puede. Pero más que presentar quejas, la pregunta que quiero plantear es: ¿a quién le corresponde en realidad la formación de los hacedores y de los grupos teatrales en Oaxaca? Son muy pocos los teatristas que se han planteado un camino personal de capacitación constante auspiciado con sus propios recursos. Pero lo hacen. ¿Esto es gracias al gobierno? Pregunta a los teatristas: ¿cuál fue el último taller que tomaste y hace cuánto? Pregunta a las Instituciones: ¿saben que hay teatro en Oaxaca? Y si así pinta el panorama para los que ya más o menos saben de qué va la cosa, ¿qué pueden esperar las nuevas generaciones?

De los espacios
Espacios oficiales para teatro, hay pocos. El teatro Álvaro Carrillo es un dinosaurio: grande, viejo prematuro y en desuso. Abandonado por las autoridades, por los hacedores y por el público. Sólo hay presentaciones esporádicas de las que algunos se enteran y es una realidad que, para una mirada escénica contemporánea, de mucho no sirve. El teatro Macedonio Alcalá es como una joven virgen: hermosa para verla pero no puedes tocarla. La renta es excesiva e imposibilita las presentaciones locales. Y como el teatro para la cultura oaxaqueña no es redituable, no se obtiene apoyo para poder acceder. El teatro Juárez es uno de los pocos pulmones escénicos de la ciudad. La visión de su administración facilita las presentaciones y ha promovido el desempolve de la formación y la vida teatral oaxaqueñas, sin embargo, por su eclecticismo, no termina de posicionarse en el público de una forma contundente. La Casa de los Teatros es un espacio con muchas posibilidades, poco equipo y buena disposición de su administración, sin embargo, es lamentable que a quince años de su fundación, gran parte de la ciudad desconozca su existencia. La Casa de la Cultura y la Escuela de Bellas Artes se autosatisfacen con sus salas, pero poca vida tienen en lo que representa a la actividad teatral de la ciudad. El Centro Cultural Universitario  de la UABJO tiene un foro con gran cantidad de desventajas, para empezar, tiene una enorme columna central como serio problema escénico y encima de ello hay que preguntar si la Universidad está tomada o no para asistir.

Espacios no oficiales hay muchos y la belleza arquitectónica de la ciudad es un arma de doble filo, por un lado ofrece gran cantidad de escenarios posibles, pero por otro, exige una reflexión en los hacedores respecto al tipo de espectáculos a proponer en estos espacios y que estén dotados de sentido. Reflexión, claro, que no muchos están dispuestos a realizar así que poco se hace o se hace como “el borras”. ¿Entonces?

De la crítica teatral
La crítica teatral en Oaxaca es inexistente, se limita a notas o reseñas periodísticas muchas veces hechas por los mismos hacedores. Los espacios abiertos a publicar crítica son nulos y, peor aún, no hay personas que hagan o quieran hacerla y estén formadas para ello.

El público tiene un desinterés total en ella y no la exige. Pero aparte, lo efímero de las presentaciones no permite tampoco una crítica que vincule a las funciones con el público. ¿Cómo apoyar una obra que sólo ha dado dos funciones y que quién sabe cuándo se va a volver a presentar?

La gente de teatro de Oaxaca perdió la apertura a ser criticada. Se conforma con el halago inmediato de familia y amigos y el silencio de los colegas. Ante cualquier comentario que marque los errores posibles de su trabajo prefiere descalificar a quien emite los comentarios. Sí, los teatreros son gente sensible y necesitan serlo, por lo mismo, es difícil realizar una crítica sabiendo que se van a herir narcisos; la mayoría de los hacedores prefiere no hacer comentarios a los colegas y se limitan a comentar entre ellos mismos sin que los que hicieron la obra terminen enterándose.

Y ante la falta de gente con formación para emitir comentarios (sean periodistas o teatristas), falta de espacios dónde publicar realmente crítica teatral y no reseñas, falta de tiempo de representación de las obras para vincularlas con el público, falta de apertura en la gente de teatro, falta de interés del público… la pregunta es: ¿realmente hay un espacio para la crítica teatral en Oaxaca? ¿Es necesaria?

De la reflexión
Sumo este apartado vinculado directamente con la formación y la crítica. Tiene que ver con la reflexión. Factor fundamental y tan poco asistido en un arte como el teatro.

¿Qué tanto reflexiona un teatrista antes de iniciar un proyecto? ¿Qué piensa sobre el trabajo a presentar? ¿Se plantea objetivos a trabajar? ¿Sabe lo que busca? ¿Busca algo?

 Cada obra plantea una inmensa cantidad de retos y posibilidades de los que hay que ser conscientes y hacerse responsables. Es para el hacedor una posibilidad de indagar, reflexionar, evidenciar, proponer, motivar, encontrar, conocer, sentir, aprender, pensar… etc. ¿Los hacedores son conscientes de ello o sólo van trabajando proyecto tras proyecto repitiendo patrones adquiridos? El teatro como actividad artística tiene impresa una necesidad de decir. ¿Saben los teatristas lo que quieren decir? ¿Lo recuerdan o sólo andan chambeando? No confundamos la necesidad de decir con panfletos ideológicos. Como hacedor, ¿qué quiero decir con este nuevo proyecto? ¿Cuál es mi necesidad para presentar una nueva obra? ¿Por qué hacerlo? Ser consciente de aspectos como estos nos llevarían a grandes posibilidades de reflexión que se verían reflejadas de forma inmediata en los resultados presentados sobre el escenario.

Y si hay una necesidad de reflexión a priori, por supuesto que la hay también a posteriori. ¿Cuánto reflexionan los teatristas sobre sus trabajos una vez presentados? No sobre los resultados de cuánta gente vino, cuánto vendimos, si gustó o no. Concretamente sobre los resultados obtenidos a partir de lo que queríamos decir con este trabajo y todo lo que se reflexionó antes de hacerlo. Para esto falta una buena formación y una gran capacidad de autocrítica. Todos sabemos que tenemos trabajos con los que hemos logrado ampliamente lo que queríamos y de los que nos sentimos orgullosos, pero también muchos con los que hemos fallado completamente. ¿Aprendemos de cada trabajo o es sólo una obra más en el currículum? ¿Existe la reflexión en cada hacedor respecto a lo que hace y lo que quiere? Hay respuestas obvias, falta honestidad para encontrar respuestas verdaderas. Podemos engañarnos, pero lo que se ve en el escenario nunca miente.

Del público
Definitivamente, uno de los pies de donde más cojea el teatro de Oaxaca es en el público. El público abandonó las salas y tiene un gran desinterés en las representaciones. Poco le importa lo que pase en un escenario para el cual tiene que salir de casa, pagar una entrada, estar a la expectativa de si le va a gustar o no lo que vea y después, tener que regresar a casa otra vez. ¿Para qué todo eso si puede ver la TV sin esforzarse, con la posibilidad de cambiarle si no le gusta, sin necesidad de pensar, de moverse y salir un momento de su miserable vida?

La gente de Oaxaca no está acostumbrada a ver teatro y realmente no le interesa. O es demasiado miserable y conformista o es tan snob que cree que el teatro oaxaqueño no la merece. Y a los teatristas parece que poco les importa la necesidad de dialogar con este tipo de personas, de seducirlas, recuperarlas o formarlas y vincular otra vez al hecho escénico con su otra parte tan necesaria: el público.

Dijo una vez un técnico de un teatro de Oaxaca sobre una obra: “qué bueno que nos les falló su familia o nadie los habría visto”. Y parece que como teatristas nos conformamos con que la familia, los amigos y los colegas nos vean. ¿Y los demás? ¿Qué estrategias se pueden generar para recuperar a toda esa gente perdida? Volver a llenar las salas. ¿Y es que realmente vale la pena volver a llenar las salas? ¿De qué sirve llenar una sala si lo que está en el escenario tiene una gran cantidad de problemas y el público sale huyendo? ¿Cómo hacer que el público recupere el interés en el teatro y más aún, cómo atraer a nuevas generaciones?

Se han perdido proyectos importantes como Teatro Escolar por la mala administración de las Instituciones y peor aún, por la falta de interés de los hacedores. Los teatristas se conforman con pegar algunos carteles, hacer un par de entrevistas en radio, dos notas en el periódico y mensajes por mail o redes sociales. Pero la gente no oye esas estaciones de radio, no lee el periódico, no le presta mucho interés a los carteles y todo sigue igual.

¿Vale la pena como gente de teatro trabajar para un público que si no tiene interés ni en su vida, menos lo va a tener por el teatro? ¿Vale la pena traer gente a las salas a ver obras no bien trabajadas? ¿Vale la pena el querer interesar al público en un teatro que ha quedado estancado en parámetros viejos?

Se ha debatido demasiado sobre los saltos evolutivos que la humanidad ha tenido en los últimos tiempos a partir de la tecnología. La gente ya no es la misma que hace diez años. El público ha cambiado. ¿Se enteraron los teatristas?

De los elementos complementarios
Entendamos por elementos complementarios todo lo que acompaña al mundo de la obra: escenografía, vestuario, sonorización, luces, utilería, carteles, programas de mano y demás que apoyan la generación de significado.

Pareciera que es muy poca la preocupación por ellos. Si nos preguntáramos por una obra donde la escenografía, el vestuario, la sonorización, el programa de mano, el cartel o cualquier otro elemento nos hubiera impactado y ayudado a entender el mundo de la obra… ¿cuál sería? La verdad es que el teatro de Oaxaca vive del reciclaje. Toma lo que ya se usó en otras obras o lo primero que esté a la mano y ayude a salir del bache. Y no está mal, qué bueno que se reutilice, el problema es que a eso que se reutiliza no se le da un tratamiento para que se integre al mundo de la nueva obra y genere sentido.

La escenografía, el audio y la iluminación difícilmente van acompañados por una propuesta estética que genere posibilidades de interpretación de la obra; generalmente se usan como resoluciones escénicas que “ambienten” y quedan en un mero decorado. A los carteles y programas de mano no se les considera parte de la obra y menos una posibilidad interpretativa de la misma, es suficiente con que contenga información para que la gente la conozca y una imagen bonita para que no se vea feo, pero se les niega su verdadero valor interpretativo y generador de sentido.

Es casi nula la reflexión que hay sobre estos elementos y es lamentable en tanto que son herramientas muy inmediatas y necesarias que integran el mundo de cada obra, no sólo meros pretextos de decorado o publicidad.

De los hacedores
La ventaja y desventaja de un lugar pequeño es que todo se sabe. La comunidad es pequeña y conocida. Pocos grupos de teatro, pocos hacedores realmente trabajando y pocas obras en cartelera. Grupos que últimamente han estado en las tablas son fáciles de reconocer: Cuauhpanco, Faranduleros, Teatro blanco, Carapacho, Crisol, Compañía Lola Bravo, Gangarilla, Ciruelapasa Producciones y algunos grupos universitarios como el de la UABJO, Unos teatreros y el grupo de la URSE.

Los maestros del teatro en Oaxaca afortunadamente han regresado a trabajar sobre el escenario, sin embargo, son muchos los que se dicen gente de teatro y nada hacen. En general, se ha ido perdiendo la pasión por hacer. Los proyectos son esporádicos y sin continuidad. La gente ya no quiere ensayar porque ya no va a haber camión para volver a casa, porque tiene otras cosas que hacer o simplemente porque no le interesa. Las nuevas generaciones van aprendiendo a fingir sobre el escenario pero poco aprenden sobre entrega y compromiso. Y creen que para ser teatrero basta con pararse sobre un escenario o vestirse como pandroso y con medio corte de cabello..

Van y vienen las quejas sobre si a los actores se les tiene olvidados, sobre si no hay cursos o talleres, sobre si no hay oportunidades… pero pocos buscan generarlas. El chisme de siempre es sobre si tal hizo esto o aquello, sobre si tal no lo hizo, sobre si le salió bien o mal, sobre si tal no tiene derecho a opinar o no ha pagado su derecho de piso, sobre si “x” no sabe hacer las cosas o “y” hace puras locuras que quiere llamar teatro. Y le tememos al intercambio, no queremos trabajar con otros grupos pensando que no nos merecen pero en realidad tenemos miedo de que nos descubran. Y la idea de comunidad teatral no queda ni en pretexto para cuestiones políticas.

Sin embargo, a nivel nacional, Oaxaca permanece. Se recuerda sus participaciones en Muestras Nacionales pasadas o se le ubica por hacedores como Marco Petriz o Pedro Lemus. Aún arrastra un fantasma de renombre a pesar de su poca producción, tanto escénica como dramatúrgica y conceptual. La maestra Arcelia Yañiz se encargó de hacer una historia sobre el teatro en Oaxaca y sus hacedores; faltaron varios y se dispararon las quejas sobre por qué se habla de unos y no de otros. El narciso eterno del teatrista que busca el reconocimiento cuando no se esfuerza en trabajarlo. Egos antaños que se renuevan en el chisme pero no en el trabajo constante y el esfuerzo por hacer caminar al teatro de Oaxaca.

Y aún en ello, hay gente trabajando, algunos en el silencio, otros más cacareando el huevo de vez en cuando, haciendo que el barco de la vida teatral vaya un poco a la deriva, un poco con rumbo, pero remando de vez en vez o bien, escupiéndole al agua para que no se acabe.

Conclusiones
La actividad teatral en Oaxaca ha ido en aumento en los últimos cinco años. Son pocas las obras que se presentan y de una manera muy esporádica, sin embargo, poco a poco se va construyendo el camino. Muestra es la buena participación teatral en el pasado festival Humánitas, los quince años de Crisol y de Cuauhpanco como grupos teatrales, la presencia relativamente constante del arte escénico en el teatro Juárez y los proyectos que, aunque muy desvinculados, se van desarrollando poco a poco (la mayoría de las veces sin apoyo alguno de las Instituciones).

Pareciera que el teatro de Oaxaca está muy mal, pero la realidad apunta hacia lo contrario: hay interés en la gente por trabajar. Sin embargo, habría que apoyar ese interés con una buena dosis de reflexión y honestidad. Trabajar por trabajar sirve de nada. Un teatro que no se piensa a sí mismo y genera desde la reflexión está destinado al fracaso y al olvido. El teatro necesita ponerse en conflicto, estar atento a la realidad con que dialoga, necesita exigirse y disciplinarse, necesita reflexionar y generar conocimiento, necesita formarse y, aunque duela, sacar todo aquello que no sirve o que dificulta el desarrollo.

No es cuestión de ponerse románticos y, cual predicador, decir que el poder de cambiar está en nuestras manos. Lo que está en las manos de cada uno de los que integramos el hacer teatral, sea desde la actuación, la dramaturgia, la dirección, la producción, la crítica o nuestro ser espectadores, etc, es simplemente el dejarnos de chismeríos, de egos elevados, de apatías y holgazanerías y simplemente hacernos responsables de lo que nos corresponde. Nadie va a cambiar la realidad del teatro oaxaqueño más que los que estamos implicados en ella. Las Instituciones están desahuciadas, eso ya se sabe. Y al decir eso más que provocarles para que reaccionen, se les dan argumentos para su conformismo, así que mejor busquemos nuevos horizontes y pongámonos a trabajar. Si me digo gente de teatro pero hace 20 años que no hago nada, mejor decirme lo que en verdad hago y dejo a la verdadera gente de teatro trabajar por la realidad teatral oaxaqueña. Y si he asumido el compromiso de ser teatrista, pues a comprometerse y trabajar.

Esta serie de reflexiones no son más que miradas al hecho escénico. Quien quiera tomarlas y trabajar con ellas, bienvenido. Quien piense que son pura basura o tonterías hilvanadas, está también en lo correcto. Lo que entonces sería verdaderamente interesante es saber cuál es su opinión. Ojalá se pudiera empezar a desarrollar un diálogo entre hacedores que lleve a nuevos horizontes el panorama teatral de Oaxaca.

Viene un periodo interesante de cambio y una posibilidad de nuevas oportunidades, pero eso sólo lo construiremos nosotros, nadie más.

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Con este artículo damos continuidad a la serie publicada en El Jolgorio Cultural 6 y 7 (octubre-noviembre, 2008), cuando Concepción Núñez Miranda hizo un recorrido conciso por la historia del teatro en Oaxaca durante la segunda mitad del siglo XX. Este es una primera aproximación a la situación actual del teatro en y de Oaxaca, en los años recientes. En números próximos habría más colaboraciones que den otras luces al fenómeno.
El Jolgorio Cultural.