EL GUAYABO

En mi ex casa de Indeco Xoxo teníamos un árbol de guayabas, el cual siempre estaba lleno. El árbol era muy grande, más grande que la casa si fuera de 2 pisos, pero como era de uno el árbol se veía enorme. El árbol era tan grande por dentro del follaje que mis hermanos y yo nos lo dividimos. Cada quien tenía dos casa, en total eran 6: Casa 1 y 4 Juan Pablo Casa 2 y 5 Judith Casa 3 y 6 Yo, Francisco. Al lado del árbol había una maceta de la planta llamada moneda, la cual tenía un hueco en el centro pues ahí poníamos el pie al subir, pues como el árbol estaba muy grande del tronco, no podíamos subir por él. En la época en que daba más guayabas nos poníamos a vender este delicioso fruto que daba el árbol en las casas de la colonia, ya hasta sabíamos qué casa eran las que más compraban. Había una señora que compraba del guayabo chiquito, así le decíamos a una guayaba blanca que sabía deliciosa y que estaba al lado de la casa frente al guayabo de guayaba rosada. A mi hermana le gustaban mucho las guayabas del otro árbol, del rosado, pero zarazonas. Diario estábamos subidos en ese árbol de guayaba, no había día en que no estuviéramos comiendo de ese hermoso fruto. Cuando cortábamos para vender, llenábamos una jícara grande de calabaza, en ella las acomodábamos cuidadosamente para que el fruto no se maltratara, además las acomodábamos por tamaños y de acuerdo a su tamaño les poníamos precio. El árbol era conocido como el papá de los árboles de guayaba de la colonia, pues de la semilla de sus frutos nacieron los demás, no todos. Recuerdo que a ese árbol llegó a comer un tlacuache al que mató la pantera, mi perra grandanés de ojos verdes y piel negra de la que hablaré después.
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Texto N. 7
Francisco Javier Reyes Ortíz
N/L 37
2º C .