VIII

Peneo en el bosque. El tranquilo sonido del agua relaja la noche. Llegan Dafne y el Viento.

DAFNE: Padre, escucha mis ruegos, atiende a mi llamado. Defiende a tu hija. Desde pequeña me has cuidado, siendo sólo una gota me protegiste en todo momento. Así pues, escucha lo que ahora pido y protégeme de las garras del que me acosa.

Peneo la mira sorprendido.
PENEO: ¿Qué te pasa, hija?

DAFNE: Las garras del que me sigue, como águila vuelan tras de mí queriendo atraparme, soy su presa. Evítalo, padre. Ayúdame a que su carrera sea vana y no me encuentre, que el motivo de su persecución se pierda en medio de la noche.

PENEO: ¿Quién te sigue?

DAFNE: Apolo, el dios de luminosa cabellera.

PENEO: ¿Qué has hecho para que te viera?

DAFNE: Nada. La luna es testigo de ello. Estaba yo en consagración a ella en medio de la noche cuando apareció entre las sombras el dios. Se acercó queriendo tomarme como suya reclamando besos pasados que desconozco. Me dijo que me le entregara de nuevo, que apagara su fuego y que le acompañara al Olimpo donde moraría como su esposa.

PENEO: No puede hacerlo, puesto que él mismo ha negado aquello que desea. Apolo juró no tener nada de la casta de Peneo, ¿por qué ahora arde en pasión por ti? Extrañas las acciones de los dioses, un día toman el mundo como suyo y el otro lo desconocen. No te preocupes, hija, quédate conmigo, si Apolo sabe qué sangre tienes, no querrá tocarte. Puede más lo soberbia del dios que cualquier cosa en el mundo.

VIENTO: No asegures tanto tus palabras, Peneo. El dios está movido por fuerza descomunal que no puede vencer fácilmente. Es una flecha de Cupido la que trae clavada dentro, el corazón le sangra de amor y es tu hija la que mantiene abierta la herida.

PENEO: ¿Por qué lo flechó Cupido?

VIENTO: Para tomar venganza del dios del sol.

PENEO: Caprichos de dioses. ¿Por qué pagan los que no tienen que ver en sus discusiones? Toman el mundo como su circo y pretenden que sean todos centro de sus experimentos.

DAFNE: Ayúdame a evitarlo. Piérdeme, padre. No quiero ser de Apolo, es a Diana a quien me he entregado, a ella pertenece mi deseo.

PENEO: Grandes desgracias han traído para ti tus encantos de doncella. Tu cabello rojo, luz en la noche. Tus ojos verdes, frutos deliciosos. Tu mirada celeste, tu piel de nieve, tus caderas melosas. Todo en ti, siendo belleza, es maldición.

DAFNE: Quítamelas, piérdelas. Arruina eso que tanto atrae. Quita de mí el anzuelo de los hombres.

PENEO: No puedo hacer eso.

DAFNE: Deja que el encanto de tus aguas cambie mi apariencia. Dame de beber tu magia y ayúdame a desaparecer de la vista del dios.

PENEO: No me pidas eso. No sólo para los demás es un encanto mirarte, también para mí es un gozo presenciar la belleza de mi hija. No me pidas privarme de la dicha de verte tal como eres.

DAFNE: Padre, sea como sea, seguiré siendo tu hija, sólo te pido que me ayudes a mantener lo que quiero. Atiende a mi corazón.

PENEO: No puedo.

VIENTO: Se acerca el dios.

DAFNE: Hazlo.

PENEO: Es un sacrificio que no quiero.

DAFNE: Si cambias mi figura, podrás tenerme siempre. Si me dejas como soy me perderás. Apolo me llevará al Olimpo y ahí me tendrá, nunca más podrás verme.

VIENTO: Cada vez está más cerca.

DAFNE: Hazlo, padre, déjame beber.

PENEO: Pide otra cosa.

DAFNE: Es la vida en otra o la muerte.

Dafne se agacha e intenta tomar. Peneo retrae sus aguas.

DAFNE: Tu decisión es perderme.

VIENTO: Ahí está el dios.

PENEO: Dejemos que sepa quién eres y te rechazará. Si sabe que eres mi hija no querrá tenerte.

VIENTO; No estés seguro de eso.

Llega Apolo.

APOLO: No era engaño del amor saber que acá te encontraría.

DAFNE: Aléjate.

APOLO: No puedo.

PENEO: Entérate que es mi hija a la que sigues. Parte de mi casta, a la que renunciaste para siempre. No puedes tenerla en tanto que tú mismo la desprecias.

APOLO: Sé a dónde pertenece. Sé que desprecié a la casta de Peneo, sin embargo, no puedo resistir lo que siento. Es más fuerte que yo.

PENEO: No puedes tenerla. Te lo has prohibido. Eres el dios del bien moral, sigue tus preceptos y retírate.

APOLO: No puedo.

DAFNE: Ingrata noche de estrellas parpadeantes. Sonríen al ver lo que me pasa. Pero no será ésta la noche en que me pierda. A pesar de todo me mantendré en mi deseo. Las aguas de mi padre me darán el alivio necesario. Bebe, ninfa hermosa, bebe y conviértete en algo que el dios no pueda descubrir.

PENEO: Tú no entrarás en mi casta, Apolo, no eres digno de esta raza.

APOLO: No hable de dignidades, viejo río. Es una bendición el que quiera tomar a alguien de tu familia.

Dafne bebe de Peneo.

DAFNE: Está hecho, ahora podré perderme.

PENEO: ¿Qué has hecho?

DAFNE: Aceptar tu ayuda, padre. Gracias.

Dafne se retira. El viento la sigue. Apolo va tras ella pero Peneo lo detiene.

PENEO: Déjala.

APOLO: No puedo, a donde van sus pasos han de ir los míos.

PENEO: ¿En verdad la amas?

APOLO: Sí, la amo.

PENEO: En unos momentos Dafne será transformada en algo que no conoces. No sabrás más quién es, nunca más la encontrarás. Está perdida para ti.

APOLO: Así entrara al Hades ahí la encontraría.

PENEO: Veamos si es tan seguro lo que dices. Ve y búscala. Si la encuentras podrá ser tuya.

APOLO: Recuerda bien tus palabras. Hoy Apolo es parte de la casta de Peneo.

PENEO: No asegures nada.

Apolo sigue a Dafne. Peneo lo sigue con la mirada.