VII

Juega el Viento en el bosque. Llega Dafne huyendo. Se oculta.

VIENTO: ¿Qué haces?

DAFNE: Huyo.

VIENTO: ¿De qué?

DAFNE: Del miedo.

VIENTO: ¿Qué temes?

DAFNE: Perder lo que quiero.

VIENTO: ¿Qué quieres?

DAFNE: Mantener intacto mi deseo.

VIENTO: ¿Qué deseas?

DAFNE: Ser de Diana. Me he consagrado a la virginidad eterna.

VIENTO: ¿Y por qué temes? ¿Crees que no puedas hacerlo?

DAFNE: No, no es eso. Si mi corazón clama es que me dará la fuerza necesaria para conseguirlo.

VIENTO: ¿Entonces?

DAFNE: Apolo me ha visto y ahora quiere estar conmigo. Me quiere por esposa, quiere llevarme al Olimpo.

VIENTO: Gran bendición la que el dios te está dando.

DAFNE: Sólo quiero consagrarme a Diana, es a ella, a la hermana, a quien he entregado el corazón.

VIENTO: Tu corazón se divide entre dos gemelos.

DAFNE: Mi corazón no está dividido. Es muy claro a quién deseo. Mi canto no será para el sol, será para la luna.

VIENTO: ¿Si estás clara, qué te causa miedo?

DAFNE: Por favor calla y escóndeme. Apolo está siguiéndome, quiere poseerme. Dice que yo me le he entregado, que lo besé, que le entregué los labios y que ama mi piel. Es mentira, yo me he consagrado a Diana. Citerea es mi deseo.

VIENTO: ¿Y por qué el dios dice lo que dice?

DAFNE: No sé. Yo nunca he estado con él, no lo conocía.

VIENTO: ¿No te gusta?

DAFNE: ¿Qué?

VIENTO: Apolo ¿no te gusta?

DAFNE: No.

VIENTO: ¿No?

DAFNE: No.

VIENTO: ¿Nunca te ha gustado?

DAFNE: Alguna ves… sentí algo. Me gustaba que los rayos del sol tocaran mi piel, pero ahora ya no es así.

VIENTO: ¿Por qué Apolo dice que lo besaste? Quizá lo hiciste.

DAFNE: No lo he hecho.

VIENTO: Si dices que te gustaba que tocara tu piel, que la calentara.

DAFNE: Sólo dije que me gustaba tocara mi piel, en algún momento.

VIENTO: Los dioses son extraños, por decirlo de alguna manera. Quizá Apolo sabía que te gustaba te tocara y lo hacía con gozo. Seguramente te besó en repetidas ocasiones, quizá también ya te haya poseído.

DAFNE: No, eso no, soy una virgen de Diana.

VIENTO: ¿Estás segura que sigues conservando tu virginidad como para consagrarla?

DAFNE: Sí.

VIENTO: Debes estar segura, si le consagras a Diana una virginidad que no tienes será una gran ofensa. La cazadora no te lo perdonará. Deberás pagar con tu vida.

DAFNE: Mi vida es de Diana, puede disponer de ella.

VIENTO: Para ser alguien que debería tener una carencia de amor y desear la virginidad pareces amar demasiado.

DAFNE: ¿Por qué dices eso?

VIENTO: Sólo pensamientos. No les tomes importancia.

DAFNE: No deseo la virginidad porque carezca de amor, la deseo precisamente porque amo. No es el desamor o la desilusión los que impulsan mi deseo, por el contrario, es una necesidad verdadera.

VIENTO: ¿Qué tan segura estás de la verdad de esa necesidad?

DAFNE: Completamente.

El viento sonríe.

VIENTO: ¿Por qué consagrarte a Diana?

DAFNE: Es la virgen eterna y protectora de las vírgenes. Ella entiende mi corazón.

VIENTO: Alguien se acerca.

DAFNE: Escóndeme.

VIENTO: No puedo, soy viento.

DAFNE: Entonces ayúdame a perderme.

Llega Apolo.

APOLO: Deja de correr. Deja de darme muerte con tu ausencia. Entiende que clamo entero por estar contigo, por tenerte, por sentirte mía.

Dafne huye. Quedan Apolo, Dafne y el Viento en figuras estáticas en forma de persecución, sólo el viento puede romper el ritmo de las figuras.

DAFNE: Deja de seguirme

APOLO: No puedo, no soy yo quien se mueve, eres tú quien me mueve. Deja de correr y entonces yo podré dejar de hacerlo.

DAFNE: Mi corazón clama por otro amor, no por el tuyo. Clama por la castidad.

APOLO: Mi corazón sangra desde que te vio. Desde que tu imagen cruzó ante mi presencia. Ardo desde ese momento, no puedo controlar lo que tengo.

DAFNE: Eres un dios, controla tus impulsos y déjame en la paz de mi entrega.

APOLO: ¿Por qué debo yo controlar mis impulsos y renunciar a lo que siento? Renuncia tú a la locura de dedicarte a Diana y quédate conmigo.

DAFNE: No es locura.

APOLO: ¿Qué es?

DAFNE: Necesidad.

APOLO: ¿Necesidad?

DAFNE: Deja de seguirme.

APOLO: Necesidad es lo que siento. Necesidad de tocarte, de besarte. Ansia de sentir tu piel blanca.

DAFNE: Blanca de luna.

APOLO: Blanca de luz, luz de sol.

DAFNE: Blanca de castidad.

APOLO: Blanca de amor.

DAFNE: Amor de no amor.

APOLO: ¿Cómo amar el no amor?

DAFNE: Amor de entrega, de adoración. No de amor carnal, como el que deseas.

APOLO: Te deseo entera, toda. No es sólo tu carne lo que me inquieta. Es tu ser entero. Calma mi hambre, mi sed.

DAFNE: No insistas, antes de estar contigo prefiero la muerte.

APOLO: Si mueres, será más sencillo. Estaremos juntos en la muerte. Mi muerte llegó con tu mirada, con el deseo puro depositado por tus labios en los míos. Morí en ese instante. Soy un espíritu que vaga encadenado a su tesoro. Soy un alma que sigue atormentada su deseo.

Apolo va acercándose cada vez más a Dafne.

DAFNE: ¡Dioses! Líbrenme de esto. Diana, la luna, cazadora. Detén los pies de tu hermano.

APOLO: Cede ya. Detente.

DAFNE: No.

APOLO: No seas sorda a mis ruegos, no dejes que me pierda.

DAFNE: Sería mejor quedar sorda para no escucharte.

APOLO: No me obligues a utilizar otras artes.

DAFNE: Obra como quieras, pero nunca estaré contigo. Antes he de entrar al Hades y perderme.

APOLO: Insensata. Te propuse lo mejor, te quise querer de la mejor forma. Pero me obligas a forzarte. Por bien o mal serás mía. Dafne será de Apolo. Tu entrega a mí será una nueva hazaña del dios del sol. Quise tratarte con el mejor de los amores. Tuviste la oportunidad de ser mía y ser la más dichosa por libre voluntad. Ahora, aunque no quieras, estarás a mi lado, en mi lecho, en mi vida. Aún por mal probarás la miel que te ofrezco.

Apolo está apunto de alcanzar a Dafne.

DAFNE: Los dioses me protejan. No será mi voluntad la que se te entregue. Si me tomas, tomarás un árbol hueco, no tomarás a Dafne la ninfa, tomarás un ser vacío.

APOLO: Te tengo.

El viento toma a Dafne y se la lleva. Apolo intenta alcanzarlos pero no puede. Insiste en la carrera. Se detiene agotado. Cae rendido.

APOLO: ¿Qué es?... ¿Qué es? ¿Qué me tiene el corazón perdido? ¿Qué me mueve de esta forma? La veo y siento el corazón arder. La veo y me siento débil, su pura presencia me roba la fuerza. Su ausencia me quita la vida. Su presencia me quita la fuerza, su ausencia me quita la vida.

Va llegando lentamente Cupido.

APOLO: ¿Quién eres, ser delicado, de suaves caderas, de piel caliza, de cabello ardiente, ojos profundos? ¿Quién eres que así me pones? ¿Por qué huyes de mi presencia? Soy Apolo, el sabio dios del oráculo, el vencedor de Pitón, hijo de Zeus y Latona. El dios de la belleza y la música, del canto y la poesía. El sol. Soy tanto y ante ti parece nada. Soy uno de los doce olímpicos. Un ser perfecto. Sin embargo, ¿cómo puede un ser tan frágil ponerme tanta resistencia? ¿Qué ha hecho Diana para poder arder así el corazón de Dafne? ¿Por qué su corazón no vibra por el mío? Muchas son las que aspiran a estar conmigo, muchas son las que quieren tenerme. Ninguna que yo no quiera ha podido hacerlo y a las que he aceptado me profesan amor y pasión desmedidos. ¿Qué tiene éste ser que me mueve de esta forma y me rechaza? Cuando el sol pasa en la cúpula del cielo todas las flores voltean a verlo y se inclinan, intentan alcanzarlo pero no pueden. ¿Por qué esta flor no voltea a verme, por qué no quiere mirar al sol y dejar que su calor la abra? ¿Por qué niega que mis rayos la acaricien y recorran lentamente sus frágiles pétalos, su tallo, sus hojas…? Quiere ser flor de noche. Flor que nadie vea, flor que abra en el silencio de la luna, en la oscuridad. ¿Qué tienes que prefieres entre dos astros al más pequeño? Sol y luna, Apolo y Diana, hermanos gemelos que protegen los dos astros del cielo. Uno es fuego puro, luz ardiente, luz de día, la otra es luz callada, luz fría, luz pálida. ¿Por qué preferirla a ella? ¿De qué sirve tal belleza si has de negarla? ¿Qué deseo de castidad puede ser tan fuerte como para negárteme? Y a pesar de eso, es tan fuerte lo que siento que no puedo contenerlo, me desborda, me arroba. Quisiera dejar de verte pero el aire sólo me da tu aroma, la luz sólo me deja tu imagen. Cada exhalación dice tu nombre. Tus ojos, tus verdes ojos, frutos extraños. Me miran con tal desprecio que sólo pueden herirme, y con la herida abierta vago sin rumbo fijo, sólo siguiendo tu rastro, tu aliento. El sol derrite la nieve. Tú eres nieve. Pero eres nieve intocable. Por más que mis rayos se alargan son incapaces de alcanzarte. ¿Qué puedo hacer? ¿Dónde puedo encontrarte? ¿Dónde estás hermosa Dafne?

CUPIDO: Saludos, dios de los oráculos, vencedor de Pitón, conductor del carro del sol, invencible Apolo.

APOLO: ¿Qué quieres, jovenzuelo?

CUPIDO: Me asombras. Aún en tu estado actual no pierdes tu arrogancia.

APOLO: ¿Por qué te burlas de mí?

CUPIDO: Porque es risible verte así postrado. Tú, el que se vanagloria en el cielo, el que para ver a los demás baja la vista. Ahora estás acá, en tierra, tirado.

APOLO: No soy yo el que está postrado, no sé quién es, no sé quién soy. Desde que vi a la hermosa Ninfa no tengo dominio de mí, no puedo controlarme. He descuidado mis ocupaciones divinas sólo por seguirla, por verla.

CUPIDO: Se llama amor. Dime ahora, dios del sol, si mi poder es tan insignificante que no tiene relevancia alguna.

APOLO: Reconozco que son fuertes tus proezas, aún para un joven afeminado como tú.

CUPIDO: No pierdes la soberbia. Ttirado, teniendo que levantar la cara para verme, aún así te defiendes como una bestia herida ante el cazador.

APOLO: ¿Te crees un cazador?

CUPIDO: Lo soy.

APOLO: Dime una presa digna de competir con las mías. Una sola y te diré si puedes llamarte de esa forma.

CUPIDO: Tengo una presa que puede competir.

APOLO: ¿Cuál?

CUPIDO: Tú.

APOLO: Yo nunca sería tu presa.

CUPIDO: Ya fuiste. ¿Qué crees que es lo que sientes? Esta pasión que te sobrepasa, que te atormenta en este momento, no es más que el fruto puesto en ti por mí. Es el resultado de mi cacería. Y ahora, mi estimado dios, tú eres mi trofeo. Soy tu vencedor y tú mi vencido.

APOLO: Te arrepentirás de esto que has hecho.

CUPIDO: Quizá, pero no ahora.

APOLO: Un disparo, uno sólo de mis disparos acabará contigo.

CUPIDO: Hazlo, si te queda la fuerza necesaria. El amor consume, te mata. En poco tiempo no podrás hacer más nada. Y yo seré el que doblegó al gran dios del sol.

APOLO: Soy un dios, no puedes acabar conmigo.

CUPIDO: No quiero acabar contigo. Sólo quiero que me reconozcas superior.

APOLO: Nunca.

CUPIDO: Lo harás.

APOLO: Crees demasiado en una mentira. Deja de soñar.

CUPIDO: ¿Quieres que te diga en dónde está Dafne?

APOLO: Sí.

CUPIDO: Reconóceme ante el cosmos. Confiesa que Cupido te venció. Sólo así te diré dónde encontrar a Dafne.

APOLO: No.

CUPIDO: Entonces sigue buscando sin sentido.

APOLO: Soy el sol, puedo encontrarla.

CUPIDO: Pues hazlo. Suerte.

APOLO: ¿Cómo conoces el lugar donde se encuentra?

CUPIDO: Conozco a Dafne y conozco su casta.

APOLO: Dímela.

CUPIDO: Hasta que reconozcas mi victoria.

APOLO: No lo haré.

CUPIDO: No diré nada.

APOLO: No me agregues más predicamentos.

CUPIDO: Yo no estoy agregando nada. Eres tú. Sólo proclama mi victoria y te diré en dónde está Dafne.

Pausa.

APOLO: Seres de cielos, mares y tierra. Sepan hoy que el gran Apolo fue vencido. El que dio muerte a Pitón cayó bajo las flechas de un pequeño arquero de manos blandas. Amor venció al sol.

Cupido lo mira sonriente.

APOLO: ¿Te basta con eso?

CUPIDO: Por el momento.

APOLO: ¿Qué esperas para decirme?

CUPIDO: Bien, me alegra ver que eres un hombre de palabra. Ahora yo cumpliré la mía. Sólo te advierto que lo que te diré podría otorgarte un nuevo problema. Pero al final fue tu decisión. Tú pediste que te dijera en dónde encontrar a Dafne y a su casta y lo haré. Sin embargo no entiendo cómo deseas poseer a algo que tú mismo renunciaste.

APOLO: Sería un loco si renunciara a Dafne. Es mi vida.

CUPIDO: Te sorprenderás, Apolo.

APOLO: Dilo.

CUPIDO: Está bien. Dafne es, como sabes, una hermosa Ninfa/

APOLO: Pronto.

CUPIDO: Tranquilo. Dafne es una hermosa Ninfa de cabellos rojos y piel blanca, pertenece a una antigua casta pues es hija de un sabio viejo al que tú conoces. El antiguo dios fluvial de nombre Peneo, al que si no estoy mal enterado, le dijiste que no deseas nada de él ni de su casta, lo que, intuyo, incluye a su hermosa hija Dafne. Ahora que ya sabes su origen dime si no es verdad que tú mismo rechazas a lo que llamas tu mayor deseo. No entiendo porqué te empecinas tanto en seguir a la ninfa si no la quieres. Creo que debes aclarar un poco eso antes de seguir en tu carrera. Recuerda que el sol no se hizo sólo para un ser sino para el cosmos. Y pues bien, ya que tienes el conocimiento de las cosas, toma tu decisión. Si quieres encontrar a Dafne, ve con Peneo, ahí se encuentra la ninfa.

APOLO: No te agradezco lo que me dices.

CUPIDO: No necesitas hacerlo. Te dejo, hay cosas más importantes que atender.

APOLO: Pequeño tonto, te arrepentirás.

CUPIDO: Soy un pequeño tonto, pero estás vencido por este pequeño tonto.

Cupido sonríe y se va. Apolo se incorpora.

APOLO: Amor. ¿Qué es?...

Sale.