A mi abuela la recuerdo sentada,
leyendo su Biblia. Con un pañuelo amarrado en la cabeza y lentes de pasta
amarrados detrás de la nuca para no perderlos. La recuerdo caminando con mis
hermanos y yo por las vías del tren. La recuerdo peinándose la cabeza blanca
como la nieve. La recuerdo haciendo colchas de flores. Usaba pedazos de tela
para hacer colchas, pero no sólo unía pedazos, con cada pedazo hacía un pétalo
y después unía los pétalos para formar flores. Muchas noches dormí protegido por
las flores de mi abuela. Cuando ella murió, dejé dentro del ataúd una flor de
olotillo para que la protegiera. Las flores que trajimos de su pueblo y que a
ella tanto le gustaban.
A mi abuela la recuerdo en la
ausencia. Sentada en el patio, tomando el sol, peinándose la cabeza blanca,
haciendo dos trensitas que se amarraba al frente y que después cubría con el
pañuelo antes de sentarse a leer su Biblia. La recuerdo haciendo “gordas” de
harina que comía con salsa de molcajete. Ella sola, o a escondidas con mis
hermanos y conmigo. Su sonrisa y sus flores, aún protegen mi memoria.