El martes de la semana pasada, por tonto, perdí mis lentes. Los dejé en una
caminadora del gimnasio y cuando me acordé ya había pasado hora y media. Fui a
buscarlos y ya no estaban. Pregunté en recepción y nadie los entregó. Fue entonces
cuando me di cuenta de los carteles que hay en el gimnasio sobre cosas que han
sido robadas y de cómo el gimnasio no se hace responsable, para ello te rentan
lockers y ya es decisión tuya si los rentas o no.
No fui un par de días al gimnasio pero mandé a preguntar, y nada. Hasta el
viernes que fui de nuevo y nada. Pregunté si podía dejar un cartel y me dieron
luz verde, así que pegué un cartel con mi número telefónico ofreciendo una
recompensa para quien devolviera mis lentes.
El lunes en la noche me habló una señora muy apenada diciendo que ella
los encontró y los iba a dejar en recepción pero al hacer su rutina se le
olvidó y hasta llegar a su casa recordó que no los había dejado. Al otro día
los iba a llevar pero se le olvidaron y ya no fue al gimnasio hasta el lunes y
vio mi cartel, así que lo tomó para llamarme. Me ofreció disculpas por el olvido
y quedó en entregármelos al día siguiente por la mañana.
En la mañana del martes nos vimos y me los devolvió. Mi intención era
darle 200 pesotes como recompensa pero se negó a recibirlos. Me dijo que no
había porqué, que los lentes eran míos y nuevamente, se disculpó muy apenada
por no haberlos devuelto antes. En agradecimiento, le di un beso en su
cachetote, un abrazo y nos despedimos deseándonos buen día.
En estos días donde según son de celebrar y todo el mundo dice que no
hay nada que celebrar y varios que se autodefinen como "pensantes",
"inteligentes", "estudiados", etc., mueven a la gente hacia
la decepción, la apatía, el enojo, la tristeza... yo digo que no. Que sí hay
que celebrar. Al menos yo tengo una cosa que celebrar: el ver que aún hay gente
que puede marcar diferencias, gente que puede poner un grano de arena para
hacer que las cosas funcionen y marchen, gente que no está esperando recibir
algo a cambio para accionar.
Sí, comparto que el discurso respecto a que el cambio está en uno y no
en los demás es melcochoso y promueve la impunidad hacia aquellos que tienen en
las manos las riendas del bien social. Creo firmemente en que las personas que
“están arriba” deben responsabilizarse por los daños que han hecho al tejido
social en todos los niveles. Pero comparto también que ese daño nosotros como
sociedad lo hemos permitido al renunciar a nuestra responsabilidad como
ciudadanos. Nos hemos empinado a merced de los “líderes sociales”. Aceptamos lo
que la Iglesia dice bajo pretexto de que es el Espíritu Santo quien habla y
somos cómplices silenciosos de sus perjuicios que acompañamos persignándonos.
Creemos que la vida pública es competencia de aquellos que supuestamente hemos
elegido y a nosotros sólo nos toca matarnos en el trabajo para pagar una casa,
una renta, una vida que nos interesa darnos y no tenemos mayor vela en el
entierro. Damos por hecho que la crítica en este país y el movimiento social es
responsabilidad de los “líderes”, que a ellos les toca y a nosotros sólo nos
compete citarlos, demostrar que los leemos, que los conocemos, que los
memorizamos. Si queremos hacernos los revolucionarios, creemos que basta con
compartir noticias en Facebook, con retuitear comentarios o noticias de otros y
con gritar en el teclado nuestro malestar y nuestro hartazgo, pensando que con
ello estamos cambiando la faz de la tierra.
Hace un par de noches, venía en el metro y una mujer ya mayor pasó repartiendo
folletos y hablando pestes de Peña Nieto y los políticos. Incitaba a la gente a
informarse, a pensar, a ser crítico, a movilizarse, a no quedarse callada.
Pedía que le cooperaran para las copias de los folletos o que los que se
quedaban con los folletos, le sacaran copias y los repartieran con sus
conocidos. Un hombre de apariencia humilde la increpó, le dijo que porqué decía
que Peña era una mierda, que él no pensaba así, que a él este gobierno le
estaba ayudando. La señora inició una discusión con él diciéndole que era un
infiltrado, que lo estaban mandando para callarla y hacerle ruido, que no
vendiera su dignidad ni la del país a cambio de una despensa. El hombre, muy
sereno, le dijo que quién era ella. La señora se identificó como una de las responsables
del movimiento de la APPO en Oaxaca, de las que lucharon contra Ulises Ruíz y
contra los priistas asesinos. Sin hacer mayor caso al hombre, siguió incitando
a la gente a movilizarse. Frente a mí, una policía anotaba en una libreta
mientras observaba a la mujer discutir con el hombre. Saqué el celular
dispuesto a filmar en caso de que la policía hiciera algo en contra de la
señora, pero luego pensé en las personas que únicamente filman cuando algo
ocurre y no hacen nada por evitar lo que está pasando bajo pretexto de que
están filmando y su compromiso es difundirlo. Guardé el celular pensando en qué
pasaría de meterme en el lío, una noche en un separo si se ponía intensa la
cosa… no lo sé.
La señora terminó de pedir cooperación y al ver que la policía estaba
ahí anotando en su libreta, se paró en seco. Volteó a verme y cruzamos miradas.
Le sonreí y le di unas monedas. La señora sonrió y fue con la policía a
entregarle un folleto. La policía lo rechazó y la señora marchó hacia el
siguiente vagón diciendo fuerte y firme el discurso que ya había pronunciado en
el vagón donde yo venía. La policía sólo volteó a mirarla, después me miró y le
sonreí. El metro llegó a Ermita y bajamos la policía y yo. Ella se quedó
esperando a que el siguiente metro llegara y yo fui a casa.
Pensando después en el incidente, me quedé con la discusión entre la
señora y el señor humilde. La realidad es que el señor venía en el vagón mucho
antes de que la señora llegara repartiendo sus folletos, además que su actitud
en todo momento fue respetuosa, por lo que dudo mucho que fuera alguien
plantado para callar a la señora. Y considerando los conocimientos que tengo en
lectura corporal, el hombre realmente creía en lo que decía. Definitivamente
pienso que el gobierno de Peña Nieto es una pena que padecemos ahora y del que
tendremos consecuencias serias en el futuro, sin embargo, pienso también en
cómo debía estar este hombre antes para pensar que este gobierno
definitivamente le está dando algo bueno en la vida.
Venimos de dos sexenios panistas que juntos son una pena infinitamente
mayor a lo que llevamos con Peña Nieto. Las consecuencias de inseguridad,
asesinatos y violencia social se las debemos a ellos. Ahora vivimos las
consecuencias de lo que ellos hicieron. Sí, Peña es un pendejo pero que él lo
sea, no perdona lo pendejo que también es Calderón y lo infinitamente pendejo
que es Fox. Aún siendo tan pendejo como es Peña Nieto, por sí sólo no podría
haber hecho que el país se encuentre en la situación en la que está, vivimos
actos nuevos pero definitivamente estamos también en consecuencias de actos
pasados. Decían los romanos que no hay nada nuevo bajo el sol.
Tal vez lo nuevo sea el grado de descaro y cinismo en el que se
encuentra hoy, nuestra mal llamada “patria”. Una mujer como Carmen Salinas cuyo
único mérito ha sido representarse a sí misma en cada papel que actúa, desde
ser “La Corcholata” hasta ser diputada plurinominal, sin preparación, sin idea
de sus funciones, sangrando al pueblo bajo el pretexto de que su partido la respalda,
chola del priismo.
Periodistas asesinados, despedidos, silenciados. Población asesinada,
desaparecida, humillada. Casos sin resolver, pésimamente llevados. Crisis en la
información, noticias falsas que se dan como ciertas y ciertas que parecen falsas
ante el estado de desolación y ridículo en el que vivimos. Desigualdad social
cada vez más evidente, sociedad rota, ideologías que separan, políticas que
dividen, partidos políticos que fragmentan, intelectualidades que segregan,
ignorancias que marginan.
Y ante esto es difícil abrir la boca y gritar un ¡viva! ¿Qué vamos a
celebrar? ¿Qué vamos a recordar? El panorama parece desolador cuando en
realidad oculta otra realidad, una realidad que no quieren que veamos, que como
pueblo somos mucho, somos demasiado, somos una cultura enorme, somos más que
asesinatos, que represión, que apatía, que desigualdad, que corrupción, que
impunidad, que robo, que tiranía, que violencia, que crisis económicas, que
negocios bajo el agua, que abusos de poder, que narcotráfico, que extorsiones, que
ignorancia, que desigualdad educativa, que secuestros, que desempleo, que
pobreza, que sumisión, que silencio, que sangre derramada corriendo por las
coladeras. Ésa es la cultura que ellos crearon, pero no la nuestra, no la mía. Ésa
es la cultura que ellos hicieron y que quieren que vivamos, pero no es lo que
representa a México, no es el país donde nací y crecí.
Tal vez si en estos días, en lugar de pelearnos, dividirnos,
molestarnos, segregarnos, alimentar nuestro desprecio (acompañado de pozole o
chiles en nogada), aprovecháramos para unirnos, vincularnos, generar espacios
para compartir y re definir nuestra identidad cultural, empezaríamos a generar
un cambio.
El Facebook no es la revolución. Tus estados y quejas en tu muro no van
a lograr nada porque a nadie le importa lo que pongas en tu muro, y no importa
porque a cada quién le importan sus propios likes, no los que le dé a otros.
Por más seguidores y likes que tengas no vas a lograr nada, porque la vida, la
real, está más allá de un monitor y un teclado. Re vincúlate a tu familia, re
vincúlate con tus vecinos, re vincúlate con tus amigos, re vincúlate con la
sociedad donde vives. Genera espacios de transformación y sé actor de ellos.
Critica la realidad donde vives y ayuda a generar espacios de conciencia, pero
reales.
Recuerda lo que verdaderamente somos como sociedad, recuerda lo que
verdaderamente somos como cultura, recuerda lo que verdaderamente eres, no eso
que nos han hecho creer. Renunciar a la memoria nos condena al olvido. No te
extrañe que te impongan una forma de ver la realidad (con la cual estás
inconforme), si tú mismo has renunciado a tener tu propia mirada. Mientras haya
personas dispuestas a marcar una diferencia, las posibilidades se seguirán
generando.
No somos héroes.
No somos mártires.
Somos personas construyendo la sociedad en que queremos vivir.