En defensa del matrimonio tradicional.

Para aquellos que defienden a capa y espada el matrimonio a partir de su origen etimológico, he aquí algunos argumentos para que se entretengan:

La palabra "matrimonio" sólo hoy significa la unión legítima y jurídica de una pareja, sin embargo, en la antigua Roma (que es de donde podemos obtener la etimología de tal palabra), no era así. A la unión legítima de una pareja se le denominaba "connubium" o "ius connubium".

"Matrimonium" es una palabra de origen latino formada de la raíz “matr” de mater, tris (madre) con la -i- de unión compositiva y un segundo elemento de dudosa procedencia que es “monium”. ¿Qué significa monium? Se le considera una derivación secundaria de ciertos elementos etruscos rituales en -mo que se especializa en designar un conjunto de actos o situaciones rituales y jurídicas. En este sentido, “matrimonium” significaba el estatus jurídico de una mujer casada y la maternidad legal, el derecho a ser la madre legítima de los hijos de un varón y todos los derechos que de ellos derivan para la mujer, como la condición de “mater familias” y de “matrona” u otras condiciones inherentes. Esto implica entonces que un hombre no estaba vinculado de forma exclusiva a una sola mujer, el acceso al grado “matrimonial” se le daba sólo a una de sus mujeres para evitar todo el despedorre de problemas “patrimoniales”, es decir, herencias, rangos nobiliarios, etc. Por medio del “connubium” (unión legal entre dos personas), la mujer obtenía el estatus del “matrimonium”. Por lo tanto, el “matrimonium”, más que un derecho de la mujer, era un estatus que le daba el varón a la madre de los que él consideraría sus hijos “legítimos”, es decir, los que “legalmente” heredarían los bienes del varón. Mira si no es profundamente machista el planteamiento.

Claro que en nuestros días no es así. Hoy en día ya no somos machistas y además los hombres ya no tienen hijos “ilegítimos”, ni otras parejas aparte de la oficial porque diosito dijo en la biblia que se enoja y entonces la gente no lo hace porque bien han demostrado que cumplen al pie de la letra lo que la biblia dice y por eso tienen la suficiente autoridad para exigir el cumplimiento cabal. Como ellos.
Pero regresando al punto de lo etimológico que es el que pelean: a partir de expresiones latinas como llevar “in matrimonium” a una mujer (a la condición de esposa y madre legítima), las culturas modernas han entendido el vocablo latino “matrimonio” como sinónimo de boda legal, cuando no es así.

Ahora bien, retomando el punto etimológico que es el que están blandiendo para la defensa del sagrado matrimonio, vamos a jugar un poco más con el origen de las palabras.

Ya dijimos que “matrimonio” proviene del latín “mater, tris” y estamos de acuerdo en que significa “madre”. Pero resulta que los romanos, a pesar de ser una cultura increíble, eran cero originales y todo se lo fusilaron de culturas predecesoras a ellos, por lo que el origen de la palabra matrimonio no se remonta a la antigua Roma, sino debería remontarse a las culturas previas de las cuales el latín tomó el término. ¿De dónde proviene “mater, tris”? Del indoeuropeo, donde el lexema “mater“ no significa solamente “madre”. ¿Te parece conocida la palabra “materia”? Es incluso el origen de nuestra actual palabra “madera”.

Pero resulta que el indoeuropeo tampoco es una lengua primigenia, se remonta a los albores de la Revolución agrícola-sedentaria, en donde surgieron las lenguas indoeuropeas por ahí del 6,000 a.C. junto a las urálicas, altaicas, afroasiáticas o dravídicas, entre otras. Veamos ahora que la voz “mater”, primera en ser reconocida como Indoeuropea, puede descomponerse a su vez en el lexema original “ma-” que significaría “mamar” y la desinencia “ter” que enfatizaría la acción. Tomando en consideración que los pueblos ganaderos nómadas subsistieron junto a fuentes constantes de alimento como eran las bestias susceptibles de ser ordeñadas, incluso mamadas, es donde se origina el significado de mamar en “ma”. Pero incluso el propio término “ma”, se remonta muchísimo más atrás que el nostráico en la época del deshielo.

Las primeras palabras del hombre fueron emitidas naturalmente a modo de onomatopeyas y exclamaciones como ¡Ay! ¡Oh! ¡Grrrr! Que al ser reiteradas fueron fijando significados gradualmente especiales. Es la exclamación la que derivó en significado y no el significado el que derivó en exclamación. “Ma”, en este sentido, refleja el balbuceo del mamífero humano en busca de alimento, es el bebé que busca ser alimentado y no el bebé que busca tiernamente a su mamá porque la quiere y le quiere dar un besito. A partir de los sonidos primitivos podemos entender que hasta una lengua no indoeuropea como el chino, tenga una voz que suena como a “mamá” para designar a la madre, que es quien proporciona la “materia”, es decir, quien alimenta.

Entonces, en su guerra etimológica que quieren hacer, el matrimonio no indica la unión legal de una pareja, indica el estatus legal que el hombre confiere a la mujer gracias al cual es reconocida como la madre de quienes heredarán los bienes del hombre, es decir, el patrimonio.

Pero si tanto les cuesta, aceptemos que en las culturas actuales “matrimonio” refleja la unión legal de dos personas. No entre un hombre y una mujer, pues la palabra “madre” no tiene que ver con un género sexual, tiene que ver con proveer la materia, proveer al bebé el alimento, rol social que fue relegado a las mujeres tomando en cuenta que son quienes lactan pero que no es exclusivo de ellas. En muchas culturas primitivas los bebés eran amamantados directamente por animales lactando y hasta donde sé, ningún hombre se casó con la vaca o la chiva que alimentaba a sus hijos ni se le dio a tal chiva o a tal vaca la condición de “madre” del bebé, aunque etimológicamente hablando habría sido lo correcto.

Por lo tanto, el matrimonio no tiene que ver con roles sexuales, tiene que ver con sustentar la materia. Las parejas, entonces, que desean incorporarse a la vida “matrimonial”, más que demostrar una sexualidad, lo que deberían demostrar es que son capaces de proporcionar el sustento a sí mismos pero, más importante aún, que son capaces de proporcionar el sustento a los descendientes, si es que los van a tener, porque la realidad es que hoy los jóvenes ni se quieren casar y mucho menos quieren tener hijos.

Conclusión entonces que doy a sus fundamentos etimológicos de la palabra matrimonio: NO ESTÉN MAMANDO.

He dicho.